Han pasado dos años desde que un bono comunal colectivo cambió el rostro con que la localidad limonense de Cieneguita hacia el mar Caribe.
En lugar de una vía algo maltrecha entre la playa y las primeras casas, la inversión permitió construir un bulevar con una ciclovía costera, juegos para niños y un espacio deportivo donde hacen ejercicio grupos de jóvenes a media mañana desde marzo de 2015.
“El bulevar ha logrado un cambio de 180 grados en esta parte de la comunidad”, dice el líder comunal Ezequiel Hudson, de 67 años, sobre los nuevos espacios de recreación y convivencia con que cuentan los 5.400 habitantes de esta localidad aledaña a la ciudad de Puerto Limón.
Sin embargo, esta inversión de ¢1.400 millones está en peligro ante la erosión costera que lava sus cimientos y el aumento del nivel del mar, que en ocasiones, inunda el nuevo bulevar.
Los pobladores de Cieneguita, de hecho, están preocupados por el efecto que el cambio climático puede tener en su comunidad.
Las estimaciones más conservadoras ubican el aumento del nivel del mar entre 20 y 60 centímetros para 2100, pero nuevos análisis apuntan a un incremento aún mayor, lo que podría dañar irremediablemente la vida de una localidad cuyos habitantes se dedican a la pesca o al trabajo en los muelles de Puerto Limón.
“Hace unos días el mar se alzó, cruzó toda la calle”, explica Reynaldo Charles, presidente de la Asociación de Desarrollo Integral de la comunidad, en un recorrido a mediados de marzo por el área.
Líderes comunales y vecinos temen que la acción de las olas socave los cimientos de la ciclovía y acabe destruyendo la nueva obra. Charles y Hudson reportan que la mayoría de los árboles de almendro que decoraban el bulevar ya han desaparecido.
El impacto es irregular. En algunos puntos, la playa está llena de palos que la marea arrastra y, en las zonas más críticas, las olas devoraron completamente la arena y se detienen a una docena de metros de las primeras casas.
No siempre fue así. Los vecinos dicen que hasta hace unos años, la playa tenía 50 metros de profundidad y allí jugaban los niños y pescaban los adultos de Cieneguita.
Ahora, sin embargo, el mar toca la puerta de las casas cuando hay marea alta y los vecinos deben colocar sacos de arena para protegerse.
“Esto tienen que arreglarlo ahora o en unos pocos años, porque esto es un tema de prevención”, dice el pensionado Eliécer Quesada, de 68 años, mientras mira el rompeolas que detiene el mar Caribe a unos pasos de su casa.
Frente a él prácticamente no hay playa, solo el ir y venir de las olas que golpean contra las rocas que colocó hace unos años el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) para proteger unos cables subterráneos.
Sin embargo, la entidad trasladó tierra adentro los cables de Internet que buscaba proteger y los vecinos temen que no vayan a tener más ayuda de ellos en los próximos años.
“Vaya a ver cómo están los Países Bajos o Bélgica, con unos rompeolas y diques enormes por donde pasan hasta calles”, dice Quesada, quien trabajó como marinero toda su vida y conoció puertos alrededor del mundo.
El resto de la costa caribeña de Costa Rica tiene problemas similares de erosión costera, dice el oceanógrafo Omar Lizano, del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) de la Universidad de Costa Rica.
“Es un proceso que se está viviendo en toda nuestra costa Caribe e imagino que lo mismo ocurrirá en Nicaragua, en Panamá y en todo el Caribe”, dice a IPS este especialista en oleaje y corrientes marinas.
Desde hace varios años, Lizano monitorea las playas del Caribe y observa cómo las olas se comen metros y metros de arena.
“Hay aumento en el nivel del mar, aumento en la velocidad del viento y aumento en la velocidad de las olas. Todo eso lo hemos documentado”, apunta el especialista del Cimar.
En el Caribe sur de Costa Rica, por ejemplo, el Parque Nacional Cahuita ha perdido decenas de metros de playa de anidación de tortugas, lo que supone una amenaza para las poblaciones que desovan en la zona.
Un estudio publicado en 2014 por el Programa de Cambio Climático y Cuencas del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) determinó que el nivel del mar aumenta en promedio dos milímetros al año frente a la oriental provincia de Limón, que aglutina de norte a sur la costa caribeña del país y de la que Puerto Limón es su capital.
El informe analizó la vulnerabilidad climática de las zonas costeras del Caribe centroamericano y determinó que los distritos costarricenses que dan al mar tienen una capacidad de adaptación alta y muy alta.
En parte, esto ocurre por la organización comunal, con grupos como el que lidera Charles, y el por el apoyo institucional que se traduce en acciones concretas, como el rompeolas construido por el ICE y otro cercano que hizo la Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica.
Los vecinos de Cienaguita piden más recursos para diseñar nuevas estructuras protectoras, que incluso podrían transformar en un malecón para que la comunidad lo utilice. Quesada aboga por mitigar la erosión del mar con tetrápodos (o jackses), una estructura de concreto de cuatro ejes y muy estable, que es usada como rompeolas.
Lizano dice que esta no es una situación sostenible por mucho tiempo. Otros países pueden invertir en infraestructura para aliviar a los pobladores, como un rompeolas o un malecón, o bien puede rellenar la playa para ganar tiempo, pero esto no es viable por su costo para Costa Rica.
“Si no tenemos recursos para hacerlo, lo único que podemos hacer es movernos a lugar más altos. Esa es nuestra medida de adaptación”, apunta.
El líder comunal Charles dice que ha pedido ayuda de la Municipalidad de Puerto Limón y de entidades nacionales, pero todas alegan que no tienen recursos disponibles.
Costa Rica está en las fases iniciales de su Plan Nacional de Adaptación, un amplio documento que definirá el camino que seguirá el país para protegerse de los peores impactos del cambio climático y tanto los asentamientos urbanos como las áreas costeras serán prioridad. Debe presentarse a mediados del 2018.
“Creo que necesitamos empezar a hablar muy seriamente de la vulnerabilidad de las comunidades costeras marginales, como Cieneguita o Chacarita (en el Pacífico costarricense)”, dijo el coordinador sectorial de cambio climático para el Ministerio de Ambiente y Energía, Pascal Girot.
A partir de ese esfuerzo se pueden articular acciones más concretas, cree el experto. “Ellos estarán muy afectados por el aumento del nivel del mar”, dijo Girot, quien liderará el proceso nacional de adaptación climática.
Esta nota fue publicada originalmente por IPS Noticias.