El Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR) coloca al cambio climático como clave en su nuevo Plan de Acción 2025–2035, reconociendo que la conservación y el desarrollo deben ir de la mano en un contexto de grandes cambios y urgencia planetaria.
Por Jair Urriola Quiroz, secretario ejecutivo del CMAR
En el escenario global actual resulta imposible ignorar la urgencia del cambio climático. Los océanos, que cubren más del 70% de la superficie terrestre, reciben el impacto directo de grandes amenazas como la acidificación, la minería en aguas profundas, la sobreexplotación de los recursos y la contaminación. Esto se combina con los efectos de un clima que cambia aceleradamente, amenazando los equilibrios más delicados de la vida marina.
Frente a este panorama, el sistema internacional ha respondido con novedosos instrumentos como el Acuerdo sobre la Biodiversidad Marina más allá de la Jurisdicción Nacional (BBNJ) y el reconocimiento creciente de los derechos de la naturaleza. No se trata de hechos aislados, sino de una respuesta global que busca tejer cooperación entre Estados, organizaciones y sociedad civil para garantizar el uso sostenible de los ecosistemas marinos en consonancia también con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Marco Global de Biodiversidad Kunming–Montreal.
En este contexto, el Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR) es una iniciativa que cobra especial importancia. Sus cuatro países miembros —Ecuador, Costa Rica, Colombia y Panamá— comparten una región de altísima riqueza biológica, pero también de gran vulnerabilidad, ubicada en el Pacífico Este Tropical.
En la cumbre climática de Glasgow, la COP26, en 2021, los presidentes de los cuatro países del CMAR anunciaron su voluntad de impulsar la creación una Reserva de Biósfera Transfronteriza que se constituya en un modelo de gestión sostenible más allá de las fronteras nacionales. Hoy, cada país miembro del CMAR avanza en los expedientes necesarios para establecer reservas de biósfera en sus propios territorios, como parte de esta visión compartida que articula compromisos internacionales con realidades locales.
No obstante, no hay que perder de vista que el aumento de la temperatura del océano, la elevación del nivel del mar y la modificación de las corrientes amenazan especies, hábitats y medios de vida en una carrera contra el tiempo. A ello se suman presiones humanas como la sobrepesca y la contaminación por plásticos e hidrocarburos. Las áreas marinas protegidas y sus zonas de influencia se encuentran en la primera línea de estos cambios y su deterioro repercute no solo en la biodiversidad, sino también en las comunidades costeras que dependen directamente de estos ecosistemas.
De ahí que el nuevo Plan de Acción del CMAR 2025–2035 coloque al cambio climático como uno de los ejes de su propuesta operativa. El reconocimiento de que el cambio climático impacta directamente los recursos y la economía de los países del Corredor, explica la decisión de integrar este tema como motor de políticas públicas y gestión regional. La biodiversidad es también la base de actividades productivas como las pesquerías y el turismo, que requieren de medidas de mitigación y adaptación para sobrevivir en un entorno en transformación.
Aun cuando la región del CMAR no es gran emisora de gases de efecto invernadero, sus ecosistemas cumplen funciones vitales como sumideros de carbono, a través de ecosistemas como manglares, pastos marinos y bosques tropicales. La adaptación, por otra parte, se presenta como la vía más urgente para reforzar la resiliencia de ecosistemas y comunidades.
El Plan de Acción plantea actividades que van desde el análisis de vulnerabilidad en áreas marinas protegidas hasta la elaboración de una estrategia regional de adaptación, pasando por la investigación científica en áreas poco exploradas, como los montes submarinos, y la capacitación técnica en temas clave como acidificación y monitoreo climático. La cooperación con centros de investigación y la creación de un repositorio regional de información climática completan un enfoque que busca no solo reaccionar, sino anticiparse a escenarios futuros.
El CMAR, en su nuevo decenio de acción, busca posicionarse como un laboratorio regional de cooperación frente al cambio climático. Su fuerza radica en la capacidad de articular voluntades, de traducir compromisos multilaterales en medidas locales y en demostrar que el futuro de los océanos depende ahora más que nunca de la cooperación regional.




