Por Freeman Rogers | Centro de Periodismo Investigativo y The BVI Beacon

Cuando Donald De Castro era un niño en la década de 1940, los manglares bordeaban la costa y los cayos frente a la pequeña casa familiar ubicada frente al mar en las Islas Vírgenes Británicas (BVI, en inglés).

“Solíamos pescar mucho en los manglares”, recordó el hombre de 86 años. “Habían pargos y diferentes tipos de pescados; teníamos buena pesca”.

Hoy, la mayoría de esos manglares no existen. Han sido reemplazados por relleno de terreno (ganado al mar) para expandir la capital de Road Town, que ahora cuenta con un poblado para recibir cruceros, marinas con cientos de yates anclados y edificios de oficinas que albergan la efervescente industria de servicios financieros de este territorio.

El ambiente moderno ilustra el dramático cambio económico ocurrido desde la Segunda Guerra Mundial, el cual ha traído una prosperidad sin precedentes al territorio británico de ultramar, un conjunto de pequeñas islas que albergan a unas 30.000 personas.

Los manglares perdidos por el desarrollo, sin embargo, ilustran las consecuencias ecológicas de esas decisiones.

Desde que De Castro era joven hasta la fecha, los científicos ya han aprendido la importancia de los sistemas de manglares para garantizar un hábitat para la vida silvestre, prevenir la erosión y proteger a las personas del oleaje y las marejadas ciclónicas. Pero mientras otros países del mundo han promulgado protecciones de humedales, lo cual se considera cada vez más importante para las islas-nación a medida que se intensifican las amenazas del cambio climático, los distintos gobiernos de las BVI no han seguido esa tendencia.

Ante la presión de los desarrolladores locales y extranjeros, los gobiernos no han aprobado leyes ni directrices dedicadas a proteger los manglares y otros humedales. En parte, como resultado de esta inacción, la destrucción ha continuado. Esto incluso después de que un estudio de 2006 encontró que desde la década de los 1950, casi la mitad de los manglares habían sido destruidos en Tórtola, la isla más poblada del territorio.

En 2017, el huracán Irma puso de manifiesto el histórico problema, al devastar la mayoría de los manglares que quedaban y dejar otros sistemas ya seriamente afectados, sin posibilidad de restaurarse por sí solos.

Desde entonces, se puso en marcha una especie de proyecto de primeros auxilios para los árboles: organizaciones sin fines de lucro están trabajando con el gobierno en un programa de viveros que replanta plántulas en áreas donde no se regeneraron los manglares naturalmente después de la tormenta. Pero el trabajo depende en gran medida de subvenciones externas que podrían agotarse pronto y el financiamiento local a largo plazo para este tipo de proyectos es limitado, especialmente desde que el actual gobierno del primer ministro Andrew Fahie disolvió la incipiente junta del Fondo Fiduciario para el Cambio Climático del territorio, poco después de llegar al poder en 2019.

Funcionarios del gobierno de las Islas Vírgenes Británicas dicen que la protección de los manglares llegará pronto como parte de más amplias reformas ambientales en etapa de planificación. Pero tales promesas no son nuevas y la presión de los terratenientes locales y los desarrolladores extranjeros amenaza la aprobación de esas leyes en la legislatura en un momento en que las Islas Vírgenes Británicas todavía están luchando para su reconstrucción después de Irma, en medio de nuevos problemas económicos provocados por la pandemia del COVID-19.

Mientras tanto, la deforestación continúa, dejando a los manglares restantes cada vez más vulnerables a los efectos cada vez más intensos del cambio climático.

En 2018, mientras aún el área se recuperaba del huracán Irma, un empresario extranjero cortó una extensa franja del manglar en Paraquita Bay, Tortola, para guarecer su yate. Ante la falta de leyes de protección a mangles y humedales en el territorio, funcionarios de gobierno dijeron con molestia que era muy poco lo que podían hacer para penalizar al empresario.(Créditos: Freeman Rogers | Centro de Periodismo Investigativo)

“Estoy observando la degradación del medio ambiente”, dijo la Dra. Cassander Titley-O'Neal, directora del Fideicomiso de Parques Nacionales de las Islas Vírgenes. Agregó que la destrucción de los manglares también daña los corales, los pastos marinos y otros ecosistemas submarinos, que muchas veces pasan desapercibidos. “Lo que estás viendo en tierra es solo un fragmento de eso. Lo que está sucediendo bajo el agua, esa es otra historia por completo”.

