Capaz de adaptarse a los peores embates del cambio climático y al mismo tiempo alimentar a millones de personas, la yuca emerge como un cultivo clave para un planeta más caliente. Antes, sin embargo, esta superheroína climática necesita hacerse todavía más fuerte.
Por sí sola, la yuca aguanta sequías prolongadas, sobrevive a temperaturas elevadas y puede aprovechar para su crecimiento mayores concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera para crecer.
Estas propiedades llamaron la atención de científicos del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), quienes desde hace varios años desarrollan nuevas variedades de yuca capaces de aprovechar estas condiciones climatológicas, adaptarse a otras incluso más extremas y aun así aumentar su productividad.
“Lo que hacemos es cruzar variedades existentes y seleccionar aquellas que respondan a las características específicas que buscamos. Normalmente cada variedad es pensada para cada lugar en específico”, detalló a Ojo al Clima Hernán Ceballos, mejorador de yuca del CIAT.
El CIAT actualmente estudia cómo se comportan sus variedades nuevas en los países centroamericanos y de ese proceso sacará conclusiones para fortalecer la semilla y aumentar su productividad. En 2004, el instituto envió un tipo de yuca a Nicaragua y en el 2011 a Guatemala.
Más de 200 millones de personas cosechan yuca como su principal cultivo, destinado en un 65 % al consumo humano y en el 35 % restante para los combustibles y la industria, según la FAO.
Gracias al incremento en la temperatura del planeta, este tubérculo ahora puede sembrarse en lugares donde antes no, como las zonas subtropicales del sur China y Brasil, y algunas regiones de México, explicó a Ojo al Clima Julián Ramírez, investigador asociado y experto de cambio climático del CIAT.
Pero tanto el calentamiento como los cambios en lluvias y en dióxido de carbono pueden representar un obstáculo para este cultivo si no se toman medidas para contener sus efectos negativos.
Con estas nuevas variedades los científicos buscan aprovechar las características de la yuca para reducir sus posibles efectos negativos ante el cambio climático y maximizar sus cualidades.
¿Cómo se adaptan?
En el caso del CO2, el razonamiento es sencillo: el dióxido de carbono es esencial para el proceso de fotosíntesis y los cultivos pueden beneficiarse con el aumento de este gas.
En teoría, el rendimiento de la yuca podría crecer entre un 30% y 40% con el incremento de las concentraciones de este gas en la atmósfera, explicó Ramírez.
“Por definición, un aumento en el CO2 del aire aumenta el rendimiento de todos los cultivos porque, en cierta medida, es un fertilizante”, señaló Ceballos.
Sin embargo, los experimentos del CIAT muestran que al someter a la yuca a las condiciones estimadas para el 2050, la productividad no mejora al ritmo que esperaban los expertos.
El incremento de dióxido de carbono sí favorece a las etapas iniciales del crecimiento de la yuca, pero el beneficio tiene una especie de límite. Al estar expuesto a concentraciones mucho mayores que las acostumbradas, el cultivo topa con “cuellos de botella” que limitan su rendimiento.
Al preparar el cultivo para que pueda adaptarse al incremento de este gas de efecto invernadero, los científicos del CIAT esperan hallar una variedad para el futuro.
El impacto de las lluvias es más complejo, porque depende de cómo se comporten. Si las lluvias se adelantan, por ejemplo, la yuca pierde calidad. Los escenarios climáticos de Costa Rica prevén cambios en los patrones de precipitaciones.
Si la lluvia llega antes de que los agricultores cosechen la yuca – que usualmente ocurre en la época seca– la planta iniciará de nuevo su fase de crecimiento y echará brotes, con lo que el producto perderá calidad.
La energía “extra” utilizada para este proceso, conocido como rebrote, desmejora la raíz.
“Nos interesan variedades en donde la materia seca de la raíz no pierda tanta calidad si hay un rebrote”, explicó Ceballos.
Si pasa lo contrario, y las lluvias se demoran, los tallos pierden la capacidad de germinar: se secan, no brotan y “mueren”.
“Necesitamos desarrollar capacidades en las que el tallo pueda ser almacenado por más tiempo del normal porque las lluvias se están empezando a demorar”, agregó.
Sin embargo, Ramírez es enfático en recordar que la yuca es resiliente al cambio climático por sí sola y estos esfuerzos son para reforzar sus condiciones naturales.
Yuca tica
Costa Rica tiene un mercado internacional consolidado basado en la exportación de yuca de tipo valencia. Según Édgar Aguilar, del Instituto Nacional de Innovación y Transferencia en Tecnología Agropecuaria (INTA), el país exporta más del 90% de la yuca que produce.
Lo anterior, sumado a la calidad culinaria propia de la variedad valencia, hace que Costa Rica se encuentre en una situación especial en donde los nuevos tipos de yuca no son tan necesarios dentro del mercado actual, dice el experto.
“No se ha pensado en introducirlas al mercado porque en Costa Rica la yuca valencia por su calidad tiene prestigio internacional…. si hacemos una mezcla de yuca el comercio se podría ver afectado”, explicó Aguilar a Ojo al Clima.
Para Edvin Rojas, ingeniero agrónomo y dueño de la empresa productora PCI Rojas, las variedades enviadas por el CIAT han resultado más resistentes a algunas plagas y enfermedades, como la mosca blanca y el cuero de sapo, que la yuca valencia.
“De lo que se trata es que haya un buen grupo de variedades porque en caso de que una plaga llegue y ataque a la valencia, Costa Rica se quedaría sin yuca. Con más variedades eso no sería una catástrofe”, indicó Rojas.
Sin embargo, pese a que los diversos tipos no se han liberado, Aguilar piensa que la verdadera oportunidad para Costa Rica es en el plano industrial.
“El interés es buscar nuevas alternativas de producción. Aumentar las producciones de esta yuca, establecer esa industria y generar empleo”, mencionó Aguilar.
Actualmente hay especies de yuca amarga, no apta al consumo humano, que se están evaluando en la Zona Norte, el Caribe y en la región indígena de Térraba.