Los manglares son reconocidos por su función protectora contra la erosión costera mediante la estabilización de la tierra, la acreción de sedimentos y la disipación de las mareas producto de tormentas, además secuestran carbono, son ricos en biodiversidad y se desempeñan como filtro ante la contaminación.

Esta función protectora se vuelve crucial ante eventos extremos como los huracanes y, si bien los manglares son resilientes, lo cierto es que también sufren daños. En otras palabras: al superhéroe se le hacen moretones debido a los golpes y lo preocupante está en el momento cuando un moretón escala a ser daño permanente.

A pesar de estos valiosos servicios de los ecosistemas, los manglares están sufriendo tasas de pérdida más altas que otros ecosistemas como los bosques tropicales y los arrecifes de coral.

De hecho, las temporadas de mega huracanes —cada vez más frecuentes en la región del Caribe debido al cambio climático— son capaces de alterar drásticamente la dinámica de los manglares y generarle “lesiones” al ecosistema.

Así lo demostró un estudio, publicado en Environmental Research Letters, que analizó el impacto que tuvo la temporada de huracanes sobre los manglares ubicados en la cuenca del Atlántico Norte durante el 2017. Esta temporada estuvo compuesta por 17 tormentas tropicales con nombre, seis de ellas escalaron a nivel de huracanes.

Semilla de mangle piñuela, una de las especies presentes en Costa Rica. (Foto: Nina Cordero).

“Para llevar a cabo la investigación utilizamos imágenes satelitales de toda la región del Caribe y del Golfo de México para mostrar que en 2017 se produjeron daños desproporcionados en los manglares en comparación con las respuestas de referencia de los ocho años anteriores, y las respuestas estimadas de la vegetación en los últimos 38 años”, comentó Miguel Cifuentes, investigador del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) y coautor del estudio.

Tras el análisis, los investigadores observaron que se dieron 30 veces más daños en la temporada del 2017 en contraste con las ocho temporadas anteriores. En total, 88 millones de hectáreas se vieron afectadas por huracanes o tormentas tropicales, más de un millón de esas hectáreas eran bosques de manglar.

Asimismo, el 72% de estos daños al manglar persistieron a lo largo de los siete meses posteriores a la temporada de huracanes.

Predictores de daño

Los datos evidenciaron que los daños en los manglares se debieron principalmente a las altas velocidades del viento. “La velocidad máxima del viento fue el predictor más fuerte de los daños en los manglares con una magnitud de efecto varias veces mayor que cualquiera de los otros efectos”, se lee en el estudio.

Ahora bien, y según Cifuentes, no necesariamente se tiene que alcanzar la máxima categoría de huracán para que el manglar muera, ya que existen otras características del ecosistema que también controlan la respuesta de los manglares.

“Los vientos pueden acarrear sedimentos a la parte de atrás del manglar, en su área de transición, o pueden provocar una inundación prolongada y eso, a fin de cuentas, altera la salinidad o ahoga a los manglares y terminamos teniendo mortalidad aunque el manglar no se dañe directamente por el viento. Hay una combinación de factores y, ahora que los conocemos, sería bueno tener sitios—-a una menor escala— que nos permitan observarlos más en detalle”, declaró Cifuentes a Ojo al clima.

También hay que tomar en cuenta que los vientos pueden deshojar el manglar, pero no matarlo. “Eso depende de la velocidad del viento, la especie y cuán cerca se esté del punto focal del huracán”, señaló el investigador del Catie.

El siguiente factor de predicción más importante fue el historial de tormentas, en la que los sitios que habían experimentado una o dos tormentas en los ocho años anteriores tenían una probabilidad notablemente menor de sufrir daños.

La conservación de los manglares como "infraestructura verde" se ha convertido en una importante estrategia para la reducción de los riesgos costeros y el aumento de la resiliencia a medida que el clima sigue cambiando.

La altura del dosel o copa de los mangles y la precipitación acumulada también juegan un papel importante en la probabilidad de daño.

“Es importante conocer los datos y resultados arrojados por este estudio porque a medida que aumente la dinámica del cambio climático global y la intensidad y frecuencia de los huracanes se reduce la resiliencia de los manglares para atenuar los efectos negativos de los huracanes y aumentan así los efectos negativos sobre las comunidades costeras y ecosistemas críticos aledaños”, destacó Cifuentes.

En Costa Rica, el área total cubierta por manglares es 36.250 hectáreas. (Foto: Nina Cordero)(Créditos: Nina Cordero)

Un panorama difícil

Las temporadas de mega huracanes podrían volverse frecuentes debido al aumento de la temperatura superficial del mar, el incremento en el contenido calórico del océano bajo la superficie del mismo y la disminución de la circulación atmosférica durante el verano en los trópicos. Todos ellos están relacionados con el cambio climático.

Asimismo, el cambio climático ha contribuido al aumento del nivel del mar, lo que provoca mayores tasas de erosión del litoral, inundaciones costeras y un mayor alcance de las mareas al interior de la costa.