Transformación económica del territorio

A lo largo de la vida de De Castro, las Islas Vírgenes Británicas se han transformado de un conjunto de pueblos tranquilos de pescadores y agricultores en un centro internacional de servicios financieros y un destino turístico que recibió hasta 1,1 millones de visitantes al año antes de la pandemia de COVID-19 y del huracán Irma.

En el camino, su población ha aumentado un 400%, de alrededor de 7.500, en su mayoría habitantes de las Islas Vírgenes Británicas en la década del 1950, a más de 30.000, de los cuales, aproximadamente la mitad son extranjeros llegados de todo el mundo.

En el proceso, se han amasado fortunas. Pero el rápido crecimiento también ha traído consigo presiones ambientales que, con frecuencia, son más visibles a lo largo de las costas del territorio.

Para el cumpleaños número 25 de De Castro, los manglares de las Islas Vírgenes Británicas estaban todavía prácticamente intactos. Pero el cambio ya estaba de camino.

La primera ficha de dominó fue la Revolución Cubana, que en 1959 puso fin a la floreciente industria turística de Estados Unidos en Cuba y envió a los estadounidenses a buscar nuevos lugares de recreo en la región.

Cinco años más tarde, el empresario estadounidense Laurance Rockefeller fundó el Little Dix Resort en Virgen Gorda, la segunda isla más poblada de las Islas Vírgenes Británicas.

A la construcción de ese complejo — modestas villas, construidas en su mayoría detrás de una línea de vegetación frente al mar — todavía se le considera un punto de inflexión que presagiaba el comienzo del turismo en gran escala en el territorio.

Poco después, un desarrollador del Reino Unido llamado Kenneth Bates lanzó un proyecto más grande, el cual abarcaría más de dos tercios de la escasamente poblada isla de Anegada, así como una gran parte de Tórtola. La parte de Tórtola en el plan requería reemplazar los manglares de la juventud de De Castro con rellenos, para desarrollar más de 60 acres (24,28 hectáreas) que estarían mayormente fuera del alcance de los pobladores locales.

Poco después de que comenzaron las obras, las protestas descarrilaron el plan. Pero el gobierno tomó prestado al Reino Unido para comprarle su parte a Bates y hacerse cargo del proceso de rellenar el terreno, sentando las bases para el Road Town que existe hoy.

“Si usted quisiera saber cuándo comenzaron a perderse los manglares, el truco sería averiguar cuándo llegó la primera excavadora a la isla”, dijo el ecologista de BVI Clive Petrovic, quien agregó que cree que esto sucedió en la época en que se puso en marcha el abortado desarrollo de Bates.

“Eso no solo inició el período en el que les fue posible recuperar terreno del mar y literalmente eliminar los manglares, sino que también significó que la población y la economía estaban aumentando. Esto trajo más desechos, más aguas residuales, más productos químicos, más basura”, explicó.

En los próximos 60 años, los inversionistas extranjeros continuaron impulsando el auge del desarrollo turístico. El fiasco de Bates había desalentado la construcción de los mega-resorts, pero en cambio se construyeron hoteles y resorts más pequeños en todo el territorio.

Una nueva forma de turismo también se desarrolló paralelamente en el agua. En 1969, el veterano de la Marina de los Estados Unidos Charlie Cary y su esposa Ginny Cary utilizaron seis veleros para lanzar una empresa de viajes chárter llamada The Moorings.

El modelo, que fue facilitado gracias a la geografía de las Islas Vírgenes Británicas y a las buenas condiciones de navegación de sus aguas, fue un éxito, y el negocio de los Carys se expandió rápidamente desde su base en Road Harbour.

A fines de la década de 1970, también llegaron los cruceros, trayendo una industria de turismo masivo que desde entonces se ha expandido rápidamente.

