Con la pandemia vinieron las restricciones de viaje, el confinamiento en las casas y el distanciamiento social, todo con tal de frenar el contagio de SARS-Cov2, el virus causante de COVID-19.
La aplicación de esas medidas trajeron consigo dos efectos indirectos: primero, una reducción de las emisiones contaminantes que se liberan a la atmósfera y dañan la salud de las personas, lo cual mejoró la calidad del aire; y segundo, una disminución en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), los cuales contribuyen al aumento de la temperatura y, por tanto, al cambio climático.
Sin embargo, ninguno de los dos efectos indirectos resultó ser permanente en el tiempo e incluso las medidas de reactivación económica previstas tras la pandemia podrían disparar las emisiones y causar un efecto rebote.
Calidad del aire
En China y Europa, por ejemplo, las concentraciones de partículas finas (PM2,5) disminuyeron sustancialmente. Un estudio, publicado en The Lancet, calculó esa reducción en 14,5 microgramos por metro cúbico (μg/m3) para China (-29,7%) y 2,2 μg/m3 para Europa (-17,1%), con reducciones sin precedentes de 40 μg/m3 en la media bimestral de PM2,5 en las zonas más afectadas por COVID-19 en China.
Las partículas PM2,5 tienen un tamaño menor a los 2,5 micrómetros por metro cúbico y eso las hace peligrosas para la salud de las personas, porque son capaces de llegar hasta los alvéolos, las terminales del árbol bronquial donde ocurre el intercambio de oxígeno entre el sistema respiratorio y la sangre.
En 2016, y según el informe The Lancet Countdown of Health and Climate Change, las muertes prematuras atribuibles a las partículas finas se calcularon en 2,9 millones, mientras que la exposición a estas se incrementó un 11,2 % a nivel global desde 1990.
En este sentido, gracias a la mejora en la calidad del aire vivida este 2020, se evitaron 24.200 muertes prematuras en China entre el 1 de febrero y el 31 de marzo, según el estudio de The Lancet. También se evitaron 2.190 muertes en Europa entre el 21 de febrero y el 17 de mayo.
En el largo plazo, los investigadores estimaron que se evitaron entre 76.400 y 287.000 muertes prematuras en China y entre 13.600 y 29.500 muertes en Europa, esto en función de los futuros escenarios de recuperación económica adoptados.
“Nuestros resultados sugieren que se pueden lograr mejoras considerables en la calidad del aire tanto en China como en Europa cuando se adoptan políticas estrictas de control de las emisiones”, se lee en el estudio.
En Costa Rica, un estudio -realizado por el Laboratorio de Análisis Ambiental de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional (UNA)- evidenció una disminución en los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) para los meses de marzo y abril del 2020 con respecto al mismo periodo en el 2019. De hecho, los porcentajes de reducción en los 10 sitios monitoreados variaron entre 28% y 52%. El mismo comportamiento que se observó con el NO2, también se vio con las partículas PM10 y PM2,5.
Sin embargo, el “efecto COVID-19” en la calidad del aire no fue permanente. Conforme las restricciones fueron flexibilizándose en todo el mundo, el comportamiento previo a la pandemia -relacionado al uso de los combustibles fósiles- fue retomándose.
“La calidad del aire en las principales ciudades italianas mejoró durante la cuarentena, pero fue una condición temporal. Esto quedó claro cuando los ciudadanos pudieron volver a moverse con sus carros. Las reformas estructurales y a largo plazo de la movilidad en nuestras ciudades y áreas metropolitanas deben ser una prioridad absoluta para el gobierno, las regiones y los alcaldes, especialmente ahora que están planeando cómo utilizar los fondos de la Unión Europea para la próxima generación”, comentó Anna Gerometta, fundadora de la organización Cittadini per l’Aria.
Emisiones carbono
En cuanto a las emisiones de GEI, y tal como se venía anticipando, este 2020 registró una disminución de 2.400 millones de toneladas. Esto significa que las emisiones de dióxido de carbono equivalente (CO2e) derivadas de combustibles fósiles llegarían a cerrar en 34 gigatoneladas (GtCO2) este año, es decir, 7% menos que en 2019.
Los datos se desprenden del Global Carbon Budget 2020, cuya autoría recae en investigadores de las universidades East Anglia y Exeter de Reino Unido así como de la organización Global Carbon Project.
“El pico de la disminución de las emisiones en 2020 se produjo en la primera quincena de abril, cuando las medidas de confinamiento estaban en su punto máximo, particularmente en Europa y Estados Unidos. En ese momento, las emisiones globales diarias de fósiles estaban alrededor de un 17% por debajo de sus niveles medios de 2019”, señalaron los autores.
