Burdeos, Francia. Mientras camina por las calles de Burdeos, Nicolas Ilbert detalla las complicaciones que enfrentarán las nuevas generaciones de productores de vino para mantener la calidad de sus botellas.

Entre las amenazas que lo desvelan, Ilbert, asesor agrícola de la región de Nueva Aquitania, no menciona consumidores más quisquillosos, posibles aranceles en mercados atractivos o complicaciones de distribución. Eso ha existido siempre. ¿De qué habla? De cambio climático.

Durante las próximas décadas, esta región será cada vez más caliente y cambiarán los patrones de lluvias, dice el experto. Llegará el punto en que la industria local estará obligada a modificar sus prácticas o el tipo de uva empleado para producir vino.

“Si lo hacemos, ¿cómo garantizamos que el vino todavía tenga el sabor distintivo de Burdeos?”, se pregunta Ilbert, quien asesora al presidente regional de Nueva Aquitania, una región francesa famosa internacionalmente por su vino.

Por su posición, él es una de las personas más interesadas en resolver una pregunta pendiente: ¿cómo haremos para defender nuestras botellas de vino del cambio climático? Pero también debería importarle a usted.

El cambio climático puede parecer un fenómeno invisible y complicado de entender, pero sus efectos son muy reales y llegan hasta su mesa. Cada copa es producto de un delicado balance entre una buena parcela de tierra, un clima favorable y un tipo de uva adecuado a esas condiciones. No se siembra la misma semilla en California y en Australia.

Ilbert, en la hacienda Emile Grelier, que emplea técnicas orgánicas. La finca está ubicada en las afueras de Burdeos.(Créditos: Diego Arguedas Ortiz)

Cambie una de esas tres patas y la mesa empieza a renquear. Ya lo está haciendo, de hecho. Según dice el asesor, los productores ya están reportando cambios menores en el tamaño de las uvas y la concentración de alcohol.

La solución vendrá por partes. Primero, los científicos necesitan entender qué efecto tiene un aumento de las temperaturas y cambios en las lluvias; luego necesitan identificar cuáles genes reaccionan mejor cuando estas condiciones cambian y, finalmente, tienen que desarrollar nuevas variedades de uva.

“Ya hay equipos de investigadores desarrollando esas nuevas variedades”, explica el experto.

En el campo

Los productores de la zona saben que los rendimientos históricos de sus propiedades no podrán mantenerse en las próximas décadas.

“Dentro de 50 años habrá que pensar en otra cepa”, dice Alix Ounis, responsable del turismo de vinos del Château Smith Haut Lafitte, una propiedad 20 kilómetros al sureste de la ciudad de Burdeos.

La enorme finca donde se produce el Château Smith Haut Lafitte tuvo su primera cosecha de uvas a finales del siglo XIV y, seiscientos años después, la marca se precia de tener un “clásico sabor Burdeos”.

En la sala de degustación, Ounis abrió varias botellas y explicó la mezcla que emplean. La mayor parte de sus cultivos es de la cepa Cabernet Sauvignon, con pequeñas partes de Merlot, Cabernet Franc y Petit Verdot.

En unas décadas, es probable que sean otras las cepas sembradas en la finca de 70 hectáreas, explicó.

La finca donde trabaja Ounis es una de las que están empezando a percibir cambios en las cosechas. Por ejemplo, conforme aumenta la temperatura, la acumulación de azúcar en la uva aumenta y esto tiene un impacto en la concentración de alcohol.

“Tenemos la impresión de que el vino está más alcoholizado, pero no podemos atribuir esto todavía al cambio climático”, explica Ounis.

De un promedio histórico de entre 12 y 12.5 grados de alcohol, el porcentaje de alcohol llega ahora hasta 13.5% por cada botella, algo que no agrada a los comensales que quieren almorzar o acompañar una cena ligera con una copa de tinto.

Este aumento en la concentración de alcohol es una preocupación en toda la región. A setenta kilómetros al sureste de la finca de Ounis, en la hacienda Emile Grelier, surge la misma inquietud entre los productores.

El viñedo Château Smith Haut Lafitte, 20 kilómetros al sureste de Burdeos, prepara su cosecha del 2017. (Créditos: Diego Arguedas Ortiz)

Lydia Heraud, representante de este departamento vinícola en el Consejo Regional de Nueva Aquitania, camina por este viñedo y explica que hay estrategias para lidiar con ese aumento, pero llegará un punto en que serán necesarios cambios importantes.

“Queremos probar con cepas más resistentes pero que puedan garantizar la calidad del vino de Burdeos”, dice Heraud, quien trabaja en la industria desde 1993.

Cosechas adelantadas

Algunos de estos impactos son, por ahora, favorables. Las cosechas de vino francés de los últimos años han sido excepcionales y es probable que sea por el cambio climático, dice un estudio publicado en 2016 por científicos de Harvard y la NASA.

Esta industria ofrece un campo fértil para la investigación climática, porque los productores tienen registros de siglos de antigüedad, mientra que mediciones de institutos meteorológicos apenas llegan a mediados del siglo XIX.

Aunque no tienen la misma precisión, los datos de los viñedos pueden emplearse para entender los cambios del clima.

Tras examinar datos históricos entre los años 1600 y 2007, los expertos determinaron que las cosechas se están adelantando y lo atribuyen al aumento de temperatura provocado por el cambio climático. En promedio, la fecha de recogida se ha adelantado diez días en comparación con el promedio histórico.

En algunos puntos de Francia, como la Borgoña y Burdeos, la calidad ha mejorado conforme las fechas de las primeras cosechas se adelantan, dicen los expertos.

“Pero hay un límite. Si la cosecha llega demasiado temprano, la relación de calidad se rompe y empieza a ser negativo para el vino”, explicó a Ojo al Clima el estadounidense Benjamin Cook, científico climático del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la Nasa.

Uno de los problemas, dicen los investigadores, es que existe algo de inercia en las prácticas agrícolas empleadas en la viticultura, a diferencia de otras industrias donde la tecnología ha tenido un mayor impacto.

“La manera en que cultivamos ahora no es muy diferente a como lo hacíamos hace 100 años”, dice Cook.

Sin embargo, esto debe cambiar, dice el investigador, quien reconoce que estudios como el suyo pueden ayudar a las autoridades a tomar mejores decisiones para defender la industria.

(Nota del editor: Este artículo se realizó durante un viaje pagado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia) en febrero de 2017. El viaje no tenía asociado ninguna obligación de publicar ningún contenido).

Recientes

Busqueda

Seleccione un autor
Suscríbase a nuestro boletín!
Únase a nuestro boletín informativo para obtener las noticias y actualizaciones más recientes de Ojo al Clima.