El nuevo puerto para cruceros, completado poco antes del huracán Irma, ayudó a atraer un número récord de visitantes al territorio. En 2016, llegaron cerca de 700.000 pasajeros de cruceros, además de sobre 400.000 visitantes que pernoctaron en tierra.

El territorio espera volver a alcanzar estos niveles después de que en los próximos meses se levanten las restricciones de viaje por el COVID-19. Ello a pesar de una pésima cifra de alrededor de 305.000 visitantes en 2020, la cual puede bajar aún más, cuando se publiquen las cifras de 2021.

Paraíso de los servicios financieros

Mientras que el turismo de BVI floreció en la década de 1980, simultáneamente surgió el segundo pilar moderno de su economía.

A principios de la década, un pequeño grupo de abogados del Reino Unido, Estados Unidos y el Caribe trabajaron juntos para redactar la Ley de Empresas Comerciales Internacionales de 1984, la cual sentó las bases para la industria de servicios financieros del territorio.

Pero nuevamente, se necesitaron fuerzas externas para acelerar el despegue del sector. En 1989, Estados Unidos invadió a Panamá y posteriormente arrestó al general Manuel Noriega, lo que sacudió la confianza de los inversionistas en lo que había sido uno de los principales proveedores de las empresas extraterritoriales.

Poco después, florecieron las incorporaciones en BVI. Para 2007, más de 400.000 empresas se incorporaron allí para efectos fiscales y otros beneficios y las tarifas de la industria generaban más de la mitad de los ingresos del gobierno.

“Sitios infestados de mosquitos”

El éxito económico en ambas nuevas industrias impulsó un rápido desarrollo. Como resultado, los manglares fueron reemplazados constantemente por terreno recuperado al mar, marinas, hoteles, oficinas, viviendas, restaurantes, carreteras y otra infraestructura.

En los primeros días, pocos prestaron mucha atención, según Petrovic.

“Los seres humanos siempre han considerado los humedales como lugares desagradables e infestados de mosquitos, de los cuales quieres deshacerte y eso no solo es cierto aquí”, dijo el ecologista, quien agregó que notó una actitud similar sobre los Everglades de Florida cuando vivió allí hace décadas.

Pero esa mentalidad hacia la naturaleza estaba cambiando, incluso cuando la economía turística de las Islas Vírgenes Británicas estaba despegando en la década de 1960.

En todo el mundo los científicos estaban aprendiendo más sobre la importancia de los manglares, los cuales brindan un hábitat y un lugar de anidaje de tortugas y las aves, además de prevenir la erosión y proteger a las población de las marejadas ciclónicas y otros impactos del océano.

En 1971, se firmó en Irán un tratado internacional llamado Convención de Ramsar sobre los Humedales y los países asociados comenzaron a implementar cada vez más directrices y leyes diseñadas para proteger los humedales.

Esa forma distinta de ver el asunto no pasó desapercibida para los ambientalistas de las BVI. Un informe de 1976 de la organización sin fines de lucro Island Resources Foundation advirtió que el relleno con tierra de los manglares alrededor de Road Town había resultado en “la eliminación casi completa de un área de manglares que alguna vez fue extensa y, con ella, un área considerable de anidación de aves y cría de peces. La disminución de la producción de pescado experimentada por los pescadores locales debe ser, al menos parcialmente, atribuible a la eliminación de estos manglares”.

A pesar de tales hallazgos, las Islas Vírgenes Británicas no promulgó la protección de los humedales y la destrucción continuó con pocas restricciones.

Treinta años más tarde, en 2006, la bióloga de BVI, la Dra. Lianna Jarecki, evaluó los daños. Con un equipo de estudiantes, examinó fotografías aéreas de la década de 1950 y las comparó con el presente.

Descubrieron que al menos el 47% de la cobertura de manglares que existía en Tórtola en la década de 1950 había sido eliminada como resultado de la expansión costera. De 33 humedales en la isla en la década de 1950, 17 se habían rellenado por completo, nueve se habían rellenado parcialmente y los siete restantes habían sufrido una invasión menor.

El estudio encontró una destrucción mínima en Anegada, una isla de coral en gran parte subdesarrollada con una topografía inusualmente plana que albergaba alrededor del 84% del total de manglares del territorio en la década de 1950.