Esta caída en las emisiones fue más pronunciada en Estados Unidos (-12%), Unión Europea (-11%) e India (-9%). China, por su parte, registró una caída menos dramática (-1,7%), ya que las restricciones se produjeron a principios de año y fueron más limitadas en el tiempo.
En Costa Rica, si se compara el mismo período comprendido entre enero y abril, el 2020 mostró una reducción del 26% en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en contraste con el 2019. Otra forma de decirlo es que el país emitió 647.254 toneladas menos este año en comparación al año pasado, según un análisis realizado por el Instituto Meteorológico Nacional (IMN) a partir de las ventas de combustibles fósiles.
Las emisiones derivadas del sector transporte fueron las que más disminuyeron a nivel mundial. Por ejemplo: las emisiones del transporte terrestre se redujeron aproximadamente en la mitad durante el período más restrictivo del confinamiento.
En cuanto al transporte aéreo, la caída fue de 75% en los meses correspondientes a los cierres. “Sin embargo, esto tuvo un efecto menor que las emisiones del transporte terrestre porque la aviación representa solo el 2,8% de las emisiones mundiales”, señalaron los investigadores.
A inicios de diciembre de 2020, las emisiones provenientes del transporte terrestre y aéreo seguían estando por debajo de los niveles de 2019 en aproximadamente 10% y 40%, respectivamente.
Con respecto a la industria, las emisiones se redujeron 30% en el pico de los cierres, mientras que las emisiones resultantes de la producción de energía -sector responsable del 44% de las emisiones mundiales- se redujeron hasta 15% en el punto álgido del confinamiento.
A pesar de la caída experimentada en 2020, las emisiones siguen siendo elevadas. De hecho, si se incluye el cambio de uso de la tierra, las emisiones de este año son muy similares a los niveles alcanzados en 2012.
“El sistema climático está impulsado por la cantidad total de CO2 puesta en la atmósfera durante siglos. Si bien disminuyeron en 2020, las emisiones aún aumentaron a los mismos niveles que en 2012, y la caída es insignificante en comparación con la cantidad total de CO2 emitida durante los últimos siglos. El calentamiento global se detiene cuando las emisiones llegan a cerca de cero, y el COVID-19 no ha cambiado eso”, explicó Glen Peters, director de investigación en el Centro CICERO para la Investigación Climática Internacional en Noruega.
“Gran parte del mundo está experimentando ahora una segunda ola de la pandemia, pero las emisiones diarias no han disminuido tanto en la segunda ola como durante la primera. Algunos de nuestros conjuntos de datos indican que las emisiones mundiales diarias en la última parte de 2020 se están acercando a los niveles observados en la última parte de 2019, lo que indica que las emisiones pueden estar cerca de un rebote total a pesar de la presencia de una segunda ola de COVID-19 en algunas regiones”, agregó Peters.
Los investigadores advierten que, si no se cuenta con un plan a largo plazo para descarbonizar las economías, lo que podría darse es un efecto rebote: “el repunte de las emisiones tras las crisis anteriores sugiere que la tendencia a largo plazo se verá influida por las medidas para estimular la economía mundial en respuesta a la pandemia por COVID-19”.
“Aún no se han establecido todos los elementos para una disminución sostenida de las emisiones mundiales, y las emisiones están ahora lentamente volviendo a los niveles de 2019. Las medidas gubernamentales para estimular la economía al final de la pandemia también pueden ayudar a mantener bajas las emisiones y a hacer frente al cambio climático. Los incentivos que ayudan a acelerar el despliegue de los automóviles eléctricos y la energía renovable, y que apoyan los desplazamientos a pie y en bicicleta en las ciudades son particularmente oportunos dadas las profundas perturbaciones observadas en el sector del transporte este año”, comentó Corinne Le Quéré, profesora de Investigación de la Royal Society en la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia.
A la fecha, y según los investigadores, queda menos del 8% del presupuesto de carbono para ser consecuentes con la meta de 1,5°C del Acuerdo de París, es decir, restan menos de 10 años al ritmo de emisión actual.
En este sentido, se requieren recortes de alrededor de 1-2 GtCO2 cada año, entre 2020 y 2030, para limitar el calentamiento global tal como lo propone el Acuerdo de París y, con ello, evitar los peores escenarios del cambio climático.
Cuidado con el enmascaramiento
La mejora de la calidad del aire y la reducción de las emisiones de carbono pueden ser abordados de forma conjunta a partir de paquetes de acciones que integren a diversos sectores.
En América Latina, por ejemplo, si tan solo se hicieran mejoras en las redes de autobuses para favorecer un transporte público más eficiente y bajo en emisiones se lograría reducir 110 mega toneladas de carbono equivalente (MtCO2e) en el 2030.
