Con el objetivo de detectar tsunamis y monitorear el nivel del mar, Costa Rica recibió la donación de cuatro nuevos mareógrafos, los cuales se ubicarán en Puntarenas, Golfito, Cuajiniquil y Puerto Jiménez.

De esta manera, el país pasará a tener un total de siete mareógrafos: uno en el Caribe (muelle de Japdeva, Limón) y seis en el Pacífico.

“Esto nos permite recolectar una cantidad de información enorme sobre cómo responden las costas del país físicamente a los tsunamis y nos van a permitir validar modelos”, dijo Silvia Chacón, coordinadora del Sistema Nacional de Monitoreo de Tsunamis de la Universidad Nacional (Sinamot-UNA).

Los mareógrafos fueron donados por la Unión Europea —a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)— a la Red del Nivel del Mar del Sinamot-UNA como parte del proyecto Acción Proyectiva.

Precisamente, Acción Proyectiva busca fortalecer las capacidades del país para que diversos actores, públicos y privados, utilicen información climática para sustentar los procesos de toma de decisiones. Por ejemplo, las municipalidades pueden seguir las guías metodológicas con el fin de obtener datos que permitan formular planes reguladores más ajustados a la realidad del cantón.

El proyecto es ejecutado por el Instituto Meteorológico Nacional (IMN), AECID y la Fundación de la Universidad de Costa Rica (FundaciónUCR) con fondos aportados por el programa EUROCLIMA de la Unión Europea.

Mareógrafos

Un mareógrafo es un instrumento que permite registrar de forma numérica, gráfica o digital las variaciones del nivel del mar.

Cada nuevo mareógrafo incluye una antena satelital, paneles solares, un sistema de almacenamiento de energía, así como un sensor de presión de fondo y otro de temperatura superficial del agua, además de dos radares.

El sensor de presión de fondo, por ejemplo, mide cada 3 segundos y promedia cada minuto, mientras que los sensores de radar miden continuamente y realizan un promedio cada minuto. Uno de ellos transmite ese promedio de cada minuto y el otro realiza un segundo promedio cada 5 minutos que es el que transmite.

Los tres sensores transmiten los datos de nivel del mar cada 6 minutos vía satelital. “Ellos miden el nivel del mar cada 10 segundos, promedian los datos cada minuto y cada 6 minutos transmiten esos seis datos a través de un satélite. Por lo que es en tiempo real”, detalló Chacón.

En Puntarenas, el nuevo mareógrafo (izquierda) se colocó al lado de la estación meteorológica (izquierda), lo cual es favorable para el análisis de datos. (Foto: Katya Alvarado).

Estos datos se pueden ver en la página web del Sea Level Station Monitoring Facility (SLSMF) de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (IOC) de la Unesco. Asimismo, se comparten con el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico (PTWC) en Hawaii.

En cuanto a los datos de temperatura superficial del mar, estos se descargan manualmente de forma periódica, labor a cargo del personal del Sinamot-UNA.

Para Chacón, estos mareógrafos permitirán “validar modelos de predicción y de pronóstico para definir áreas de inundación por tsunami y tiempos de llegada ante una eventual emergencia”, lo cual permitirá una mayor preparación y seguridad para las costas.

Los nuevos mareógrafos se estarán georreferenciando para así poder vincular los nuevos datos con los obtenidos entre 1941 y 2003 por los otros instrumentos. Esta acción permitirá contar con aproximadamente 80 años de datos.

“Cuando hacemos un modelo queremos saber qué tanto se inundaría el país por un tsunami que viene. Si no tenemos registros reales de 100 años, no sabemos qué tan buenos son los resultados que estamos obteniendo. Entonces, los registros de los mareógrafos que ya teníamos sumados a los que aportarán los nuevos instrumentos, nos permiten validar y verificar modelos. Y pues por supuesto que permiten medir los efectos del cambio climático en el nivel del mar y en la temperatura”, explicó Chacón.

Los datos de nivel del mar permiten establecer las constantes de marea y eso a su vez permite hacer predicciones, pero también se podrían revisar los históricos para ver cómo ha cambiado la marea a lo largo del tiempo y ver el incremento del nivel del mar.

“Nosotros no hacemos ese trabajo, pero los datos están ahí. Cualquier persona o grupo de investigación que quiera usar los datos viejos, se los podemos compartir. Los actuales están en línea. Y se supone que son para eso”, señaló Chacón.

El incremento del nivel del mar y el aumento en la temperatura superficial del mar influyen en la erosión costera (desgaste gradual de las costas), lo cual incrementa la vulnerabilidad de las comunidades ante los desastres.

“Cuando venga una tormenta o venga un tsunami, va a encontrar un mar más alto, más elevado que lo que estaba antes, e inclusive va a encontrar una costa más erosionada. Eso amplifica los efectos de los desastres porque vuelve a la costa más vulnerable a los impactos”, explicó Chacón.

Comúnmente se cree que los tsunamis se originan únicamente por causas tectónicas, pero los desprendimientos de masas de hielo en zonas polares e incluso los derrumbes a causa de la erosión costera pueden provocarlos. Y ambos casos están relacionados al cambio climático.

Los nuevos mareógrafos están valorados en más de $90.000. (Foto: Katya Alvarado).

Guías metodológicas

Aparte de los instrumentos, y en el marco de Acción Proyectiva, se elaboró una guía metodológica para escenarios de nivel del mar y erosión costera. La idea es que pueda ser utilizada por municipalidades, comunidades e incluso empresas para incluir datos geoespaciales en la planificación territorial y la gestión del riesgo.

