Lucía Molina
Cuando un grupo de investigadores costarricenses revisó las cámaras trampa que tienen instaladas para detectar jaguares en Osa, Guanacaste y el Caribe, notaron que varios animales habían cambiado sus patrones de comportamiento.
Los científicos observaron en los últimos años una coincidencia entre la expansión del “veranillo de San Juan” –ese período de días secos que experimentamos en medio de la época lluviosa alrededor de junio– y estos cambios en la vida silvestre. Uno de los animales afectados era el venado cola blanca, una presa asociada a los jaguares.
Estos cambios motivaron a los investigadores a preguntarse, ¿qué sabemos de cómo el cambio climático puede afectar a estos venados?
Luego de revisar hallazgos de otros grupos de investigación y comparar resultados, concluyeron que los venados cola blanca en otras partes del continente cambiaron de hábitos migratorios, aumentaron su probabilidad de enfermar y redujeron su actividad sexual ante la inestabilidad climática.
“En la naturaleza todo tiene una sincronía, el cambio climático lo que viene es a alterarla”, explicó Eduardo Carrillo, uno de los cuatro biólogos que colaboraron en la publicación.
El trabajo fue presentado en la edición de enero-junio de la Revista de Ciencias Ambientales por cuatro investigadores del Instituto Internacional en Manejo y Conservación de Vida Silvestre (Icomvis), de la Universidad Nacional (UNA).
Los investigadores recopilaron más de 4.000 publicaciones académicas sobre los venados cola blanca en un periodo de 16 años (2000-2016). De estas publicaciones solamente 18 abordaron temas de cambio climático y dos describieron manifestaciones en el Trópico, ninguna de ellas al sur de México.
La carencia de información científica sobre esta y otras especies animales preocupa a los investigadores. Sin información de calidad, dicen, no se le puede hacer frente al cambio climático.
Según los científicos de la UNA, los cambios en una especie como el venado cola blanca provocan un efecto cascada en muchas otras, por ejemplo, como respuesta a las intensas sequías o inviernos se están dispersando, lo que afecta poblaciones vegetales que no están acostumbradas a ser camino o alimentación de la especie. Paralelamente, esto afecta a pumas y jaguares a los que ahora se les dificulta encontrar a sus presas
Las poblaciones de venados de climas fríos se ven obligadas a migrar y cruzar carreteras por el aumento de la nieve, lo cual provoca un aumento de las muertes por atropellos.
Además, la población tampoco crece ya que los cambios bruscos de temperatura afectan la calidad y cantidad de las plantas que ellos consumen. La comida no les proporciona suficiente energía para reproducirse ni a sus crías la nutrición necesaria para sobrevivir.
“En vida silvestre tenemos que entender también lo que hacen los químicos atmosféricos, los meteorólogos; tenemos que entender procesos de los que no sabemos nada”, explicó Víctor Montalvo, biólogo e investigador de la publicación.
Pero lo que más preocupa a estos investigadores es que las publicaciones científicas sigan girando en torno a la adaptación y salvación del ser humano, sin tomar en cuenta que inevitablemente desapareceremos si dejamos perecer al ecosistema del que somos parte.