Si bien los manglares han sobrevivido a fuertes tormentas durante siglos y son resilientes a las perturbaciones, al punto de recuperarse en tan solo cinco años, lo cierto es que las tasas de recuperación dependen de la naturaleza y gravedad de la perturbación, las características del manglar y la interacción con otros factores ambientales, por lo que en un contexto de mega huracanes, los manglares no la tienen fácil.

“El aumento de la frecuencia de las temporadas de mega huracanes puede comprometer la capacidad de recuperación de los manglares y los servicios ecosistémicos asociados que estos proporcionan. En concreto, un número cada vez mayor de manglares se encontrará en fase de recuperación, y aunque nuestros resultados sugieren que estos manglares más jóvenes y cortos son más resistentes a los daños futuros, también pueden proporcionar servicios del ecosistema diferentes a los de los manglares maduros”, se lee en el estudio.

Por otra parte, estas dinámicas de perturbación podrían interactuar con otros procesos relacionados al cambio climático, como el incremento del nivel del mar, el aumento de la erosión y la alteración del ciclo de nutrientes, lo cual degradaría aún más a los manglares y esto los debilita en pos de la recuperación.

“El aumento del nivel del mar es relativamente más lento que el cambio del uso del suelo. Lamentablemente para cuando el incremento del nivel del mar sea un problema para los manglares, estos ya probablemente hayan desaparecido”, enfatizó Cifuentes.

Muchas comunidades costeras en Costa Rica están restaurando sus manglares con ayuda de viveros. (Foto: Nina Cordero)(Créditos: Nina Cordero)

Restauración

Los hallazgos arrojados por el estudio no solo contribuirán a anticipar potenciales daños a los manglares sino que también permitirán priorizar áreas que son más susceptibles y, con ello, diseñar estrategias de prevención como pueden ser esfuerzos de restauración, esto con el objetivo de ayudar a la adaptación de estos sistemas a la nueva realidad climática.

“En este estudio podemos identificar cuáles son los puntos calientes o las áreas donde los huracanes van a tener una mayor probabilidad de impacto. Entonces podríamos enfocar nuestros esfuerzos de restauración o fortalecimiento de la resiliencia de esos ecosistemas para prevenir daños a futuro”, indicó el investigador del Catie.

Más allá de la siembra activa de árboles de mangle, esa restauración debe contemplar la rehabilitación de la dinámica hidrológica y el contar con suficiente espacio tanto en dirección al mar por la tasa de depósito de sedimentos como en dirección al continente. Este último está determinado por el uso del suelo, por lo que se deben diseñar mecanismos para recuperar esas áreas que históricamente fueron humedales.

“Muchas veces la degradación del manglar no es el problema en sí mismo sino que son las influencias que vienen de las partes superiores a la costa y de las áreas de producción agropecuaria y acuícolas adyacentes al manglar las que están produciendo presiones que van más allá de la capacidad de resiliencia del ecosistema”, manifestó Cifuentes.

“Se pueden invertir millones en restaurar el manglar y la hidrología, pero si ese manglar sigue recibiendo basura y otros contaminantes, si las aguas negras siguen desembocando en el manglar, si sigue habiendo extractivismo y se siguen bloqueando los drenajes… es botar la plata”, continuó.

La visión debe ser una más integral del territorio. Necesitamos hablar de paisajes sostenibles para tener una escala geográfica y socioecológica para trabajar”, concluyó el investigador.

Temporadas de huracanes en el Caribe 2009-2017































































Año Total de tormentas Huracanes Área afectada (hectáreas)
2009 5 2 7.909.676
2010 13 9 45.412.729
2011 20 5 32.654.849
2012 19 8 65.715.473
2013 15 2 13.873.143
2014 9 4 4.512.007
2015 8 4 5.813.535
2016 10 5 44.438.907
2017 17 10 88.406.089
2020: una temporada por encima de lo normal

El pasado 8 de octubre, el satélite GPM —que pertenece a las agencias espaciales estadounidense (NASA) y japonesa (JAXA)— capturó el momento en que la tormenta Delta se acercó a la costa del Golfo de México y, con ello, adquirió un impulso energético al pasar sobre aguas cálidas, lo que hizo que pasara de ser una depresión tropical a una tormenta de categoría 4 en tan solo 30 horas.

Delta es la vigésima quinta tormenta que se origina en el Atlántico en esta temporada de huracanes. Recibió su nombre del alfabeto griego al acabarse, en setiembre con la tormenta tropical Wilfred, la lista regular de 21 títulos para este 2020.

De hecho, según el Centro de Predicción del Clima de la Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), se espera que esta temporada de huracanes esté por encima de lo normal, ya que las condiciones atmosféricas y oceánicas están dadas para así alimentar el desarrollo de tormentas, por lo que “podría ser una temporada extremadamente activa”.

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