El área marina entre el Parque Nacional Cahuita y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo, en el Caribe costarricense, es reconocida mundialmente por su importancia para la biodiversidad.
De hecho, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la considera una Zona Clave para la Biodiversidad (KBA, por sus siglas en inglés) porque contribuye significativamente a la salud del planeta.
“La importancia ecológica de la zona es enorme; se sabe que hay megafauna como aves, cetáceos o tortugas que viven y habitan en este corredor”, dijo Úrsula Parrilla, directora regional de la UICN para México, América Central y el Caribe.
Pero, a pesar de su relevancia ecológica, la zona está sufriendo serias amenazas por el cambio climático y también presiones de la pesca semiindustrial, por lo que urge invertir en la conectividad de estas dos áreas silvestres protegidas para favorecer su conservación.
Por ello, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) aprobó un financiamiento por $4 millones para implementar el proyecto “Corredor Azul: conectividad para la conservación, restauración y uso sostenible de los ecosistemas marinos de importancia global en el Caribe Sur de Costa Rica”.
El proyecto será ejecutado por la UICN y la Organización de Estudios Tropicales (OET), mientras que el dinero provendrá del Fondo Marco Mundial para la Diversidad Biológica (GBFF, por sus siglas en inglés). El GBFF precisamente se creó para ayudar a implementar el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal, así que Costa Rica está entre los primeros beneficiarios.
¿Cual es el objetivo de este corredor azul?
El corredor azul busca asegurar la conectividad ecológica. “Uno de los atributos más importantes del proyecto es la conectividad. Si bien las áreas silvestres protegidas ya existen, lo que se quiere es conectarlas y que sean gestionadas de una manera integral”, indicó Parrilla.
Con esto no solo se pretende mejorar la conservación de los ecosistemas y las especies, sino que al mismo tiempo se refuerzan los medios de vida sostenibles para las comunidades locales.
“Esto pasa también por construir y diseñar una estructura de gobernanza participativa, que va a incluir a las autoridades centrales, pero también es importante incluir a las autoridades y comunidades locales”, aseguró Parrilla.
Otro objetivo que tiene el corredor azul tiene que ver con la gestión sostenible, una vez que el proyecto ya esté establecido. Uno de sus focos principales es restaurar y revertir el blanqueamiento de corales y la contaminación de plásticos para mejorar la calidad del agua.
“Hay actividades dentro de este objetivo que se van a fomentar, como es la pesca artesanal y actividades de turismo sostenible. Esto con el objetivo de ayudar a las economías locales, lo cual va a mejorar también esa interacción con los recursos naturales”, aclaró Parrilla.
Como tercer objetivo, se planea trabajar en la sostenibilidad financiera, regulatoria y legal del corredor marino. Para ello se tiene previsto analizar diferentes mecanismos financieros a largo plazo.
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“Creo que algo muy innovador que vale la pena mucho resaltar aquí es la importancia de trabajar de la mano con el Gobierno, con el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) y con las organizaciones locales, en lo que podría ser una OMEC (Otras Medidas Efectivas de Conservación Basada en Áreas)”, señaló Parilla.
Sin ser un área silvestre protegida, la OMEC se define como un área geográfica que es gobernada y gestionada para la conservación de la biodiversidad a largo plazo, pero también contempla valores culturales, espirituales, socioeconómicos y otros que son localmente relevantes. Contempla el paisaje desde un enfoque más integral.
A través de una OMEC, por ejemplo, se puede reconocer las contribuciones que realizan comunidades campesinas, indígenas y otros colectivos étnicos. También se baraja como una herramienta para alcanzar el objetivo 30 x 30 contemplado en el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal, que establece la conservación del 30% del territorio terrestre y 30% del marino al año 2030.
Como cuarto y último objetivo del corredor azul, se prevé crear un sistema de monitoreo participativo junto a las comunidades y autoridades locales, el cual servirá de insumo para la toma de decisiones.
“Lo que es importante es darle la voz a los pueblos indígenas, a las comunidades locales y no solo escuchar problemas, sino escuchar también las soluciones que vienen trabajando por décadas, incluso por siglos”, señaló Parrilla.
En este momento, el proyecto se encuentra en su fase inicial, esto quiere decir que ha sido aceptado. Lo que sigue es diseñar sus objetivos, metas e indicadores de manera participativa junto a la OET y demás socios.