No hay duda de que si queremos que el calentamiento global se mantenga de manera segura por debajo de los 2 grados centígrados, es primordial llevar a cabo una transformación significativa del sector financiero. Esta transformación tiene que ser, a la vez, ordenada y eficaz. Afortunadamente la transformación ya está en marcha y aunque es principalmente invisible para la mayoría de las personas, la magnitud e importancia de lo que tenemos hasta ahora son enormes y alentadoras.
Primero, es necesario recordar los riegos: si no se le hace frente, el cambio climático actuaría como un gran multiplicador de riesgos, de manera que no dejaría ningún sector o país intacto. Los impactos humanos y ecológicos podrían ser catastróficos y los impactos económicos no serían menos profundos. Las compañías verían pérdidas significativas de activos debido a una meteorología extrema, las cadenas de suministro se verían perturbadas o rotas y las batallas legales en torno a las responsabilidades podrían ser amargas y costosas.
Mark Carney, Gobernador del Banco de Inglaterra y Presidente del Consejo de Estabilidad Financiera, advirtió de que los retos actuales del cambio climático no son comparables a los futuros, asegurando que “cuando el cambio climático se convierta en un problema decisivo para la estabilidad financiera, puede que ya sea demasiado tarde”. En el mismo sentido, miembros del sector de los seguros declararon que un mundo sometido a un calentamiento superior a los 2 grados centígrados es simplemente imposible de asegurar.
Muchos de estos riegos se conocen desde hace algunos años y la respuesta ha venido siendo una revolución tranquila, que en este momento oportuno ha alcanzado un punto de inflexión. Digo esto ante las abrumadoras evidencias que estamos viendo en tres áreas específicas: la divulgación de información, la comprensión de los riegos y el aprovechamiento de una enorme oportunidad. Déjenme comenzar con la divulgación.
Gracias al trabajo de CDP, GRI, SASB, entre otros, las corporaciones se han acostumbrado desde hace tiempo, y por exigencia de sus inversores, a medir y divulgar los impactos del cambio climático en sus negocios. Pero este año, se ha producido un cambio fundamental. Hemos visto al Gobierno francés exigir a los inversores institucionales que revelen la exposición climática de sus carteras y la Comisión Europea ha establecido la divulgación obligatoria de información ambiental y de cambio climático. Como resultado de su creciente preocupación, el G20 ha pedido orientación al Consejo de Estabilidad Financiera cuya posición general es que se estandarice e integre la divulgación de la exposición financiera al carbono. En los próximos meses veremos esta visión ganar relevancia. En pocos años será impensable que una compañía no identifique y tome acciones para mitigar su riesgo e impacto climático.
Igualmente significativo es el hecho de que los inversores están entendiendo los riegos y comienzan a gestionarlos de manera activa. No hace mucho tiempo, los riesgos relacionados con las emisiones de carbono se consideraban superfluos para sus principales negocios. Ahora vemos acciones a escalas impresionantes. Por ejemplo, grandes inversores están tomando medidas serias enfocadas a la descarbonización de sus carteras de inversiones. Por otro lado, vemos cómo accionistas y líderes de compañías se unen para impulsar una mejor gestión de los temas climáticos. Otro hecho notable es el cambio de destino de 2,6 billones de dólares a inversiones en tecnologías verdes. Esta semana, BlackRock, la mayor empresa de gestión de activos del mundo, se sumó a este impulso publicando un reporte que comienza con las palabras “el cambio climático y sus riesgos se están convirtiendo en una corriente dominante”. El futuro ya está aquí.
Al comprender los riegos del cambio climático, se comprenden las grandes oportunidades económicas que implica la acción climática. Esta es la primera revolución industrial que se produce intencionalmente y generará nuevas oportunidades de empleo y crecimiento estable para las próximas décadas. Los países en desarrollo cada vez lo están viendo más claro y están actuando con liderazgo al respecto. Los países en desarrollo van camino este año de invertir más en energías renovables no hidráulicas que las naciones industrializadas. También el año pasado vimos el mercado de los bonos verde crecer por encima de los 40.000 millones de dólares y la inversión total en energías renovables superó los 300.000 millones de dólares, lo que supone que esa cifra se ha multiplicado por seis en diez años.
Estos números aún son pequeños si se comparan con la economía total pero lo que es significativo es la tendencia. A una escala masiva, los inversores están usando datos cada vez más sólidos para tomar decisiones racionales sobre la redirección de los capitales de la economía de ayer a la de mañana. Aunque el camino estará lleno de curvas inesperadas, no es difícil ver hacia dónde lleva.
Estas tres áreas que he destacado muestran que el mundo está en el umbral de una trasformación, que raramente hemos tenido el privilegio de vivir. La COP21 es una parte crítica de esta espiral que toma fuerza. El acuerdo que vamos a ver en dos semanas será un impulso y una certeza de que esta tendencia es ya irreversible, lo que a su vez hará que los capitales fluyan más rápido y que el ciclo positivo de transformación aumente. Aún no sabemos cómo será el futuro. Tendremos que innovar y crear nuestras propias soluciones a los problemas que se planteen. Pero estamos capacitados para ello y más que listos para la tarea.
Los próximos diez años de transformación financiera harán que los últimos diez sean vistos como estáticos.
Esta entrada apareció originalmente en el sitio de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.