“Los estudios de nivel del mar y erosión costera permite analizar y prever cómo el aumento del nivel del mar inducido por el cambio climático, el fenómeno de El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) y el apilamiento del oleaje en combinación con la erosión costera afecta las áreas costeras, específicamente en las regiones del Pacífico y el Caribe”, se lee en la guía.

Las municipalidades, al integrar datos científicos y proyecciones a los procesos de planificación territorial y de ordenamiento espacial marino, podrían anticipar los efectos del cambio climático y tomar medidas preventivas frente a la pérdida de terrenos e infraestructuras que resultan claves para las poblaciones costeras.

Una segunda guía metodológica aborda el tema de riesgo en proyectos de infraestructura pública vial. Esta permitiría identificar y priorizar amenazas, cuantificar la vulnerabilidad e indicar las orientaciones necesarias, con el fin de definir medidas de mitigación y adaptación que brinden resiliencia.

“La guía no pretende ser un manual para la protección total de la infraestructura, ni tampoco para diseñar obras de protección. No recomienda tipos específicos de obras ni ofrece soluciones predefinidas, sino una serie de recomendaciones para abordar la integralidad de la gestión del riesgo, comenzando por conocer los aspectos básicos de las amenazas y de la vulnerabilidad. El documento ofrece un proceso estructurado que permite abordar la identificación de los problemas generales y básicos, y los elementos que deben tomarse en cuenta a la hora de concebir y aplicar las soluciones”, señalaron sus autores.

Asimismo, se elaboró una tercera guía metodológica para el análisis de islas de calor en área urbana y urbana rural. El objetivo es proporcionar herramientas que faciliten la integración de datos geoespaciales en la planificación urbana y la gestión ambiental de los territorios, con tal de hacerlos más resilientes.

Al igual que la guía de erosión costera, la de islas de calor también está pensada para que pueda ser empleada por municipalidades y otras instituciones estatales. De esta manera, los funcionarios podrán identificar áreas críticas afectadas por las islas de calor urbana para así proponer medidas de adaptación con implicancias directas en el bienestar de las comunidades.

Se decidió colocar el mareógrafo en el muelle de cruceros de Puntarenas por ser un espacio firme, donde la estación no se vea influenciada por movimientos externos para que lo único que mida sea el movimiento del mar. (Foto: MINAE-IMN).

“Los tres estudios lograron desarrollar metodología del lado de la gestión del riesgo —básicamente riesgo, amenaza, exposición, vulnerabilidad— y creo que este es un paso importante para muchos gobiernos locales, pero no llegamos a valorar los daños y un análisis de riesgo implica el análisis de los costos o las posibles pérdidas que se pueden dar. La verdad es que tuvimos poco tiempo, pero es algo que queda como recomendación para posteriores estudios”, dijo Javier Saborío, coordinador de Acción Proyectiva.

Las guías fueron acompañadas por un proceso de capacitación que constó de 11 talleres, los cuales contaron con más de 300 participantes de instituciones gubernamentales, sociedad civil, gobiernos locales, academia y otros organismos especializados.

“Queríamos que la capacitación fuera para personas que pudieran replicar estas metodologías que no se han empleado tanto en Costa Rica. En el país se ha dado más un enfoque de amenazas y no propiamente de riesgo. Hemos sido muy buenos en la parte de atención del desastre, pero no tanto en las fases previas que es donde todavía faltan muchos estudios para que lleguemos a tomar mejores decisiones en cuanto a planificación territorial”, comentó Saborío.

Para el coordinador de Acción Proyectiva, aparte de enfocarse más en prevención, una lección que dejó este proceso de elaboración de las guías es la necesidad de contar con escenarios climáticos a nivel local, más detallados a nivel espacial y temporal. “Por ejemplo, si queremos hacer estudios en la parte agrícola, necesitamos por lo menos escenarios mensuales y no los tenemos”, apuntó.

Por una América Latina más resiliente

Costa Rica no es el único país latinoamericano que está tratando de integrar datos climáticos a la toma de decisiones. Sergio Garrido, responsable de programas de AECID en Costa Rica, mencionó que EUROCLIMA ha financiado proyectos relacionados con el monitoreo del clima y la preparación de escenarios climáticos relativos al aumento del nivel del mar.

“En el caso concreto de AECID, hemos trabajado en Panamá con escenarios de aumento del nivel del mar en conjunto con las comunidades indígenas, haciendo sistemas de alerta temprana”, comentó Garrido.

“En Uruguay hemos trabajado apoyando el Plan Nacional de Adaptación a nivel costero. Se han colocado una serie de estaciones meteorológicas que han permitido tener información y se han elaborado anteproyectos de infraestructuras resilientes al clima que luego puedan ser financiables a través de diferentes mecanismos”, añadió.

En el caso de Centroamérica, compartir metodologías puede brindar una “fotografía” más precisa de lo que está pasando con el cambio climático.

“Es importante que a nivel Centroamérica, como un conjunto de países que trabajan de una forma homogénea, las metodologías también se estandaricen y los datos que se utilizan se metan en sistemas comunes que puedan ser utilizados por funcionarios de todos los países. En este sentido, el papel que juega el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) también es muy relevante para que todos los todos los países puedan estandarizar sus datos y trabajar de forma conjunta”, manifestó Garrido.

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