Pero en las otras islas, de las cuales, como Tórtola, son montañosas debido a sus orígenes volcánicos, alrededor del 35% de los humedales de manglares se habían rellenado, al menos parcialmente.

Reformas estancadas

Para el tiempo del estudio de Jarecki, varias agencias gubernamentales de las Islas Vírgenes Británicas recomendaban la protección de los humedales. Pero se hizo poco para protegerlos.

Un plan de manejo y directriz nacional redactado en el 2005 designó a salinas y otros humedales como áreas de protección ambiental.

Pero el documento nunca se completó ni se adoptó y el actual ministro de Recursos Naturales, Vincent Wheatley, un legislador primerizo que asumió el cargo en 2019, dijo que nunca lo había visto.

Una medida más amplia se puso en marcha a principios de la década de 2000 cuando la recién creada Comisión de Reforma Legislativa se reunió con un comité de partes interesadas y redactó un proyecto de ley integral de gestión ambiental que modernizaría varias leyes obsoletas y las reuniría bajo una sombrilla legal supervisada por una Junta.

Desde entonces, todos los gobiernos prometieron varias versiones del proyecto de ley, pero ninguno la presentó ante la legislatura del territorio.

Petrovic, quien formó parte de ese comité, recordó que sus compañeros expresaron dudas de que el proyecto alguna vez se convirtiese en ley.

“Recuerdo que algunas de las personas que estaban allí, que tenían más conocimiento que yo sobre los procesos gubernamentales, dijeron en varios momentos: ‘Bueno, podríamos hacer todo esto: el Gobierno no va a aprobar leyes que le quiten autoridad a los ministros para hacer cosas’”, dijo Petrovic.

Los líderes electos también han dejado de lado otros esfuerzos que podrían proteger los manglares. Actualmente, menos de un por ciento de los ecosistemas de los mangles, salinas y playas en Tortola y las islas cercanas están protegidos, según un análisis del 2015 realizado por la organización sin fines de lucro Island Resources Foundation. Las nuevas áreas protegidas propuestas en un plan de 10 años que el gobierno adoptó en el 2008 hubiese aumentado considerablemente esa cifra, extendiendo las protecciones a, al menos, el 30% de los ecosistemas y hábitats costeros del territorio. Pero 14 años después, pocas de las nuevas áreas protegidas propuestas en 2008 han sido declaradas tales.

Y, aunque la Ley de Planificación Física de 2004 del territorio requiere una evaluación de impacto ambiental para los desarrollos llevados a cabo en un humedal o zona costera, la regla se evade rutinariamente, al rellenar tierras a pequeña escala. Ello se lleva a cabo por debajo del radar de los agentes encargados de hacer cumplir la regla, quienes están escasos de recursos.

Para abordar estos problemas, la Dra. Titley-O'Neal dijo que las Islas Vírgenes Británicas necesitan urgentemente "una legislación ambiental más fuerte para la protección de los manglares y una voluntad política más fuerte".

“¿Por qué esto no ha sucedido? No puedo hablar en nombre del gobierno”, agregó.

Huracán Irma

El costo de la prolongada inacción del gobierno se puso de manifiesto cuando el huracán Irma azotó las Islas Vírgenes Británicas en 2017. El ojo de la tormenta pasó directamente sobre el territorio como una de las tormentas de categoría cinco más poderosas de la historia, cobrando cinco vidas y devastando la infraestructura, viviendas y otros edificios.

Una tormenta tan poderosa habría causado daños importantes en las mejores circunstancias, pero los científicos dijeron que los manglares destruidos pudieron haber ayudado a absorber la fuerza de la marejada ciclónica y el oleaje que azotaron las costas.

“De seguro que habrían protegido lugares como Road Town, que ha perdido muchos manglares”, agregó la Dra. Jarecki. “Estos humedales actúan como esponjas, ¿no? Cuando llueve tan fuerte, el agua fluye hacia ellos y pueden contener mucha agua. Pero una vez que son reemplazados por concreto, ya no hay esponja. Muchas de las inundaciones que vemos en Road Town y en otros lugares también (East End, por ejemplo) son el resultado de la pérdida de grandes manglares”.

