El cambio climático no es neutro desde el punto de vista de género. Tal como lo señala ONU Mujeres, muchas de las consecuencias que sufren las mujeres se ven agravadas por desigualdades que siguen presentes.
Y una de estas desigualdades es la pobreza menstrual, entendida como la falta de acceso a insumos para gestionar la menstruación, ya sean productos de higiene, ropa interior o medicamentos; pero también se refiere a acceso a agua potable e infraestructura de saneamiento así como a educación e información.
Debido a la pobreza menstrual, muchas niñas y jóvenes se ven imposibilitadas a asistir a los centros educativos y, con ello, tener derecho a la educación. Lo mismo pasa con las mujeres adultas, a quienes se les limita sus posibilidades de trabajo. En el caso de personas LGTBIQ+, la sola invisibilización de sus necesidades como personas menstruantes ya atenta contra sus derechos.
Y, en cuanto a la acción climática, la pobreza menstrual obstaculiza la participación de las personas en proyectos de mitigación y adaptación, pero también en procesos de toma de decisión.
“La pobreza menstrual es algo que ha estado escondido por años y tiene un montón de aristas, pero creo que direccionar de manera correcta -desde la política pública y marcos legales- puede brindar dignidad”, comentó Marysela Zamora directora de Nosotras Women Connecting, organización que aboga por la justicia menstrual.
Una oportunidad: equidad menstrual en las NDC
La Alianza Mundial para el Clima y la Salud (GCHA, por sus siglas en inglés) es una coalición de 70 organizaciones de salud en todo el mundo que aboga por hacer frente al cambio climático desde una perspectiva de salud pública.
En este sentido, uno de los objetivos de GCHA es “garantizar que los efectos sobre la salud se integren en las respuestas políticas mundiales, regionales, nacionales y locales al cambio climático para disminuirlos en la medida de lo posible, con especial atención a la reducción de las desigualdades sanitarias mediante la mitigación y la adaptación”.
Y una de las medidas que proponen es abordar el tema sanitario en las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés), las cuales agrupan las acciones de mitigación y adaptación a las que los países se comprometen en pro del cumplimiento del Acuerdo de París.
“Los beneficios para la salud de las soluciones climáticas ayudarán a compensar los costes económicos de la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo. Los gobiernos pueden proteger la salud de sus ciudadanos -y evitar millones de muertes prematuras- integrando la salud en las políticas climáticas nacionales”, señala GCHA en su sitio web.
De hecho, en el 2021, GCHA analizó 46 NDC –incluida la costarricense- para valorar la incorporación de la salud en la acción climática. “El contenido de las NDC proporciona una instantánea general de las prioridades de los gobiernos en relación con el cambio climático, y este análisis sirve como barómetro de la medida en que se reconocen y se abordan los vínculos intrínsecos entre la salud y el cambio climático”, señala la organización.
Los países deben actualizar sus NDC cada cinco años y estas deben ser cada vez más ambiciosas. Este proceso de actualización representa una oportunidad para abordar el tema de la gestión menstrual desde el lente de la salud pública, haciendo énfasis en las medidas para erradicar la pobreza menstrual dado que esta se relaciona con gestión de riesgo, acceso a infraestructura de agua potable y sanitaria, así como inseguridad alimentaria, entre otros.
En este sentido, las NDC deben tomar en cuenta las diferentes realidades de las personas menstruantes tanto entre países como también al interior de los mismos territorios: la menstruación se vive diferente cuando la persona debe abandonar su casa debido a un evento extremo, y también difiere cuando se está en condición de movilidad, por poner dos ejemplos.
“No existe una única menstruación, existen diversas menstruaciones así como existen personas”, señaló Carolina Barboza, asistente técnica en temas de derechos a la salud sexual y reproductiva del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
“Nos encanta decir que todas las personas somos iguales, pero cuando lo decimos estamos invisibilizando las necesidades de diferentes poblaciones. Las propuestas son bienvenidas, pero también hay que tener mucho cuidado al ejecutar, al llevar esa propuesta a campo, para no tratar de imponer soluciones desde lugares que no corresponden y no concuerden con nuestras realidades”, continuó.
Otra oportunidad: la COP28
Gracias a los esfuerzos de concientización e incidencia política realizados por organizaciones y profesionales de la salud, la próxima Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio climático –que se realizará en la ciudad de Dubái (Emiratos Árabes Unidos)- tendrá un día dedicado a la salud.
Barboza ve con buenos ojos esta iniciativa, ya que puede ser aprovechada por organizaciones y grupos que abogan por la equidad menstrual para informar y así irle abriendo espacio al tema en la conversación climática.
