La percepción sobre Christiana Figueres está determinada por la geografía: en Costa Rica, ella es “la hija de don Pepe” o “la hermana de Chema”, pero fuera del país, Figueres Ferrer es “el papá de Christiana” y José María es “el hermano de la Secretaria Ejecutiva de la Convención Climática de la ONU”.

La costarricense de 59 años es, para muchos efectos, la segunda persona más importante del sistema de Naciones Unidas tras el secretario general Ban Ki-moon. Desde el  2010 lidera el proceso que combate el cambio climático a nivel global y fue instrumental para lograr el Acuerdo de París el pasado 12 de diciembre.

Dos semanas antes, durante la apertura de la 21° Cumbre Climática, en París, Figueres posó para una fotografía con 150 Jefes de Estado que acudieron a la cita. Con líderes como Barack Obama, Xi Jinping y Narendra Modi, la tica ocupó el centro del encuadre

La apertura fue agitada para Figueres: su asistente personal publicó en Twitter que caminaron 17 kilómetros esa jornada, saltando de reunión a reunión en el centro de conferencias, el equivalente a desplazarse desde La Sabana hasta el aeropuerto Juan Santamaría.

Así se mueve la costarricense que más alto ha llegado en la diplomacia internacional. Tiene la facilidad del clan familiar para detectar las erres arrastradas en un acento, 20 años de espuela en negociaciones climáticas y un optimismo necesario para la tarea que recibió.

“De todos los trabajos del mundo, el de Figueres puede tener la proporción menos justa entre su responsabilidad (prevenir un colapso global) y la autoridad para hacerlo (prácticamente ninguna)”, escribió Elizabeth Kolbert, periodista de The New Yorker en un perfil.

El camino comenzó lejos de los salones de Naciones Unidas: Figueres se graduó como antropóloga en Estados Unidos y completó su trabajo de graduación tras vivir un año con la comunidad Bribri de Talamanca, donde diseñó una estrategia de alfabetización. Luego trabajó en Samoa Occidental en programas de nutrición.

Tras esas experiencias, ocupó varios puestos con proyección internacional en embajadas y en el Ministerio de Planificación y en los noventas empezó a trabajar en energía renovable y cambio climático.

En 1995 integró por primera vez el equipo negociador del país en la convención climática, la que recibió el encargo de presidir en 2010 –la primera persona del mundo en desarrollo en el puesto– y lideró el proceso que culminó en el Acuerdo de París, el pasado diciembre.

Figueres logró ser una figura unificadora, visitando a los petroleros árabes y a los países insulares y asumió una defensa radical pero realista del proceso de negociación de Naciones Unidas, en un tono que en casa recordaría a su padre, pero que resulta fresco en el escenario diplomático global.

Por ejemplo, cuando la ciencia mostró que los esfuerzos previos a la reunión de París serían insuficientes para alcanzar la meta de limitar la temperatura en 2 grados, Figueres anotó que llevaba meses avisando a la prensa que esto pasaría.

“Si algún reportero llega a París y tiene un momento de iluminación–’Dios mío, no llegaremos a los dos grados’– le corto la cabeza a quien publique eso, porque lo vengo diciendo desde hace año y medio”, dijo a New Yorker antes de la conferencia.

Su mandato no recibió fecha de expiración al ser nombrada y ahora la tica ahora mira hacia el panorama del 2016: tras la firma del acuerdo, el mundo debe definir las reglas del juego para implementar el acuerdo a partir del 2020. La tarea continúa para ella.

“Al celebrar este paso trascendental, debemos recordar que el camino que tenemos por delante, aunque irreversible, va a requerir nuevamente de nuestra determinación, de nuestro ingenio, de lo mejor de nuestra humanidad y sobre todo de que permanezcamos unidos bajo nuestro objetivo común”, señaló en una carta abierta de agradecimiento escrita tras el cierre de la conferencia del 2015.

Ojo al Clima