Irma tampoco perdonó a los manglares que habían sobrevivido los 60 años previos a la deforestación.

Alrededor del 90% de los manglares rojos maduros restantes, las especies costeras más comunes en las Islas Vírgenes Británicas, murieron por la tormenta, según un estudio preliminar realizado por la sociedad sin fines de lucro Jost Van Dykes (JVD) Preservation Society y el biólogo de la Universidad de New Hampshire, Dr. Gregg Moore.

El rellenar la tierra para ganar terreno al mar ha destruido muchos de los mangles que bordeaban las costas de Sea Cow Bay, Tortola. Como consecuencia, a los mangles se les dificulta volver a crecer tras el paso del huracán Irma.(Créditos: Freeman Rogers | Centro de Periodismo Investigativo)

El Dr. Moore ha trabajado en proyectos de restauración de manglares posteriores al huracán en todo el Caribe, pero dijo que la situación de las Islas Vírgenes Británicas era la peor que había visto.

“En todos esos [otros] casos, hubo muchas plántulas bebés que pudimos trasplantar o cosechar de los árboles, para impulsar la restauración”, dijo el Dr. Moore. “La situación de las Islas Vírgenes Británicas era alarmante porque no hay de dónde obtener plántulas, casi se ha desvanecido. Y eso sigue siendo una preocupación”.

Para ayudar a llenar el vacío, la JVD Preservation Society trabajó con Moore y una organización regional sin fines de lucro llamada BirdsCaribbean para lanzar un vivero de manglares en Jost Van Dyke en 2019.

Al año siguiente, la sociedad colaboró con el gobierno y otros socios para construir otro vivero en el H. Lavity Stoutt Community College en Tórtola usando alrededor de $125.000 en subvenciones de la organización local sin fines de lucro Unite BVI.

Otros $450.000 en subvenciones de la Darwin Initiative del Reino Unido están ayudando a financiar otro vivero en Anegada además de otros esfuerzos de siembra, junto con el Fideicomiso de Parques Nacionales del territorio.

Los programas han trabajado con voluntarios de la comunidad para volver a sembrar al menos 1.600 plántulas en áreas muy afectadas alrededor del territorio y 6.000 más están creciendo actualmente en los viveros, según Zaluski.

El técnico de cuidado de mangles Shaquille Lewis recoge plántulas para un vivero establecido el año pasado en el H. Lavity Stoutt Community College, en Tortola. Esquejes de mangles saludables en el vivero luego serán trasplantados en áreas donde los mangles no se han regenerado desde el huracán Irma.(Créditos: Freeman Rogers | Centro de Periodismo Investigativo)

Al igual que Zaluski, el Dr. Moore dijo que cree que el programa de viveros podría contribuir en gran medida a salvar los ecosistemas de manglares agotados.

“Las Islas Vírgenes Británicas en este momento, para mí, ha sido probablemente uno de los mejores ejemplos de múltiples niveles de apoyo, desde los propietarios, los niños en edad escolar, las ONG y el gobierno”, dijo sobre el programa de reforestación de manglares. “Y creo que se van a concentrar en eso. Y, ciertamente, espero que ese sea el caso”.

Pero incluso, mientras siembran nuevas plántulas, la destrucción ha continuado en varias áreas, debido al rellenado de tierras y otros desarrollos.

“Esa es una de las razones por las que es tan importante algún tipo de legislación que proteja los manglares”, dijo Zaluski sobre la destrucción en curso. “Porque obviamente, en este momento, no hay nada que los proteja. Y eso, ciertamente, sigue ocurriendo”.

Fondos

El financiamiento continuo para los proyectos de replantación que dependen en gran medida de las subvenciones obtenidas tras el paso de Irma, no está asegurado.

“Una de mis preocupaciones es cuando se agoten los fondos de esta subvención, ¿qué sucederá después?”, dijo la Dra. Titley-O'Neal, y agregó que el Fideicomiso Nacional de Parques conoce de primera mano las dificultades de financiar tales proyectos después de operar una iniciativa de reforestación anterior que lanzó en 1999.

