Cusco, Perú. En lo alto del distrito cusqueño de Colquepata, en los Andes peruanos, los comuneros de Huacapunco danzan a los pies de su laguna.
Vestidos con trajes típicos al compás de un par de flautas y tambores agradecen a la pachamama y a sus apus (montañas sagradas según la tradición quechua) que el agua no les será ajena durante los meses de estiaje, cuando bajan los niveles de ríos y lagunas.
Si bien este año la lluvia volvió a retrasarse, sus manantes y puquiales pronto se recuperarán en la cabecera de sus cuencas, pues las comunidades tomaron medidas para almacenar el agua de las precipitaciones.
Esta práctica ancestral conocida como “siembra y cosecha de agua” vuelve a tomar valor en las zonas altas de Cusco, donde día a día sus pobladores sufren las consecuencias de un fenómeno que no provocaron.
Los comuneros de Huacapunco caminan hacia su qocha ubicada en lo alto del distrito cusqueño de Colquepata
(Créditos: Foto Julio Angulo.)
El cambio climático ha vuelto más vulnerables a las poblaciones rurales que dependen de los recursos naturales como el agua. A ellos solo les queda adaptarse.
Una forma de hacerlo es a través de la construcción de qochas o lagunas en las zonas altas de las comunidades, ubicadas entre los 3.800 y 4.000 mil metros sobre el nivel del mar. Allí se captura el agua de las lluvias, que se almacena en estos pequeños lagos y luego se infiltra subterráneamente. Por efecto de la gravedad, esta discurre hacia las zonas bajas, recargando los acuíferos y mejorando la disponibilidad del agua en la localidad.
“Este año la lluvia ha sido muy prestadita, pero nosotros la hemos aprovechado. De manera organizada decidimos construir nuestras qochas durante faenas de trabajo. Hoy tenemos nueve lagunas que conservan el agua de las 80 familias de nuestra localidad”, explica Antonio Jancco Ramos dirigente de la comunidad de Huacapunco.
Según refiere, hace tres años el agua abundaba; sin embargo, el aumento de la temperatura de la tierra –de hasta 0,2°C por década– ha alterado su ecosistema provocando la ocurrencia de eventos extremos que descuadran el calendario agrícola. Ya no se sabe si lluvias caerán solo de diciembre a marzo o si las sequías irán de junio a agosto.
El periodo de lluvias se volvió irregular, las precipitaciones se retrasan con más frecuencia y no llueve cuando los cultivos y el ganado más la necesitan, explican los comuneros, generando consecuencias negativas.
Esta alteración del ciclo hidrológico ha ocasionado el secado de los ojos de agua que los comuneros llaman manantes –sus únicas fuentes de agua– y de sus pastos, provocado la migración de comunidades enteras.
“El cambio climático nos ha obligado a buscar soluciones. Estamos seguros que si seguimos sembrando el agua ya no sufriremos mucho durante los periodos largos de estiaje. Cultivándola no solo garantizamos la presencia del recurso, también recuperamos la práctica y rituales que hacían nuestros antepasados y que por muchos años dimos por perdidos”, concluye el líder.
Para la implementación de estas qochas, Huacapunco contó con el asesoramiento técnico del Programa de Adaptación de Cambio Climático (PACC), de Foncodes a través del proyecto Haku Wiñay y de la municipalidad de Colquepata, al sureste de Perú, que hoy quiere replicar la experiencia en sus 27 comunidades agropecuarias.
Convencimiento
A comparación de Huacapunco, en la comunidad de Llullucha, ubicada en la vecina provincia de Quispicanchis, la idea de sembrar y cosechar el agua de las lluvias no fue aceptada por todos sus habitantes.
Solo ocho familias decidieron sacar el proyecto adelante.
Los comuneros de Huacapunco caminan hacia su qocha ubicada en lo alto del distrito cusqueño de Colquepata.
(Créditos: Julio Angulo)
“Antes de hacer la qocha y poner el dique teníamos una gran preocupación pues el cambio climático aumentó el calor, el frío, así como la intensidad de las lluvias. Cuando empezamos a trabajar la gente se rio de nosotros, ‘sonsos’ nos decían. Pero al ver que el agua de los manantes aumentaba cambiaron de opinión y ahora también quieren represar el agua en las lomadas de los cerros”, cuenta Domingo Fuentes, uno de quienes apostó por este método.
Ellos no piensan en su futuro. Piensan en el de sus hijos, de sus animales y plantas. Están convencidos que dentro de diez años el agua escaseará por completo. “Por eso queremos juntar agua desde ahora”, añade el comunero.
Otras comunidades tienen una “ventaja” en la línea de salida. En la cercana localidad de Salicancha la siembra y cosecha de agua no se empezó desde cero. Donde hoy practican esta costumbre existía una laguna temporal que al secarse no causaba efectos positivos en el paisaje ni mucho menos en los pobladores.
Tras levantar el dique de contención que impide que el agua capturada se pierda, pequeños bofedales (un humedal de altura ubicado en mesetas andinas, sobre los 3.800 metros) empezaron a aparecer a sus alrededores y con ellos también llegaron aves a los alrededores de la laguna. Pero lo más importante es que los manantes secos volvieron a ser fuente de agua y vida para esta comunidad dedicada a la producción de leche y quesos.
Hoy piensan destinar esa agua al colegio local así como acercarlo -a través de tuberías- a las familias que viven en las zonas más alejadas.
“El mayor costo que se gasta en la implementación de las qochas es la mano de obra que ellos ponen. Destinan una faena de su trabajo comunal para elaborar el dique. Caminan por muchas horas para llegar hasta lo alto de la cuenca y sacrifican otras actividades por sembrar agua”, detalla Flavio Valer, especialista del PACC Perú.
“Nosotros vivíamos cambios pero no lo asociábamos al fenómeno global. La palabra ‘cambio climático’ es nueva para nosotros. Algunos creíamos que se estaba cumpliendo lo que dice la Biblia ya que aparecieron plagas y muchos de nuestros animales morían por falta de pasto. Pero hoy la situación está mejorando. Hay más agua, más pasto, más alimento y más leche”, reflexiona Teodoro Colque Quispe, comunero de Salicancha.
En el marco del convenio de cooperación suscrito entre Helvetas Swiss Intercooperation y Foncodes para el programa Haku Wiñay se ha logrado fomentar el desarrollo de 163 qochas, comunales y familiares, en los distritos cusqueños de Ocongate, Colquepata y Ccapaccmarca, en las provincias cusqueñas de Quispicanchis, Paucartambo y Chumbivilcas, así como en el distrito apurimeño de Cotaruse en la provincia de Aymaraes.
Se espera que la experiencia de estos lugares sea replicada en las zonas altas de 12 regiones del país a través del Programa Nacional de Recarga Hídrica y Cosecha de Agua para la Agricultura Familiar que ya se formula en el Ministerio de Agricultura.