Los efectos del cambio climático no siempre son exorbitantes, a veces, sus impactos pueden pasar desapercibidos. Esto no significa, sin embargo, que no tengan connotaciones negativas para el ambiente. El funcionamiento y estructura de los ecosistemas naturales está estrechamente ligado a las condiciones climáticas, al igual que la fisiología de muchas especies.

Múltiples investigaciones han dado a conocer cómo el cambio climático está ejerciendo presión sobre las aves, modificando sus comportamientos migratorios y hasta la apariencia de sus alas y cuerpos.

Las aves podrían variar el sitio al que se movilizan durante las migraciones conforme aumente el cambio climático, ya que van a empezar a darse variaciones ambientales y algunas zonas se volverán más secas y otras más húmedas. La reinita amarilla (Setophaga petechia), por ejemplo, busca migrar a climas similares entre sí, pudiendo rastrear el tipo de clima a pesar de haberse movilizado miles de kilómetros. Esto podría indicar que los pájaros de esta especie, de manera independiente, podrían estar adaptados a climas particulares. 

Un estudio genético sugiere que ciertos individuos pueden adaptarse a zonas secas, mientras que otros pueden hacerlo a zonas húmedas. Por ejemplo, las aves que se reproducen en zonas relativamente secas de América del Norte, emigraron a partes secas de América del Sur o Central para pasar el invierno. Esto podría ocasionar que, en algunos escenarios de cambio climático, las especies adaptadas a zonas secas podrían desplazar a las adaptadas a zonas húmedas, por ejemplo. 

El tiempo en el que migran también podría empezar a sufrir variaciones conforme avance el cambio climático. El mirlo primavera (Turdus migratorius) viaja desde el norte de Estados Unidos y México hasta Canadá y Alaska cuando es época de reproducción. En ese momento, empieza la cuenta regresiva para encontrar pareja y formar una familia, engordar y zarpar de nuevo al sur, todo antes de que se acabe el corto verano. 

Un estudio ha encontrado que la migración de estas aves, por cada década que pasa, empieza cinco días antes. Los mirlos primavera están movilizándose hacia el norte cuando los inviernos aún son cálidos, lo que podría insinuar que afinan sus horarios de vuelo a las condiciones climáticas locales encontradas a lo largo del camino. Además, aprovechan que, al derretirse la nieve, pueden darse un festín de insectos. Parece ser que estas señales ambientales ayudan a estos pájaros a mantenerse al día con las estaciones cambiantes a causa del cambio climático.

Un mirlo primavera con un localizador GPS en la espalda.(Créditos: Brian Weeks)

Estas variaciones ambientales también pueden ocasionar cambios físicos que hace que las migraciones sean más complicadas y disminuya la supervivencia de las aves durante este proceso. Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid encontró que las alas de los ruiseñores han disminuido su tamaño en las últimas décadas en pro de su optimización para la migración, esto en relación a su cuerpo. Esta modificación dificulta su regreso a los sitios de reproducción después de su viaje a África. 

Se hipotetiza que el tamaño largo de las alas, el ciclo de vida corto, su tamaño de nidada mayor y la actividad metabólica de reposo mayor, son un conjunto de adaptaciones relacionadas con la migración, las cuales están controladas por un conjunto de genes. Sin embargo, estos se están viendo afectados por presiones selectivas de manera simultánea. A esta hipótesis se le conoce como “paquete de genes migratorios”.

Entonces, ¿cómo se relaciona esto al cambio climático? Debido a la modificación, en el momento de llegada de la primavera en España, los veranos secos se han alargado y se han vuelto más intensos, ocasionando que los ruiseñores más exitosos probablemente sean aquellos que tengan nidadas más pequeñas, o sea, los que tengan menos crías que cuidar. Si la selección natural está favoreciendo nidadas más pequeñas, puede que afecte los otros rasgos en el paquete de genes migratorios, ocasionando también un tamaño de ala menor.  A esto se le conoce como maladaptación, cuando la selección natural favorece un rasgo perjudicial, en vez de uno beneficioso. 

No obstante, no solo los pájaros pueden verse afectados por los cambios migratorios. Indirectamente, la migración de las aves podría también impactar en el cómo las plantas hacen frente al cambio climático. 

La mayoría de las plantas de los bosques europeos, por ejemplo, son dispersadas por aves que migran al sur, hacia latitudes cálidas, y menos por aves migrando al norte. Gracias al calentamiento global, se está dando una redistribución de la vida en la Tierra, donde hay una movilización a zonas más frescas que cuentan con condiciones óptimas para las especies. En plantas, esta movilización depende de la dispersión de sus semillas a largas distancias. Las aves migratorias, entonces, pueden brindar una mano, ya que son capaces de trasladar las semillas por miles de kilómetros. 

Un estudio encontró, sin embargo, que la  mayoría de las plantas son dispersadas por aves que migran a áreas más cálidas en otoño, mientras que sólo un 35% son dispersadas por aves que migran hacia el norte durante la primavera. La dispersión hacia las zonas más frescas del norte se ve limitada por pocas especies de aves migratorias, que además suelen ser cazadas a lo largo del camino. Aunque todos los pájaros migratorios europeos migran en la misma dirección, las que tienen mayor potencial de dispersión en zonas más frescas son aquellas que pasan el invierno en el norte de África o en Europa central y meridional. 

Todos estos hallazgos parecen indicar que las aves migratorias solo están ayudando a una minoría de especies de plantas a dispersarse a zonas más frescas, mientras que la mayoría de las especies son dispersadas a zonas más calurosas, llevando a las plantas en la dirección contraria necesaria para sobrellevar el cambio climático.

Sin embargo, no solo la migración de los pájaros puede verse afectada, su capacidad de encontrar pareja también puede sufrir un impacto. Por ejemplo, posterior a los incendios en Australia, el fairywern de espalda roja (Malurus melanocephalus) sufrió una disminución en los niveles de testosterona, lo cual se cree está relacionada a su llamativo plumaje. Muchos no lograron mudar su plumaje ornamental negro rojo, que los hace llamativos a las hembras. 

Se cree que este fallo es una respuesta evolutiva, ya que estos están constantemente sometidos a incendios forestales. El suprimir la testosterona, permanecer cafés y ser menos atractivos, puede ser una manera de retrasar su reproducción, ya que los incendios pueden destruir los pastizales donde anidan, lo que podría indicar que tal vez no es un buen momento para tener crías. Podría considerarse como una estrategia de preservación.

La Tierra se va a ir calentando en los siguientes años, las condiciones ambientales van a cambiar y, con ello, muchos comportamientos animales. En pájaros, estos efectos ya se pueden comenzar a ver, afectando no solo las fechas de migración y los sitios, sino también sus rasgos físicos e interacción con otras especies. 

Conocer cómo se va desarrollando y afectando el cambio climático en las aves, ayudará a dirigir los esfuerzos de conservación de manera más efectiva y permitirá prepararnos adecuadamente para lo que viene.

Andrea Bogantes es estudiante de biología de la Universidad de Costa Rica (UCR). Este artículo forma parte del proyecto de divulgación científica, Nuevas Plumas, de Ojo al Clima.

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