Cada vez que menciono que estuve explorando la Antártida durante los primeros 20 días del año, los ticos y las ticas tiemblan empáticamente del frío, imaginándose las temperaturas a las que debí haber estado expuesta. Si bien tienen razón –el continente antártico es uno de los lugares más fríos, ventosos y secos del planeta– el calentamiento global está elevando las temperaturas polares a un ritmo alarmante y el frío fue la menos preocupante de mis emociones allá. Como científica polar y comprometida promotora de la acción climática global, ver personalmente las consecuencias del cambio climático me dio más escalofríos que las temperaturas bajo cero.

Los impactos del cambio climático no son uniformes sobre todo el territorio, lo cual dificulta el examinar las tendencias climáticas. Por ejemplo, mientras que la Península Antártica (que vistamos) es uno de los lugares donde el calentamiento de temperaturas atmosféricas es más acelerado, algunas partes de Antártica Oriental todavía experimentan incrementos en la extensión del hielo. Por ello, juzgar los efectos del cambio climático en ese continente requiere que se analice por partes.

Los tres bloques.

Con una extensión comparable a California, la Península Antártida es el primer sector y constituye aproximadamente un 4% del continente Antártico.  Presenta un clima más moderado, debido a la fuerte influencia del Océano Austral que la rodea por tres lados.

La región se ha calentado casi 3°C desde la década de 1950. Aunque tiene relativamente menos hielo, el retiro de sus glaciares sí contribuye al aumento del nivel del mar a un ritmo de 0,22 milímetros por año.

La Antártida Occidental (WAIS)

WAIS se ha calentado más de 2,4°C en los últimos 50 años. Como resultado, la barrera de hielo de la Antártida Occidental se está reduciendo drásticamente y alrededor del 90% de sus glaciares se han retraído.

La región triplicó sus pérdidas de hielo. Pasó de perder 53 Gigatoneladas (Gt) de hielo al año entre 1992-1997 a perder 159Gt anuales entre 2012-2017. Aunque deshacer completamente la barrera de hielo de la Antártida Occidental tomaría varios cientos de años, estamos en una trayectoria que conduciría a aumentos globales en el nivel del mar de entre 2 a 6 metros, potencialmente transformando las costas de todos los continentes.

La Antártida Oriental (EAIS)

La más grande y estable de las barreras de hielo de este continente, la Antártida Oriental (EAIS) está separada de WAIS por la gran cordillera de montañas transantárticas. Por medio de mediciones satelitales, en 2012 se estimó que Antártida Oriental ganó en masa de hielo durante la década anterior, a una tasa de 60Gt por año. Sin embargo, a finales del 2018, nuevos datos satelitales mostraron un incremento en la velocidad del hielo en el glaciar Totten, el más grande en Antártica del Este.

El gran panorama

La tendencia en las temperaturas atmosférica, superficial y de las aguas antárticas es indiscutible: se están calentando. Como resultado, estas formas de exceso de calor impulsa la pérdida de hielo a gran escala.

El "balance de masa" general de la Antártida, es decir la relación entre el hielo ganado a través de la acumulación de nieve y la masa perdida por procesos de derretimiento, no deja duda de que estamos en una ruta hacia el declive a nivel continental.

La disminución de esas masas heladas está primordialmente dominada por el derretimiento de glaciares ubicados en áreas asociadas a corrientes oceánicas más calientes, que desgastan las plataformas de hielo desde abajo. Al perderse los glaciares, que funcionan como sólidos muros de contención, las grandes acumulaciones sostenidas de hielo desembocan en el océano, generando un aumento en los niveles del mar por todo el mundo y avivando ciclos de retroalimentación que elevan todavía más las temperaturas en el interior del continente

Asimismo, al derretirse los glaciares, se forma una capa superficial de agua dulce que interrumpe la circulación oceánica normal y perturba su capacidad de regular el clima mundial.

Aquí hay vida

 A pesar de ser una de las regiones más inhóspitas del planeta, el continente antártico mantiene una impresionante biodiversidad, sobre la cual cambios en temperatura o cobertura de hielo se manifiestan de forma directa.

En nuestra visita a la Estación Palmer, operada por los Estados Unidos, nos presentaron datos sobre el declive en el hielo marino y sus secuelas sobre las poblaciones locales de pingüinos. El número de pingüinos de la especie Adelia ha disminuido en un 85% desde 1975, ya que se alimentan casi exclusivamente de un microorganismo (krill) que crece bajo el hielo marino. Mientras tanto, los pingüinos de papúa, otra especie que es menos selectiva en su dieta, parece estar aprovechándose del vacío en el nicho ecológico para crecer aceleradamente.

Al igual que los pingüinos, muchas especies de mamíferos marinos (focas y ballenas) dependen del hielo para su alimentación o su reproducción. Algunas especies, como las ballenas jorobadas, prefieren condiciones sin hielo y su número se reporta constante; pero poblaciones de otras especies, como la ballena minke y las orcas, podrían estar en descenso a causa de la pérdida de hielo marino.

El ejemplo de estas especies refleja una lección general del cambio climático: así como en el territorio antártico algunas zonas ganan hielo y otras lo pierden, también hay especies que se benefician y otras son perjudicadas. Pero, más significativamente, en general la biodiversidad disminuye, lo cual debilita la resiliencia del ecosistema ante posibles amenazas, poniendo a todos sus elementos en riesgo, incluida la supervivencia humana.

Antártida y Costa Rica

Si hay un sentimiento abrumador tras la experiencia de ir a Antártica, no es el recuerdo del frío. Es una sensación angustiosa pero energizante de actuar con urgencia.

En mi caso, elijo transformar esa premura en acción creando conciencia sobre el cambio climático, diseminando el conocimiento científico que aprendí allá y fungiendo como embajadora de la mágica belleza y la admirable vida silvestre de ese continente.  Es hora de que seamos proactivos en la lucha contra el cambio climático, ya sea desde la Antártida o cualquiera que sea nuestro lugar en el mundo.

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