Sin una fuente de fondos constante, dijo, los programas como la siembra de manglares tendrían que seguir dependiendo, en gran medida, de las subvenciones.

“Es un círculo vicioso para organizaciones como el Fideicomiso y para lo que la universidad está tratando de hacer, porque los intereses de los financiadores y las oportunidades cambian”, dijo.

La pandemia también ha obligado al Fideicomiso a reducir las horas de trabajo de su personal, debido a la falta de ingresos del sector turístico.

“La parte de la financiación es crítica”, agregó. “Y por eso dije voluntad política. Una cosa es decirlo, pero si no lo estás apoyando, hablar no hará el trabajo”.

Fondo para el cambio climático

La administración gubernamental anterior, derrotada en las urnas en 2019, trabajaba para establecer un mecanismo de financiamiento permanente para proyectos como los viveros de manglares. Bajo su liderazgo, BVI se convirtió en 2015 en el primer país o territorio del Caribe en aprobar un marco legal para un fondo fiduciario para el cambio climático.

El fondo, que se complementaría con un porcentaje de un nuevo impuesto turístico de $10 por persona, fue diseñado para recaudar fondos de donantes que serían controlados por una junta independiente.

Esa Junta fue nombrada en 2017 y se puso a trabajar poco después, y el gobierno comenzó a cobrar el impuesto de $10 a los turistas ese mismo año. Pero las ganancias del impuesto ecológico nunca llegaron al fondo y varios funcionarios han dicho que el dinero ha seguido acumulándose en espera de una enmienda legislativa necesaria para permitir la transferencia.

Mientras tanto, los miembros de la junta no remunerados donaron su propio dinero mientras trabajaban en un manual que rige sus operaciones.

Pero incluso esa gestión se ha retrasado toda vez que poco después de su elección en febrero de 2019, el actual gobierno disolvió la junta sin contemplaciones.

Cuando se investigó esta decisión el año pasado, durante una investigación en curso sobre la posible corrupción en el territorio, el primer ministro Andrew Fahie dijo que era parte del plan más amplio de su gobierno para reemplazar a los miembros de todas las juntas estatutarias.

Pero la comisión de investigación, que debe completar su informe en abril, sugirió que la medida no cumplía con la ley, que establece el fondo que permite a los ministros electos destituir a los miembros de la junta por razones específicas, como conflicto de intereses o mala conducta, pero permite removerlos unilateralmente, señaló la comisión.

Fahie dijo que su gobierno nombrará nuevos miembros pronto. Pero hasta la fecha, no lo ha hecho.

Vincent Wheatley, el ministro de Recursos Naturales, dijo en una entrevista en septiembre que él también esperaba que la junta fuera nombrada pronto, pero dirigió más preguntas sobre el tema al primer ministro, quien asumió el control del organismo poco después de las elecciones de 2019.

Fahie no respondió a las solicitudes de comentarios.

¿Lo próximo?

A pesar de la falta de reformas, Wheatley ha expresado la importancia de los manglares desde que asumió el cargo en febrero de 2019.

En una entrevista, explicó que la pandemia de COVID-19 había retrasado los planes para atender el asunto y se hizo eco de promesas pasadas de que se protegerán los manglares.

“Pronto serán declaradas especies ambientalmente vulnerables”, dijo Wheatley. “Así que una vez se haga esto, ya no puedes simplemente ir y destruirlos. Habría sanciones por la destrucción”.

También dijo que el proyecto de ley de gestión ambiental prometido desde hace mucho tiempo está en camino, junto con otra ley diseñada para proteger especies vulnerables.

El recién estrenado legislador no dio fechas para la aprobación de ninguna de las dos medidas, pero dijo que estaba frustrado por la falta de recursos legales para proteger los manglares.

Recientemente, recurrió a Facebook para quejarse de la tala de manglares a lo largo de la costa de Tórtola. Los residentes lo criticaron rápidamente por quejarse sin tomar otras medidas. Pero en una entrevista de septiembre, explicó que tenía las manos atadas por la falta de protección legal para los manglares.

“Así que tengo que quejarme y pedirle a la gente que no lo haga”, dijo. “No tengo base legal para sancionar por hacerlo ni nada. Por eso me quejaba”.

