¿Adivinen cuál es el sueño de casi todo biólogo marino? La respuesta es fácil: bucear al menos una vez en la vida en la Gran Barrera de Coral. Y estoy segura que, aunque la mayoría de ustedes no hayan estudiado biología marina, habrán escuchado hablar de ella.

Este impresionante ecosistema cobra vida a lo largo de la costa noreste de Australia, donde se extiende por más de 2300 kilómetros albergando una alta biodiversidad marina. Sin duda alguna, siempre ha sido un punto de referencia mundial cuando se habla de arrecifes de coral.

Recuerdo que cuando era niña quedé cautivada por las imágenes en los documentales del “Planeta Azul” y el “Mundo Submarino de Jacques Cousteau”, que presentaban estructuras formidables de colores brillantes y criaturas alucinantes, casi tan irreal como sacado de un sueño. Fue durante uno de esos momentos de asombro televisivo que aprendí que esas magníficas formaciones submarinas no eran rocas (o plantas, como muchos suelen creer), y que además estaban construidas por unos diminutos y sencillos animales llamados pólipos.

Sería fácil creer que una estructura tan grande, la cual puede observarse desde el espacio exterior, es prácticamente indestructible. Pero la realidad es otra. Los arrecifes coralinos alrededor del mundo enfrentan una serie de amenazas, la mayoría producto de acciones humanas (por ejemplo, la contaminación, la extracción para comercialización, o el cambio climático), que los tienen en una situación bastante vulnerable. Desde hace varios años la comunidad científica conoce sobre estas amenazas y ha venido realizando estudios al respecto.

Los corales mantienen relaciones simbióticas vitales con las zooantelas. Esa relación solo funciona si la temperatura del agua está en condiciones adecuadas.

(Créditos: Celeste Sánchez)

Pero el año pasado el resto del planeta se enteró de la gravedad del panorama de una forma poco agradable, mediante un obituario que anunciaba extra-oficialmente la sentencia de muerte de la Gran Barrera de Coral, producto de los eventos de blanqueamiento causados por el calentamiento de las aguas con el fenómeno de El Niño. Dejando de lado el manejo que se le dio al tema, la noticia sacó a la luz una dolorosa verdad: que podemos estar a las puertas de perder unos de los ecosistemas más importantes del planeta, los arrecifes de coral.  

Para que puedan comprender mejor en qué consiste el blanqueamiento coralino, vamos a usar un truco de personificación. Imaginen por un momento que son un pequeño pólipo coralino viviendo a seis metros de profundidad. Su cuerpo de forma cilíndrica y pocos milímetros de altura está adherido fuertemente por su extremo basal al sustrato, mientras que de su extremo superior se extienden doce tentáculos rodeando un orificio central que sería su boca. Alrededor de ustedes hay miles de pólipos idénticos, produciendo el esqueleto al que se encuentran adheridos, trabajando en conjunto para formar una colonia de coral.

Hasta la fecha nunca ha dejado de sorprenderme cómo unos animales tan simples en apariencia pueden ser capaces de construir estructuras de tal envergadura, sentimiento que en definitiva es compartido por otros colegas.

Volviendo a nuestra personificación —ahora que todos están entretenidos construyendo una colonia— habrán notado que su tejido es transparente y que está lleno de pequeños organismos fotosintéticos llamados “zooxantelas”. Pues resulta que su relación simbiótica con las zooxantelas es vital, ustedes les ofrecen un “hogar” y protección, ellas a cambio los visten de llamativos colores y les dan alimento y nutrientes durante el día, así que ustedes sólo se tienen que preocupar por capturar comida con sus tentáculos durante la noche. Esta simbiosis funciona a la perfección siempre y cuando la temperatura del agua esté en sus condiciones usuales. Si el agua se calienta más de 2ºC y se mantiene así por varios días o semanas, las zooxantelas son expulsadas y sus tejidos transparentes dejan ver el blanco intenso de sus esqueletos, dando lugar a los conocidos eventos de blanqueamiento.

Su relación simbiótica con las zooxantelas es vital, ustedes les ofrecen un “hogar” y protección, ellas a cambio les dan alimento y nutrientes durante el día. Esta simbiosis funciona a la perfección siempre que la temperatura del agua esté en sus condiciones usuales.

Se predice que el cambio climático incrementará la frecuencia e intensidad con que ocurren los fenómenos de El Niño, dando como resultado periodos más largos y recurrentes de calentamiento del mar, y por tanto mayores eventos de blanqueamiento de corales.

(Créditos: Celeste Sánchez)

Los corales blanqueados pueden sobrevivir por algunos días, pero si las condiciones se mantienen igual por periodos prolongados los pólipos comienzan a sucumbir hasta que eventualmente la colonia fallece. Se predice que con el cambio climático incrementarán la frecuencia e intensidad con que ocurren los fenómenos de El Niño, dando como resultado periodos más largos y recurrentes de calentamiento del mar, y por tanto mayores eventos de blanqueamiento y mortalidad alrededor de todo el mundo.

Esto que acaban de leer es la ciencia detrás de un evento de blanqueamiento. Pero cuando toca enfrentarse cara a cara con uno real los tecnicismos pasan a un segundo plano, siendo superados por una gran carga emocional.

Los arrecifes de nuestro país no escapan de esta cruda escena, pues fueron impactados por El Niño 1982-83, 1997-98 y durante El Niño 2015-16, el más fuerte documentado hasta la fecha.

Si las condiciones en la temperatura del agua se mantienen por largos periodos, los corales blanqueados solo pueden sobrevivir por algunos días.

(Créditos: Celeste Sánchez)

Este sentimiento es transmitido exitosamente a la pantalla grande en el documental “Chasing coral” (¡recomendadísimo!), el cual narra la aventura de un grupo de fotógrafos submarinos y científicos para descubrir lo que está sucediendo con los corales en todo el mundo. Lamentablemente los arrecifes de nuestro país no escapan de esta cruda escena, pues fueron impactados por El Niño 1982-83, 1997-98 y más recientemente durante El Niño 2015-16, el más fuerte documentado hasta la fecha.

Sin embargo, lo más importante en esta historia es no dejarnos arrastrar por el sentimiento de nostalgia, porque tal vez no todo esté perdido. Sólo un cambio en nuestras acciones puede contribuir a reducir la tasa de cambio actual, y así tratar de rescatar algo para el futuro no tan cercano (sí, estamos hablando de muchas décadas).

El cambio debe promoverse a nivel individual, con miras a que alcance esferas colectivas. Si hace 60 años hubiesen hecho lo mismo, tal vez no habríamos alcanzado el punto en el que nos encontramos hoy… Así que nuestra gran responsabilidad es actuar ahora, siendo conscientes que no vamos a estar acá para ver los resultados. ¡No queda más que ponernos manos a la obra!

Ojo al Clima