La humanidad se acerca cada vez hacia lo que podría llamarse el apocalipsis climático. La concentración promedio mundial de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera alcanzó un nuevo récord en 2016, y no caerá por debajo de los niveles anteriores a 2015 durante muchas generaciones.
La advertencia la hizo la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y confirma una vez más la alarma de expertos y organizaciones especializadas en el clima.
El secretario general de la OMM, Petteri Taalas, dijo que 2015 marcó el comienzo de una nueva era de optimismo y acción por el clima, tras el acuerdo de cambio climático alcanzado en París.
“Pero también pasará a la historia por marcar una nueva era de la realidad del cambio climático con concentraciones récord de gases de efecto invernadero”, agregó.
“Si no lidiamos con las emisiones de dióxido de carbono, no podremos enfrentar el cambio climático y mantener el incremento de temperatura inferior a dos grados Celsius por encima de la era preindustrial… Por eso es de suma importancia que el Acuerdo de París entre en vigor antes de lo previsto el 4 noviembre”, subrayó Taalas el 24 de este mes.
La OMM advirtió a principios de este año que la temperatura del planeta subió un grado desde el inicio del siglo XX, a medio camino del umbral crítico de los dos grados, y que los planes nacionales contra el cambio climático adoptados hasta el momento no bastarían para evitar un incremento de tres grados.
Los niveles de CO2 habían alcanzado previamente la barrera de las 400 partes por millón en determinados meses del año y en ciertos lugares, “pero nunca antes (como) promedio mundial para todo el año”. Según la OMM, el fenómeno climático de El Niño impulsó el crecimiento de CO2 cuando se desató en 2015 y se extendió con fuerza hasta este año.
“El umbral de 400 partes por millón es de gran importancia simbólica”, afirmó el anterior secretario general de la OMM, Michel Jarraud, en 2014. “Debe servir como otra llamada de atención sobre el aumento constante de los niveles de gases de efecto invernadero que están impulsando el cambio climático y la acidificación de nuestros océanos”, destacó.
Esto desencadenó sequías en regiones tropicales y redujo la capacidad de “sumideros” como los bosques, la vegetación y los océanos para absorber CO2.
Estos sumideros absorben actualmente alrededor de la mitad de las emisiones de CO2, pero existe el riesgo de que puedan llegar a saturarse, lo que aumentaría la fracción de dióxido de carbono emitido que permanece en la atmósfera, según el Boletín sobre Gases de Efecto Invernadero.
El dióxido de carbono permanece durante miles de años
El CO2 permanece en la atmósfera durante miles de años, atrapando el calor y provocando el calentamiento del planeta.
La vida útil del CO2 en los océanos es aún más larga. Según la OMM, es responsable de 85 por ciento del efecto de calentamiento del planeta en la última década.
Por otra parte, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación dice que las sequías y las inundaciones que afectan a muchas partes del mundo están vinculadas a la corriente de El Niño, que habría impactado a 60 millones de personas este año.
“En algunas zonas, incluso en el noreste de Brasil, Somalia, Etiopía, Kenia y Namibia, las consecuencias de El Niño se hacen sentir tras años de sequías severas y recurrentes. La recuperación es imposible para los hogares que dependen de la tierra para su alimentación y mano de obra agrícola, sobre todo cuando se degrada la tierra”, declaró la secretaria ejecutiva de la Convención, Monique Barbut.
Estas condiciones no solo son devastadoras para las familias y las comunidades. Si no se atienden, pueden convertirse en una causa de migración y terminar con graves abusos contra los derechos humanos y amenazas a la seguridad a largo plazo, añadió.
“Lo hemos visto antes – en Darfur tras cuatro décadas de sequía y desertificación y, más recientemente, en Siria, tras la larga sequía de 2007 a 2010″, explicó Barbut.
Es una “tragedia ver cómo se quiebra una sociedad cuando podríamos reducir la vulnerabilidad de las comunidades con medidas sencillas y asequibles, como la restauración de las tierras degradadas en las que viven, y ayudar a los países a establecer mejores sistemas de alerta temprana de sequías, para prepararse y gestionar la sequía y las inundaciones “, según Barbut.
La agricultura representa una quinta parte de las emisiones totales
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó que la rapidez del cambio en el clima mundial se expresa en fenómenos meteorológicos más extremos y frecuentes, como olas de calor, sequías y aumento del nivel del mar.
Los impactos del cambio climático en la agricultura y las consecuencias para la seguridad alimentaria ya son alarmantes y son los temas de este informe, explicó el director general de la FAO, José Graziano da Silva, en referencia a El estado de la agricultura y la alimentación de 2016, que cómo se pueden adaptar al cambio climático los pequeños agricultores para hacer que los medios de vida de las poblaciones rurales sean más resilientes.
Una conclusión importante es que existe la necesidad urgente de apoyar a los pequeños agricultores a adaptarse al cambio climático, que entre otros grupos, son los más vulnerables al fenómeno.
“Van a exigir mucho mayor acceso a las tecnologías, mercados, información y créditos para la inversión para adaptar sus sistemas y prácticas de producción al cambio climático”, señaló.
A menos que se tomen medidas ahora para hacer que la agricultura sea más sostenible, productiva y resistente, los efectos del cambio climático comprometerán seriamente la producción de alimentos en los países y regiones que ya son sumamente expuestos a la inseguridad alimentaria, advirtió Da Silva.
“A través de sus efectos en la agricultura, los medios de vida y la infraestructura, el cambio climático amenaza todas las dimensiones de la seguridad alimentaria. Expondrá tanto a la población pobre urbana y rural a precios de los alimentos más altos y volátiles”, observó.
Según el director general de la FAO, también afectará la existencia de alimentos al reducir la productividad de los cultivos, la ganadería y la pesca, e impedir el acceso a los alimentos al trastornar los medios de vida de millones de personas de zonas rurales que dependen de la agricultura para sus ingresos.