La persistencia y constancia de las tortugas marinas en su carrera por la supervivencia no parece ir tan rápido como el cambio climático.

No es un buen tiempo para ninguna de las siete especies de este tipo de reptiles. Ya afectadas por el impacto de las pesquerías y el saqueo de huevos, las tortugas marinas suman nuevas amenazas que podrían reducir las proporciones de tortugas macho en el futuro, acortar la probabilidad de eclosión de los nidos e incluso variar las temporadas y sus sitios de anidación.

Esa no es buena noticia en un lugar como Costa Rica, donde anidan cinco de las siete especies de tortugas marinas, según subraya la bióloga Pilar Santidrián, directora científica de Leatherback Trust, una organización dedicada a la protección de la tortuga baula.

Más calor, más hembras

Aunque los escenarios locales pueden variar, el cambio en las precipitaciones, la temperatura y la erosión costera serían responsables de esos fenómenos que golpearían la eclosión de los huevos e impactarían sus áreas de alimentación.

Por ejemplo, las proyecciones a futuro muestran que si las temperaturas aumentan también crecerá la proporción de hembras, pues las tortugas marinas definen su sexo a partir de la temperatura que recibieron los huevos en la arena. Las curvas varían entre especies, pero las temperaturas bajas producen altísimas proporciones de machos, las temperaturas intermedias producen ambos sexos y las elevadas solo producen hembras.

Un estudio de Santidrián hizo proyecciones a futuro para observar el comportamiento de las tortugas baula en Playa Grande y observó que, si las temperaturas aumentaban, crecía también la proporción de hembras y –por tanto– la población se acrecentaba. Esto indica que habría más hembras desovando en el futuro.

Sin embargo, el aumento en la temperatura no es necesariamente bueno. De hecho, el fenómeno observado por los investigadores solo sucedía si las temperaturas aumentaban entre 0,1 y 0,5 grados centígrados. Si la temperatura crecía 0,6 grados o más, la población empezaba a disminuir, pues las condiciones se vuelven cada vez más difíciles para la eclosión de huevos.

“En ese momento ya no se puede compensar el efecto de la temperatura en la determinación del sexo. Al final, la población continúa disminuyendo por ese efecto que tiene la temperatura en los huevos”, dijo la investigadora.

Las tortugas definen su sexo a partir de la temperatura de la arena, donde se encuentran los nidos. Si la temperatura aumenta, la proporción de hembras también crece.(Créditos: AFP)

Los cambios en las temperaturas podrían afectar especialmente a tortugas grandes como la baula, que –a diferencia de otras, como la lora– suelen poner los huevos a mayor profundidad en la arena.

“En tortugas baulas, por ejemplo, la temperatura a lo largo del día puede cambiar solo 0,1 grados, prácticamente nada. Mientras que un nido de lora puede variar en un grado o más. Eso hace que los nidos de lora sean más resistentes a la temperatura, porque están acostumbrados a esos cambios. Ante un cambio de temperatura –aunque sea pequeño– los nidos de baula son mucho más susceptibles que los de lora, por ejemplo”, explicó Santidrián.

Lluvias y erosión: otra carga al caparazón

Los niveles de lluvia moderados son beneficiosos para la incubación de los huevos de las tortugas, pero si llueve demasiado los nidos se pueden inundar, y si llueve muy poco los huevos tampoco tendrán las condiciones de humedad que necesitan para poder eclosionar. Por eso, las lluvias constantes pueden ser muy beneficiosas en zonas secas, pero perjudiciales en zonas muy húmedas.

En Playa Grande, por ejemplo, un estudio elaborado por Santidrían y otros once investigadores, en el 2015, encontró que a mayor lluvia aumentaba el éxito de eclosión de las tortugas baulas, en forma casi lineal. En el 2012 también habían observado el efecto de la lluvia en el éxito de eclosión y de emergencia (el éxito de los neonatos en el proceso de emerger, en relación con los que han salido del huevo); en ambos casos la lluvia favorecía la eclosión y la emergencia de tortugas.

La erosión en las costas puede dejar los huevos de las tortugas al descubierto, e impedir su incubación. (Créditos: Foto: Javier López Navas )

Sin embargo, la región centroamericana no parece avizorar aumentos en las lluvias. Según el Estado de la Región, Centroamérica pasaría de tener alta aridez en siete departamentos (provincias) en el período 1950-2000, a 20 en el año 2020, 38 en el año 2050 y a 68 para finales de siglo.

La erosión también podría afectar la anidación de tortugas. La más importante zona de desove de tortugas verdes en el mundo, Raine Island (una pequeña isla de menos de treinta y dos hectáreas en Australia), está perdiendo sus playas y las zonas rocosas están cada vez más expuestas. Cuando las tortugas intentan regresar al mar se caen o quedan atrapadas, lo que ha implicado que el Gobierno de Australia invierta en hacer rellenos, y en proyectos de restauración del hábitat.

Soluciones temporales

Mientras tanto, algunas soluciones temporales al problema requieren de la intervención humana directa.

“Obviamente, las políticas globales serían lo más efectivo en una reducción de las emisiones, pero puede haber políticas de mitigación del cambio climático más locales, como lo que están haciendo los australianos en Raine Island, y se puede hacer mitigación local, regando la arena desde antes de la temporada para que tenga la humedad suficiente, o sombreando los nidos”, explicó la bióloga.

Son soluciones temporales, indicó, porque lo ideal sería que las tortugas puedan sobrevivir sin ninguna intervención.

Mientras tanto, la pregunta abierta es si las tortugas marinas podrán sobrevivir, como lo han hecho por millones de años. Porque aunque ya han perdurado a cambios climáticos anteriores, nunca se han enfrentado a un fenómeno tan veloz, cerró Santidrián.

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