Unas 80 millones de personas en 70 países del mundo apenas pueden satisfacer sus necesidades alimentarias mínimas, pues sus recursos se agotan aceleradamente. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), casi la mitad de esas personas se encuentra en países afectados por el fenómeno de El Niño: Suramérica, África y Asia.
Frente a los esfuerzos globales por brindar asistencia humanitaria en estas crisis, la academia es fundamental para apoyar la investigación y la búsqueda de estrategias sostenibles ante estos problemas. Así lo indica Víctor Jiménez, director del Instituto de Investigaciones Agrícolas de la Universidad de Costa Rica, quien además es coordinador para América Latina del Centro de Seguridad Alimentaria con sede en la Universidad de Hohenheim, Alemania.
Con el apoyo del Programa Exceed, del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD), y el Ministerio Alemán para la Cooperación Internacional, en 2009 nació el Centro de Seguridad Alimentaria, que pretende estrechar los lazos de cooperación académica sobre seguridad alimentaria entre Alemania y socios estratégicos en estas tres regiones más vulnerables.
Desde entonces, la Universidad de Costa Rica (UCR) lidera para América Latina los esfuerzos de formación de profesionales y de investigación, con el fin de apoyar el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: erradicar la pobreza extrema y el hambre. Jiménez comentó a UNIVERSIDAD algunos de los aportes realizados en estos años.
¿Cuál es el papel de la UCR en el marco del Centro de Seguridad Alimentaria (CSA)?
–En la UCR están involucrados el Decanato de Ciencias Agroalimentarias, el Instituto de Investigaciones Agrícolas, el Centro para Investigaciones en Granos y Semillas, y la Escuela de Tecnología de Alimentos. Nuestro principal objetivo es la formación de capacidades mediante un programa interdisciplinario de doctorados y posdoctorados, que desencadena en investigación, cursos cortos y seminarios regionales, academias de verano y pasantías con los demás socios y miembros del CSA.
¿De qué manera estas relaciones han impactado a nivel regional e interregional en el tema de seguridad alimentaria?
–Al facilitar la transferencia de conocimientos a nivel Sur-Sur, con socios en países como Benín, Kenia, Tailandia y Filipinas; así como a nivel Norte-Sur, con Alemania, hemos visto cómo en otras latitudes se aprovechan productos que tenemos aquí y que no estamos utilizando. También hemos compartido técnicas de cultivo, poscosecha, de procesamiento e incluso de consumo, de productos que tenemos en común. Todo esto suma en el marco de la creación de estrategias sostenibles y, a largo plazo, para hacer frente a las crisis alimentarias, no solo en nuestra región sino en otros continentes.
América tiene enorme diversidad, pero también gran desigualdad. ¿Cuáles son nuestras fortalezas y debilidades frente a este panorama?
–De los continentes en desarrollo, América es el único que produce más de lo que consume; basta pensar en que Suramérica es conocida como ‘el granero del mundo’. Pero hay un desbalance, pues hay países con serios problemas de nutrición. Tenemos un potencial grandísimo no solo para alimentar nuestro continente, sino para ser fuente de alimento de otras regiones.
En América Latina, en particular, tenemos poblaciones sin acceso a alimentos, que por lo tanto están desnutridas, y otras en las que la dieta alimenticia carece de variedad, fomentando el ‘hambre oculta’ (o deficiencia de micronutrientes). En Costa Rica, las poblaciones más vulnerables son las personas indígenas, migrantes y habitantes en zonas marginales, en los anillos de pobreza de las urbes.
Nuestras investigaciones apuntan a aprovechar los productos que tenemos para hacer frente a estos problemas. Tenemos la biodiversidad necesaria para diversificar nuestra dieta y no depender de pocos alimentos.
¿Cómo se puede aprovechar esta diversidad?
–Tenemos productos locales con un enorme potencial nutricional; ya conocemos algunos de ellos, pero muchos otros todavía deben investigarse. Ahí es donde la academia da un paso adelante e investiga las capacidades de los productos para conocer su importancia. Además, compartir estos conocimientos de manera interregional y transdisciplinaria nos ayuda a saber para cuáles poblaciones podrían ser de ayuda, cómo estimular su producción y cómo promover su debido consumo.