“Uno de los principales problemas es que el tema de la salud menstrual está invisibilizado. Entonces, poder visibilizarlo en estos espacios para así informar que el tema tiene que ver con derechos sexuales y reproductivos así como con acción climática, podría ayudar a llamar la atención sobre él. Ojalá pueda hablarse cada vez más sobre derechos y menstruación”, dijo Barboza.
Este artículo fue elaborado con apoyo de LatinClima, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el Centro Científico Tropical (CCT) por medio de la iniciativa Historias que cuentan cambios.
Menstruación como un signo vital
“Desde los espacios médicos ahora estamos hablando de considerar la menstruación como un signo vital, tan importante como la presión arterial o la frecuencia cardiaca. Una menstruación sana es evidencia de salud”, declaró Rita Peralta, quien es ginecóloga infanto-juvenil en el Hospital Calderón Guardia y profesora de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El ciclo menstrual y la menstruación se ven influenciadas por factores ambientales, incluidas las condiciones socioeconómicas, la nutrición y el acceso a la atención sanitaria preventiva; por lo que conocer sobre la menstruación de una persona puede brindar información clave a los profesionales en salud sobre diversas afecciones.
“Es importante que los médicos conozcan los patrones menstruales de las personas, la capacidad de diferenciar entre menstruación normal y anormal, y la habilidad para saber cómo evaluar a la paciente. Al incluir una evaluación del ciclo menstrual como signo vital adicional, los médicos refuerzan su importancia en la evaluación del estado de salud general de las pacientes”, se lee en una opinión del Comité de Atención Sanitaria a los Adolescentes, respaldado por la Academia Americana de Pediatría.
Y esto se vuelve cada vez más relevante con el cambio climático. Con el aumento de las temperaturas, las personas se ven expuestas a condiciones ambientales que no son usuales y a las que ha tenido poco tiempo para adaptarse.
Ejemplo de ellos son las olas de calor. Según The Lancet Countdown 2022, el cambio climático está incrementando la frecuencia, intensidad y duración de las olas de calor. La exposición a calor extremo se asocia a lesiones renales agudas, golpes de calor, resultados adversos en el embarazo, empeoramiento de los patrones de sueño, impacto en la salud mental, agravamiento de enfermedades cardiovasculares y respiratorias subyacentes, así como al aumento de muertes no accidentales y relacionadas a lesiones.
Cuando una persona se encuentra menstruando, su cuerpo sufre una significativa pérdida de líquido, por lo que la hidratación es clave para su salud; y esta es aún más relevante si la persona se encuentra expuesta a condiciones calurosas.
“Se habla de que debemos tener un consumo de líquidos entre uno y dos litros diarios. Y durante los días del flujo menstrual, es todavía más importante porque el cuerpo está teniendo una pérdida adicional de líquidos. Ese líquido hay que reponerlo, porque si no se repone hay más posibilidades de desarrollar fatiga, encefalea, visión borrosa… que están relacionados a deshidratación”, explicó Peralta.
El incremento de la temperatura global también incide en los patrones de lluvias y ambos afectan los cultivos, lo cual tiene un efecto directo en la seguridad alimentaria. El maíz y el trigo, dos de los grandes alimentos a nivel mundial, ya evidencian impactos.
“El aumento de las temperaturas amenaza directamente el rendimiento de los cultivos, ya que las temporadas de crecimiento del maíz se acortaron una media de nueve días en 2020, y las temporadas de crecimiento del trigo de invierno y del trigo de primavera se acortaron seis días con respecto al periodo 1981-2010 en todo el mundo”, indicaron los autores de The Lancet Countdown.
Y continuaron: “la amenaza para el rendimiento de los cultivos se suma al creciente impacto del clima extremo en las cadenas de suministro, las presiones socioeconómicas y el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas, lo que socava la disponibilidad, el acceso, la estabilidad y la utilización de los alimentos”.
“Un nuevo análisis sugiere que el calor extremo se asoció con 98 millones más de personas que declararon inseguridad alimentaria de moderada a grave en 2020 que en 1981-2010, en 103 países analizados. El clima cada vez más extremo empeora la estabilidad de los sistemas alimentarios mundiales, actuando en sinergia con otras crisis concurrentes para revertir los avances hacia la erradicación del hambre”, agregaron.
La inseguridad alimentaria moderada también impacta la salud menstrual de las personas, sobre todo en aquellas que experimentan su primera menstruación (menarquia) y quienes están pasando por la menopausia.