Todo comenzó con Greta Thunberg, una adolescente sueca de 16 años. En vez de asistir a clases, el viernes 20 de agosto del año pasado ella se sentó frente al Parlamento de su país y repartió información sobre la crisis climática causada y sufrida por la humanidad. Fue la primera vez que faltó a clases para manifestarse por el clima.
¿Por qué estaba ahí? Porque sentía que la clase política de su país no estaba tomando en serio el cambio climático y estaba condenando a su generación a un futuro peligroso. Desde entonces, cada viernes vuelve a manifestarse en el mismo sitio, pero cada vez más jóvenes se le unen.
"Soy demasiado joven, no puedo votar pero tengo que ir a la escuela. Es una manera de hacerme oír", explicó Thunberg, contenta de poder inspirar a otros jóvenes en enero en el Foro Económico Mundial, celebrado en Suiza.
Medio año después, su solitaria “huelga por el clima” suma ahora a miles de estudiantes que protestaron en ciudades del continente europeo. Cada viernes, decenas de ciudades se llenan de jóvenes protestando por la inacción de los políticos ante la crisis climática.
El viernes 15 de febrero, por ejemplo, cerca de 30.000 niños y adolescentes tomaron las calles de las ciudades de Bélgica para protestar contra la inacción de su Gobierno. Unos 3.000 jóvenes se reunieron en la capital inglesa, Londres, y cerca de 4.000 en otras ciudades británicas.
Más de 270 ciudades europeas han tenido manifestaciones con cerca de 70.000 participantes cada semana.
Todavía este tipo de marchas escolares sobre cambio climático no se han esparcido a Costa Rica o a otros países latinoamericanos.
En sus manifestaciones, los jóvenes reclaman la hipocresía de los líderes mundiales, quienes dicen querer a sus hijos y nietos pero siguen sin tomar acciones claras en materia de cambio climático.
Según el Acuerdo de París de 2015 y la comunidad científica global, el aumento de la temperatura debe estar muy por debajo de 2°C hacia finales del siglo y ojalá cerca de 1,5°C.
Sin embargo, la trayectoria actual nos pondría por encima de los 3°C de calentamiento, lo que sería desastroso para fuentes de agua, cultivos, comunidades costeras y la vida en nuestras ciudades.
“Nos estamos quedando sin tiempo para hacer cambios significativos y reales; por eso es que estamos viendo a gente joven de todo el mundo pidiéndole cuentas a sus Gobiernos”, dijo la activista británica Anna Taylor de la UK Student Climate Network al diario inglés The Guardian.
Visiones generacionales
Cuando un grupo de 5.000 estudiantes se reunió en Berlín a finales de enero para impulsar el cierre de plantas de carbón en Alemania, tres de sus líderes se reunieron con el ministro de asuntos económicos y energía para plantear sus demandas.
El ministro se topó con un tema central en las manifestaciones estudiantiles: los jóvenes dicen que los adultos no vivirán lo peor de los efectos.
“Le preguntamos qué edad tendrá en el año 2050”, dijo al medio británico Climate Home la activista Merle Tennie, una de las organizadoras del evento.
Cuando el ministro de 61 años les dijo que probablemente no estaría en ese año, los activistas le contestaron “Claro, ¡ese es el problema! ¡Usted tiene que darse cuenta de que sus acciones no puede ser solo de corto plazo!”, recuerda la joven de 20 años.
Pero lejos de ser un asunto generacional, las manifestaciones han servido como punta de lanza para sumar otros sectores.
Un grupo de 224 académicos del Reino Unido publicó la semana pasada una carta en apoyo a las manifestaciones en su país, y más de 3.000 científicos belgas publicaron una similar en enero.
La costarricense Christiana Figueres, exsecretaria ejecutiva de la Convención Climática de Naciones Unidas, dijo que el nivel de preocupación de los jóvenes debería poner a los adultos a reflexionar sobre sus decisiones.
“Es una señal de que estamos fallando en nuestra responsabilidad de protegerlos de los impactos cada vez más graves del cambio climático”, señaló Figueres.
Sin embargo, los jóvenes han defendido su independencia. Algunas organizaciones como la alemana Fridays for Future (F4F) incluso han rechazado el apoyo de grupos más experimentados, prefiriendo mantener su propio estilo.
Cuando la ministra de ambiente de Bélgica dijo que los servicios de inteligencia de su país habían anunciado que las manifestaciones eran un complot en contra de ella, los organizadores juveniles salieron a desmentirla.
Cuando las propias agencias de seguridad negaron que esto fuera real, la ministra anunció su renuncia a inicios de febrero.