En esta línea, ¿cuáles productos han encontrado que tengan particular valor?
–De los productos que hemos investigado, diría que el mejor es el pejibaye. Le veo potencial no solo en América Latina, sino también en África y en Asia, pues ahí existen condiciones para cultivarlo y aprovecharlo. Este fruto es rico en carotenoides, que son precursores de la vitamina A (que a su vez es importante para la formación y desarrollo de piel y tejidos), y cuya carencia es un tema de importancia en la salud pública de decenas de países.
La pitahaya, el marañón, el cas, el zapote, el nance, incluso el aceite de palma americana son productos que también tienen gran riqueza nutricional.
¿Cómo prevé la continuidad de los trabajos realizados al finalizar el proyecto en el cual está inscrito el Centro, en el 2019?
–Todavía no hay una decisión definitiva sobre lo que ocurrirá después del 2019. Hay un interés general de todo el consorcio (Alemania y los miembros estratégicos en Asia, África y América Latina) por darle sostenibilidad al proyecto para poder continuar más allá. El problema es, por supuesto, el financiamiento.
Durante los años que le quedan al proyecto (3,5 años) se piensa avanzar en buscar ese financiamiento. Es muy difícil que llegue a ser permanente para todo el consorcio, pero cada uno de los miembros podría buscar a nivel más local cómo continuar adelante. Una posibilidad para la UCR sería darle algún grado de reconocimiento oficial dentro de la estructura universitaria.
Pitahaya y Cambio Climático
Para poder hacer frente a situaciones extremas, como las que genera el cambio climático, es necesario conocer las capacidades de adaptación que tienen las especies vegetales que consumimos.
Bajo este principio, investigadores de la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Técnica Nacional (UTN) han entablado conversaciones para estudiar el fruto de la pithaya como cultivo de adaptación al cambio climático.
Así lo explicó Patricia Esquivel, investigadora de la Escuela de Tecnología de Alimentos, quien agregó que gracias a los aportes recibidos por la Universidad de Hohenheim de Alemania, ya se han realizado evaluaciones de la estabilidad de los ingredientes colorantes de la pitahaya, entre ellos la pulpa, el concentrado en polvo y el jugo. UNIVERSIDAD reportó algunos de estos hallazgos en su edición 2123, del 2 de marzo 2016.
“Ahora queremos estudiar la adaptación de esta cactácea en diferentes zonas del país, simulando zonas que en otras latitudes han sido afectadas por el cambio climático”, mencionó a UNIVERSIDAD.
“La UTN tiene importantes desarrollos en el área de lácteos, por lo que podríamos considerar la funcionalidad de la pitahaya en estos productos”, agregó.
Puntos cruciales en la crisis de alimentos
Los fenómenos meteorológicos extremos asociados con el cambio climático, sumados a los conflictos armados y las crisis políticas, exacerban la inseguridad alimentaria y desencadenan crisis de alimentación severas. En 70 países, unas 240 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria acentuada (o estrés alimentario); de ellas, 80 millones se encuentran en crisis o en situación de emergencia alimentaria.
Considerando estas situaciones, la FAO, el Programa Mundial de Alimentos y la Unión Europea presentaron esta semana la Red Mundial para la Inseguridad Alimentaria, la Reducción de Riesgos y la Respuesta a las Crisis Alimentarias, en el marco de la Cumbre Mundial Humanitaria en Estambul, Turquía (23-24 de mayo). Este proyecto permitirá realizar evaluaciones conjuntas y aumentar el impacto de futuras intervenciones ante las emergencias alimentarias a nivel mundial –incluidas las relacionadas con fenómenos como El Niño.
El reporte piloto de la red, “Análisis mundial de la situación de la seguridad alimentaria y nutricional en los puntos cruciales de crisis alimentaria” (marzo 2016), resalta que a lo largo del 2015 hubo sequías y condiciones ultrasecas que afectaron Sudáfrica, el sur de Asia, Suramérica, América Central y el Caribe, al tiempo que inundaciones y fuertes lluvias se intensificaron en el Sureste Asiático y las Islas del Pacífico.
Cada año, estos fenómenos influyen en el éxito de las cosechas y en la distribución de alimentos, que afecta a las personas más vulnerables y con menos posibilidades de pagar por una mayor demanda de productos escasos.