Además, esas mejoras en transporte prevendrían 22.500 muertes anuales a causa de enfermedades dadas por la exposición a aire contaminado y 20.000 muertes anuales debido a accidentes de tránsito, según el informe Climate Opportunity: More Jobs, Better Health, Liveable Cities, elaborado por las organizaciones C40, The Global Covenant of Mayors for Climate & Energy y New Climate Institute.
Ahora bien, el esfuerzo debe dirigirse a lograr cero emisiones netas en el 2050, pero también hay que tener claro que muchos de los gases liberados desde 1850 hasta la fecha aún están en la atmósfera causando un incremento en la temperatura.
Esto es importante tenerlo en cuenta a la hora de interpretar las métricas que orientan la toma de decisiones en los países. Si bien los resultados de las acciones en cuanto a calidad de aire podrían verse en el corto plazo, los impactos de la acción climática demoran más tiempo y algunos efectos podrían parecer un retroceso cuando no lo son.
Por ejemplo, entre 2006 y 2017, el gobierno chino aplicó políticas de aire limpio para reducir los riesgos para la salud de los contaminantes en aerosol como el sulfato. Se calcula que esos esfuerzos salvaron hasta medio millón de vidas al año.
“El crecimiento económico y la industrialización de China, en los últimos decenios, se han visto apoyados por el aumento del consumo de energía procedente del carbón, lo que ha convertido a China en el mayor emisor del mundo de importantes contaminantes atmosféricos como el dióxido de azufre y el carbono negro. Estos contaminantes tienen importantes repercusiones en la calidad del aire y la salud pública, por lo que China ha adoptado medidas estrictas para reducirlos. Las medidas fueron eficaces y la contaminación por aerosoles en China se alivió sustancialmente después de 2013, con notables beneficios para la salud pública”, manifestó Yixuan Zheng, investigador de la Academia China de Planificación Ambiental.
Sin embargos, esos esfuerzos por mejorar la calidad del aire tuvieron un efecto secundario, ya que se dio un incremento en la temperatura de más de 0,1 °C en el hemisferio norte, esto según un estudio publicado en Environmental Research Letters.
Los aerosoles son partículas diminutas liberadas a la atmósfera como consecuencia de actividades humanas, como la quema de carbón para generación eléctrica, y tienen efectos negativos en la salud de las personas. Al igual que sucede con los aerosoles emitidos durante una erupción volcánica, que pueden hacer que la temperatura global disminuya, algunos aerosoles antropogénicos también tienen ese efecto de enfriamiento.
A diferencia de los GEI, que atrapan el calor en la atmósfera, las partículas de aerosol -ya sean volcánicas o antropogénicas- pueden hacer que la luz solar se refleje lejos del planeta, ya sea directamente o interactuando con las nubes, lo cual tiene un efecto en el clima a nivel mundial.
Las acciones tomadas por China, a ser una de las grandes economías y emisores en el mundo, tienen impactos en el calentamiento no solo a nivel local sino también global.
“Se estimó que el aerosol de sulfato de origen antropogénico enfriaba la Tierra en un promedio de medio grado centígrado en 2010, lo que equivale al 76% de todo el enfriamiento inducido por los aerosoles antropogénicos. El carbono negro, por otra parte, absorbe el calor de la atmósfera y calienta la Tierra. Por lo tanto, comprender el efecto que la reducción de estos materiales podría tener en el calentamiento es esencial para las futuras estrategias de mitigación del clima”, manifestó Zheng, quien es el autor principal del estudio.
“Algunos de los efectos del calentamiento global están siendo enmascarados por la contaminación de los aerosoles”, agregó.
El estudio reunió a investigadores del Instituto Carnegie para la Ciencia (Estados Unidos), Academia China de Planificación Ambiental (China), Universidad Tsinghua (China) y Universidad de California Irvine (Estados Unidos).
“De 2006 a 2017, las emisiones de CO2 de China aumentaron en alrededor del 54%, junto con una reducción de alrededor del 70% de las emisiones de dióxido de azufre, una reducción del 30% de las emisiones de carbono negro y una reducción del 40% de las emisiones de carbono orgánico. La disociación de las emisiones de CO2 y de aerosoles se debe principalmente a la instalación de dispositivos de control al final de línea, que reducen las emisiones de aerosoles pero no las de CO2. Esa desvinculación exacerbó los efectos de las emisiones de CO2 de China en el calentamiento mundial”, explicó Steven J. Davis, investigador de la Universidad de California Irvine y coautor del estudio.
El diseño de las medidas es crucial para evitar este tipo de distorsiones.