Atribuyó la deforestación histórica en gran parte a la ignorancia.

“La gente simplemente no entendió que destruir esos manglares no era algo bueno”, dijo.

Otros, dijo, han sido motivados por ganancias financieras.

“No podemos permitir que eso siga adelante”, dijo. “Entonces, los dos proyectos de ley que les mencioné deberían, en el futuro, abordar todos esos problemas y más”.

Wheatley agregó que el gobierno también buscará declarar al menos otras cinco áreas como zonas protegidas , de acuerdo con el plan de 10 años adoptado en 2008.

Dijo que no sabía por qué los gobiernos anteriores no tomaron tales medidas y su predecesor, el ex ministro de Recursos Naturales y Trabajo, Dr. Kedrick Pickering, se negó a comentar.

Efectos de la destrucción

La destrucción de los manglares también ha sido señalada por poner en peligro a la industria turística, amenazando uno de los motores económicos que llevaron a su eliminación en primer lugar.

Un perfil ambiental del 2015 realizado por la Island Resources Foundation, una organización sin fines de lucro, detalló tales efectos en la playa Cane Garden Bay, la más popular de Tórtola.

“La pérdida de humedales adyacentes ha resultado en una fuerte sedimentación en la bahía, lo que ha deteriorado aún más el arrecife de coral frente a la playa”, indica el informe.

“A medida que el arrecife continúa perdiendo su estructura y capacidad para actuar como una barrera protectora de las olas entrantes, la cadena de eventos que comenzó con el relleno de los humedales hace años, muy probablemente, eventualmente degradará e incluso destruirá la playa, que es la razón misma por la cual la gente visita Cane Garden Bay hoy”.

Al igual que Zaluski y la Dra. Titly-O'Neal, Jarecki abogó firmemente por más protecciones.

“Pienso que los manglares que existen deben protegerse del desarrollo”, dijo. “Quiero decir protegidos de toda excavadora que los invada”.

Pero eso no tiene por qué significar que se detenga el desarrollo por completo, explicó.

“Puedes construir cosas sobre pilotes”, dijo. “Puedes construir muelles fuera de los manglares y no poner un mamparo o tabique adentro”.

Jarecki agregó que ella y Zaluski también han discutido la “infraestructura híbrida”, donde se sembrarían manglares en la parte exterior del concreto existente.

“Tomar un lugar donde haya un mamparo y ver si podemos hacer crecer una franja de manglares frente a él, de modo que agregue una capa adicional de protección contra los huracanes y también contra las inundaciones y se cree un hábitat que alguna vez estuvo allí y ya no está”, explicó.

La educación también es clave, dijeron los expertos, y agregaron que la comunidad ahora comprende ampliamente la importancia de los ecosistemas de humedales.

“La narrativa de la conservación de los manglares en realidad ha cambiado recientemente debido al impacto del cambio climático”, dijo Jarecki. “La conversación es mucho más sobre el valor de los manglares como infraestructura… Pienso que en realidad es un gran paso adelante, pero lo que realmente necesitamos son estudios que muestren el impacto de tener manglares para protegernos contra el cambio climático y las inundaciones y cuál es el valor monetario de eso”.

Pero sin protecciones legales más sólidas para los manglares y otros humedales, dijeron los científicos, el futuro podría ser sombrío dado que el cambio climático traerá nuevas amenazas a un territorio que ya está en dificultades. La doctora Titley-O'Neal explicó que la pérdida de manglares es la punta del témpano de hielo que es mucho más grande.

“Si no tienes manglares, no tienes lechos de hierba marina, así que lo que finalmente sucederá es que los sedimentos sofocarán y matarán los lechos de la hierba marina”, dijo, y agregó que los pastos marinos sustentan caracoles y otras formas de vida marina. “Es como un efecto dominó”.

Esta investigación fue posible en parte gracias al apoyo de Para la Naturaleza, Open Society Foundations y la Fondation Connaissance et Liberté (FOKAL). Ojo al Clima reproduce el reportaje bajo licencia Creative Commons en el marco de una alianza con Centro de Periodismo Investigativo. El especial original se puede consultar en: periodismoinvestigativo.com/series/paraiso-perdido/

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