Jazziel Baca vive en el municipio de Esquías, en el occidente de Honduras, uno de los más afectados por la plaga del gorgojo descortezador, que dañó casi 500.000 hectáreas de bosque de su país entre el 2013 y el 2015.

Se suponía que la plaga que aniquilaba los pinos detendría su paso con la lluvia, pero pasaron los meses húmedos y nada cayó del cielo. Hoy, con menos árboles, contó a la agencia IPS que su pueblo tiene, también, menos agua, sus suelos están erosionados y algunas de las comunidades vecinas enfrentan sequías.

No es el único problema que provoca que se queden sin agua.

En Honduras la cobertura forestal cayó en casi un tercio al pasar de 57 por ciento en el 2000 a 41 por ciento en el 2015, explicado por el aumento de monocultivos, proyectos extractivos, ganadería y la agricultura migratoria.

Se trata del país de América Central con mayor caída en la cobertura forestal, en una región donde todas las naciones, menos Costa Rica, destruyen su capa de bosques.

De hecho, según destaca el Programa del Estado de la Región en las estadísticas ambientales de 2017 que publicó este mes, desde 2000 América Central tuvo una caída en su cobertura forestal y de humedales, vitales en la mantención de cuencas acuíferas, que coincidió con un aumento regional generalizado en las emisiones de gases de efecto invernadero, los que más contribuyen al recalentamiento planetario.

No es una buena noticia, dijo Alberto Mora, coordinador de investigación del Estado de la Región, más aún si se considera que la región podría tener 68 departamentos en condiciones de alta aridez hacia finales de siglo, cuando actualmente son menos de 20 los que presentan esta condición.

Mora también destacó que las estimaciones de demanda de agua potable podrían crecer en un 1.600 por ciento para el año 2100, de acuerdo al estudio que elabora el Estado de la Nación.

“Esto agudiza mucho los impactos del calentamiento global y del aumento de las temperaturas, sobre los ecosistemas y las especies que hay en ellos. Es realmente un problema grave en Centroamérica”, comentó a IPS.

Menos árboles, menos alimentos

Baca, ingeniera ambiental que participa en la organización no gubernamental ambientalista Amigos de la Tierra, explicó que los campesinos están migrando montaña arriba, porque los suelos donde antes trabajaban ya no son fértiles. Así, utilizando prácticas como la quema y la roza, cultivan sus granos básicos.

Pero, además, contó, “tenemos sequías muy prolongadas y, al no tener temporadas de lluvia, los campesinos y campesinas no pueden sembrar sus alimentos, provocando situaciones de emergencia en cuanto a la seguridad alimentaria”.

Al oeste de Honduras, en su vecino Guatemala también se reportan pérdidas en los mantos forestales. En 2000, era 39 por ciento de su territorio el que estaba cubierto por árboles, mientras que en el 2015 esa proporción había descendido a 33 por ciento.

Aunque cada vez se talan menos hectáreas en ese país, el problema persiste y genera graves retos de seguridad alimentaria.

Ogden Rodas, especialista de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en ese país, explicó a IPS desde Ciudad de Guatemala que la pérdida de bosques está afectando la capacidad de obtener alimentos de los guatemaltecos de múltiples formas.

Actualmente, dijo, comunidades campesinas y de indígenas tienen menos alimentos procedentes de semillas, raíces, frutos u hojas y menos trabajos, que antes eran generados por las limpias, podas, entre otros.

Su capacidad de llevar alimento a sus hogares también se ve impactada, pues la destrucción de la capa forestal golpea los ciclos hidrológicos que luego sirven para la agricultura de riego.

Roda cree que su país tiene que fortalecer la gobernanza, el ordenamiento de los cultivos agroindustriales como la caña de azúcar y la palma africana, crear alternativas para los grupos que viven en el bosque y desarrollar estrategias para el uso sostenible de la leña: un problema común en la región.

En Honduras, recordó a IPS desde Tegucigalpa otro especialista de la FAO, René Acosta, el gobierno se ha comprometido a restaurar hasta un millón de hectáreas hacia el 2030, pero la tarea será imposible si no se coordina con todos los actores involucrados, se generan incentivos y capacidades de negocios ecoturísticos.

Costa Rica aumenta cobertura boscosa

La cobertura forestal centroamericana decreció de 46 por ciento en 2000 a  41 por ciento en  2015, en un fenómeno diferente en cada país.

Nicaragua, pasó de 32 a 26 por ciento de capa boscosa, Panamá la redujo de 66 por ciento a 62 por ciento y El Salvador de 16 a 13 por ciento.

La excepción fue Costa Rica donde más de la mitad (54 por ciento) de los suelos de están cubiertos por árboles, cuando 15 años atrás la proporción era de un 47 por ciento.

Pieter Van Lierop, oficial forestal del Grupo de Recursos Naturales, Gestión de Riesgos y Cambio Climático de la FAO en Costa Rica, explicó que hay muchas razones que fundamentan ese proceso.

Eso se debe, afirmó, “en parte a la priorización de la política forestal para los gobiernos del país”.

“Otro de los factores es los cambios estructurales en la agricultura, que han reducido la presión para convertir bosques en terrenos agrícolas y han dado lugar a un incremento de la superficie de bosques secundarios y los controles jurídicos para evitar el cambio del bosque natural a otros usos de la tierra”, dijo.

Algunas prácticas sostenibles apoyan ese aumento de las áreas boscosas en el país.

Por ejemplo, existe un programa de pago por servicios ambientales desde hace dos décadas, financiado por un impuesto a los combustibles fósiles, entre otras fuentes.

El Estado paga el equivalente a 300 dólares cada cinco años por cada hectárea privada de bosque protegido y 1.128 dólares  para los propietarios que deseen crear un bosque secundario en sus fincas.

“¿Qué hemos ganado con esto? Que mucha más gente venga a ver los bosques”, explicó Gilmar Navarrrete, uno de los encargados de la jefatura del programa del Fondo Nacional de Financiamiento Forestal.

“También recientemente pasó el huracán Otto: si las coberturas de bosque no existieran de la forma en que existían, el impacto habría sido gravísimo”, aseguró a IPS.

Hay otros programas. Lourdes Salazar trabaja en Paquera, Lepanto y Cóbano, al noroeste de Costa Rica,  con 83 productores en un programa financiado por la no gubernamental Fundecooperación y apoyado por otras instituciones públicas,

“Vamos de la mano con los productores porque queremos que se adapten al cambio climático, que establezcan pasturas mejoradas, y que cambien la mentalidad. Queremos que dejen que crezcan árboles frutales, maderables, para sombra, que también les van a ayudar a producir más”, dijo a IPS la ingeniera agrónoma.

Salazar forma parte de un proyecto con 10 millones de dólares de fondos, que pretende impactar a 400 fincas de alrededor de cinco hectáreas, en las que cada productor debe reforestar mientras se dedica a su actividades agropecuarias de ganado, huertas orgánicas y porquerizas.

“Ellos mismos dicen que es más beneficioso. Si en un potrero había solo un árbol ahí se amontonaban todas las vacas. ¿Por qué no dejar más árboles? Ellos mismos han ido aprendiendo que producen más cuando implementan este tipo de prácticas”, cerró Salazar.

CréditosIPS Noticias – Daniel Salazar . Editado por Estrella Gutiérrez

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