El 2020 fue 1,25 °C más caliente que el período pre-industrial establecido en 1850-1900. Otra forma de decirlo: el año pasado fue 0,6 °C más cálido que el período de referencia estándar que comprende de 1981 a 2010.

De hecho, el 2020 se convirtió en el sexto de una serie de años excepcionalmente cálidos experimentados a partir del 2015 y cerró la década más cálida a la fecha (2011-2020), según Copernicus Climate Change Service (C3S).

Es más, el 2020 estuvo muy cerca de superar al 2016, catalogado como el más cálido desde que se tienen registros. Lo que más llamó la atención de los científicos de C3S es que las altas temperaturas experimentadas el año pasado se dieron en el marco de La Niña, cuando se supone que este evento metereológico tiene un efecto de enfriamiento.

El fenómeno El Niño Oscilación Sur (ENOS) nace de la interacción de las aguas superficiales del océano con la atmósfera. Cuando hay un calentamiento anormal de las aguas, se le llama El Niño, y cuando más bien hay un enfriamiento, se conoce como La Niña.

El calentamiento experimentado en el 2020 llevó a batir varios récord, entre ellos, la temperatura más alta jamás registrada en el planeta: 54,4°C en el Valle de la Muerte, California (Estados Unidos).

En Siberia se registró el día más caluroso al norte del Círculo Polar Ártico: 38 °C. Esa temperatura se alcanzó en medio de una ola de calor que hubiese sido imposible sin el cambio climático.

Según C3S, la mayor desviación de la temperatura anual se reportó en el Ártico y al norte de Siberia. En algunas partes, esa desviación fue de 6 °C por encima de la media de 1981-2010.

“Algunas partes del Ártico y el norte de Siberia experimentaron algunas de las mayores desviaciones de la temperatura anual con respecto a la media, con una gran región que vio desviaciones de hasta 3°C y en algunos lugares incluso más de 6°C para el año en su conjunto. Mensualmente, las mayores anomalías positivas de temperatura para la región alcanzaron repetidamente más de 8°C. Siberia occidental experimentó un invierno y una primavera excepcionalmente cálidos, un patrón que también se observa durante el verano y el otoño en el Ártico siberiano y en gran parte del océano Ártico”, se lee en el informe de C3S.

Dadas las condiciones, los incendios forestales también fueron devastadores en esta región. La temporada inició en mayo e incluso llegó al otoño. Como resultado se liberó una cantidad récord de 244 megatoneladas de dióxido de carbono en 2020, más de un tercio adicional que el récord de 2019.

“Durante la segunda mitad del año, el hielo marino del Ártico fue significativamente inferior a la media de la época del año, y en julio y octubre se registró la menor extensión de hielo marino de la que se tiene constancia para el mes respectivo”, detalló el reporte.

La temporada de huracanes en el Atlántico también batió récord. En setiembre, por ejemplo, cinco tormenta estuvieron activas de manera simultánea, algo que no se había visto desde 1995.

También se observó un número récord de tormentas de rápida intensificación (10) y un noviembre particularmente activo, el cual cerró con el paso del huracán Iota -tormenta de categoría 5-  que impactó a Centroamérica -particularmente a Nicaragua y Honduras- a pocos días de haber sufrido por el huracán Eta.

Concentración de CO2

Según Global Carbon Budget 2020, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) disminuyeron 2.400 millones de toneladas debido a las medidas tomadas por la pandemia provocada por COVID-19, las cuales limitaban la movilidad de las personas y eso llevó a un menor consumo de combustibles fósiles.

Las emisiones derivadas del sector transporte fueron las que más disminuyeron a nivel mundial. Las emisiones del transporte terrestre se redujeron aproximadamente en la mitad durante el período más restrictivo del confinamiento.

En otras palabras, las emisiones de dióxido de carbono equivalente (CO2e) derivadas de combustibles fósiles fueron de 34 gigatoneladas (GtCO2) en 2020, es decir, 7% menos que en 2019.

Sin embargo, es importante recordar que determinados GEI -como el dióxido de carbono (CO2)- tienen una larga permanencia en la atmósfera y “el sistema climático está impulsado por la cantidad total de CO2 puesto en la atmósfera durante siglos”, explicó Glen Peters, director de investigación en el Centro CICERO para la Investigación Climática Internacional en Noruega.

“Si bien disminuyeron en 2020, las emisiones aún aumentaron a los mismos niveles que en 2012, y la caída es insignificante en comparación con la cantidad total de CO2 emitida durante los últimos siglos. El calentamiento global se detiene cuando las emisiones llegan a cerca de cero, y el COVID-19 no ha cambiado eso”, continuó Peters.

De hecho, y según datos de Copernicus Atmosphere Monitoring Service (CAMS), la concentración atmosférica de CO2 alcanzó las 413 partes por millón (ppm) en mayo de 2020.

“Los extraordinarios eventos climáticos de 2020 y los datos del C3S nos muestran que no tenemos tiempo que perder. Debemos unirnos como comunidad global para asegurar una transición justa hacia un futuro neto cero. Será difícil, pero el costo de la inacción es demasiado grande”, destacó Vincent-Henri Peuch, director de CAMS, en un comunicado.

¿Cuánto costó el 2020?

En su informe titulado Counting the Cost: Un año de ruptura climática, la organización Christian Aid analizó los diez desastres meteorológicos más devastadores desde el punto de vista financiero, cada uno de los cuales produjo pérdidas de más de $1.000 millones.

“La mayoría de estas estimaciones se basan en pérdidas aseguradas, por lo que es probable que la cifra real sea mucho mayor”, aclararon los autores en el informe.

Nueve eventos extremos, influenciados por el cambio climático, provocaron daños calculados en más de $5.000 millones cada uno. Por ejemplo: en África, las plagas de langostas arrasaron con cultivos y vegetación en varios países, causando daños estimados en $8.500 millones. La aparición de la plaga se ha relacionado con las condiciones húmedas provocadas por las lluvias inusuales experimentadas en 2020.

En Europa, bastaron dos ciclones para generar pérdidas de $6.000 millones, mientras que en el Golfo de Bengala, el ciclón Amphan causó pérdidas por $13.000 millones.

Las inundaciones en China e India tuvieron un coto de $32.000 millones y $10.000 millones, respectivamente. De hecho, un monzón asiático inusualmente lluvioso estuvo detrás de cinco de los diez eventos extremos más costosos.

En Estados Unidos, la factura de $60.000 millones se debe tanto a una temporada intensa de incendios forestales y huracanes. Los incendios también generaron pérdidas en Suramérica, al punto que las regiones afectadas en Brasil, Paraguay, Argentina y Bolivia se vieron obligadas a declararse en estado de emergencia.

“La pandemia del COVID-19 ha sido, comprensiblemente, una gran preocupación este año. Para millones de personas en zonas vulnerables en el mundo, el colapso climático ha agravado esto. La buena noticia es que, al igual que la vacuna para COVID-19, sabemos cómo arreglar la crisis climática. Tenemos que mantener los combustibles fósiles bajo tierra, impulsar la inversión en energía limpia y ayudar a los que están sufriendo en el frente”, manifestó Kat Kramer, líder de Política Climática en Christian Aid y autora del informe.

Para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global en 1,5 °C, el mundo necesita reducir la producción de combustibles fósiles en un 6% anual entre 2020 y 2030. Sin embargo, actualmente los países están planeando un aumento anual del 2%.

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