Por Maximiliano Manzoni y Emilio Godoy
Aguacates mexicanos en Estados Unidos, bananos africanos en Alemania, acaí en México, frutos de un muestrario de la insostenibilidad de cadenas alimenticias que dejan una cauda de daños ambientales.
El traslado de comida de las granjas a los hogares genera un tercio de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) del planeta; de las cuales, 70% proviene de actividades agrícolas y la deforestación para dar espacio a las siembras.
Uno de los primeros sucesos de la 28 Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que arrancó el 30 de noviembre en Dubái y que finalizó el 13 de diciembre, fue la presentación el 1º de diciembre de una declaración sobre agricultura sostenible, sistemas alimentarios resilientes y acción climática.
Pero ese posicionamiento, que está por fuera de las negociaciones vinculantes dentro de la COP28, habla de aspirar a la reducción de la contaminación, el transporte de la comida y sus cadenas de suministro. No aborda las causas estructurales del fenómeno, como la forma de obtención de comida y el uso de agroquímicos.
Se trata de la primera postura al respecto en una cumbre climática, cuyo lema en Dubái consiste en “Unir. Actuar. Cumplir” y cuyos ofrecimientos financieros de gobiernos, organismos multilaterales y empresas totalizan 3.100 millones de dólares.
En América Latina, el impacto de esa industria recae en sectores que carecen de un vínculo directo con la comida, como la colecta de soja y aceite de palma africana.
Por eso, las pupilas de las mayores empresas productoras se llenan de ambición con la posibilidad de la emisión y venta de bonos de carbono (un crédito equivale a una tonelada de dióxido de carbono evitada o capturada) o de compromisos de cero emisiones (no se emite más de lo que se sustrae de la atmósfera por vías naturales, como bosques, o tecnológicas), en 2050.
Adicionalmente, la declaración relativa a adaptación a las consecuencias de la crisis climática sólo alude a la alimentación, sin indicadores de ningún tipo.
Una conferencia mala para la agricultura, pero buena para los negocios
El debate también llegó al Balance Global, esta especie de examen en la COP28 sobre cómo vamos en el cumplimiento del Acuerdo de París. Específicamente en la discusión sobre si debemos “reducir” o “terminar” con los combustibles fósiles. Pero incluso en las opciones de terminar con su uso, una palabra críptica aparece: “unabated”.
Es difícil traducir el concepto al español. Tampoco ayuda que hasta ahora no exista una definición clara, pero se refiere a aquellos combustibles fósiles “sin mitigación” o que no “disminuyen” las emisiones que generan.
Al menos esa es la traducción con la que trabaja Latinoamérica ahora mismo, dijo Javier Dávalos de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente. Qué es hacerse cargo, tampoco está claro. Mientras que la mayoría de las discusiones se centran en las fallidas tecnologías de almacenamiento de carbono (CCS, en inglés), dentro de las negociaciones sobre el Artículo 6 del Acuerdo de París comienza a analizarse si no entrarían ahí las compensaciones de los mercados de carbono.
Consultada al respecto, Nafkote Dabi de Oxfam International dijo que “la falta de definición significa que “abatement” podría ser cualquier cosa, incluso que petroleras mitiguen a través de créditos de carbono”
Sobre este punto, Bárbara Bomfim de WWF Brasil dice que el Balance Global “se encuentra conectado al concepto de la remoción de carbono por medio de la naturaleza, donde necesitamos mayor contribución científica”. Para la especialista “las remociones de carbono basadas en la naturaleza tienen un rol que jugar, pero “no son equiparables 1 a 1 con las emisiones producidas por los combustibles fósiles”.
Este artículo es parte de COMUNIDAD PLANETA, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) en América Latina. Fue producido en el marco de la iniciativa "Comunidad Planeta en la COP28".