La neblina, niebla o las nubes, así como otros fenómenos climáticos pueden llegar a ser un problema para los pilotos de aviones. Es por esto que en los aeropuertos del país se cuenta con el expertise de los observadores meteorológicos, personas encargadas de reportar las condiciones del tiempo en los alrededores de los aeródromos.
Lo realmente impresionante es que estos observadores logran analizar los patrones meteorológicos a su alrededor únicamente utilizando su sentido de la vista y, sí, también cuentan con un poco de ayuda de los equipos tecnológicos a su disposición.
En el caso del aeropuerto Tobías Bolaños Palma, ubicado en Pavas, el equipo de observadores está conformado por tres mujeres, quienes envían los reportes meteorológicos a la torre de control.
Raquel Salazar, Paula Campos y Mónica Jiménez utilizan puntos clave, como el Hospital México o el edificio del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), para determinar la nubosidad a kilómetros de distancia y así generar un reporte de los fenómenos que se pudieran presentar en las siguientes horas.
Salazar, quien es la coordinadora de meteorología aeronáutica del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), comentó que en total son 18 personas las que trabajan en los aeropuertos del país. Entre estos observadores hay tres que respaldan y cubren a los demás en caso de que suceda cualquier imprevisto.
¿Qué observan?
Según Campos, quien es meteoróloga del IMN, los observadores meteorológicos ya saben como definir la nubosidad a partir de las diferentes características que tienen las nubes. Solamente viendo la base de las mismas, se puede determinar la altura a la que se encuentran.
“Uno se pone a dudar entre si está a los 4.500 o 5.000 pies, pero resulta que la nube que está a los 5.000 pies (1.524 metros) es un poco más plana en la base que la que está a los 4.500 pies (1.371,6 metros), porque las nubes empiezan a ser un poco más planas conforme van avanzando en la vertical, entonces uno puede determinarlo así”, explicó la pronosticadora aeronáutica.
Para desempeñarse bien en este trabajo es muy importante aprender a distinguir si las nubes son bajas, medias o altas. Campos comentó que a los 6.000 pies (1.828,8 metros) puede ser un reto diferenciar las nubes bajas de las medias, por eso la manera en la que logran identificar cada tipo es mediante la geometría y la estructura de cada una.
Salazar añadió que también pueden ver cómo se encuentra la atmósfera acorde con el tipo de nube. En caso de una nube baja, pueden saber si va a haber lluvia, aguaceros, tormenta, un día ventoso u ondas de montaña (vientos acelerados que vienen desde las montañas y crean ondas en la atmósfera).
“En niveles medios podemos definir si la atmósfera del mediodía está húmeda o si presenta cizalladura o cortante del viento, porque eso también influye en el seguimiento que se le da a las nubes”, explicó.
Para los días en los que la lluvia es muy fuerte, estas observadoras analizan el tamaño de la gota para distinguir los tipos de precipitación. Sin embargo, su visibilidad llega hasta donde la lluvia les permita y si no pueden ver nada, eso se incluye como parte de los reportes.
En cuanto a las necesidades del aeropuerto, las meteorólogas observan la visibilidad vertical -la altura a la que está la base de las nubes- que influye bastante en meteorología aeronáutica. La octa es la unidad de medida empleada para describir la nubosidad observable en un lugar. Para ello, las especialistas dividen el cielo en octavos. Entonces, por ejemplo, cuando hay 5 octas de cielo cubiertas y las nubes están a menos de 1.500 pies (457,2 metros), el aeropuerto no debe estar operando.
Otro punto a tomar en cuenta, según explicó Salazar, es la visibilidad horizontal, ya que cuando está a menos de 5.000 pies (1.524 metros) se suspenden las labores aeroportuarias.
Si la visibilidad es limitada, al piloto le va a costar ver. Es como cuando estamos manejando en el carro con neblina o con niebla bien espesa porque vamos por el cerro", ejemplificó la meteoróloga.
¿Cómo lo hacen?
El hecho de ver e identificar patrones climáticos a kilómetros no es sencillo. Estas observadoras logran esta hazaña gracias a mucha práctica y un sistema ya definido.
Tienen localizados puntos a nivel horizontal, a veces pueden ser montañas o edificios muy conocidos y, en otros casos, son edificios cuyos nombres no conocen, pero saben a la distancia que están.
En cuanto al segundo eje de este sistema, en el análisis vertical aprenden cómo se ven las nubes a distintas alturas y cuál es su forma. De esta manera, cruzan ambas observaciones y así determinan la nubosidad y los posibles fenómenos que se vayan a presentar en el aeropuerto.
“Salimos a la terraza y hacemos la observación a la redonda, porque es importante la cantidad de grados que se esté limitando la visibilidad. Se toma toda la información con respecto a nubosidad y el tipo de nube, y así pronosticamos el evento que se puede presentar en la próxima hora o dos horas”, mencionó Salazar.
Cuando llega la noche, las observadoras también tienen que trabajar y, al estar todo tan oscuro, se dificulta identificar los puntos estratégicos que se ubican a una gran distancia. La solución es tan simple como salir un poco antes de cada hora para que el ojo pueda acostumbrarse a la oscuridad. De esta manera se mide la temperatura, la temperatura del rocío y se toman los datos de viento necesarios.
“El ojo se adapta en la noche. Al principio es bastante difícil, hay que apagar las luces y salir por lo menos 15 minutos antes para que se acostumbre a la poca iluminación”, comentó Salazar.
La labor de las observadoras meteorológicas no está exenta del uso de instrumentos, sobre todo en el caso del aire claro, el cual no puede verse a simple vista y se necesitan distintos indicadores para intentar pronosticarlo.
“Nosotros utilizamos una herramienta que es muy buena, ella detecta y manda la información. Sin embargo, tiene una incertidumbre en relación con el tiempo, mientras que el observador que está ahí la escucha inmediatamente y va a durar mucho menos que la máquina”, manifestó Salazar y, con ello, justificó por qué son necesarios los pronosticadores y no solo depender de la tecnología.
¿Cómo los capacitan?
El IMN es la institución que capacita a quienes inician por el camino de la observación meteorológica en aeropuertos. Se les enseña a calcular la base de las nubes, los puntos de referencia en las montañas y como aplicarlo a la observación.
“Tomamos en cuenta el conocimiento que traen y, si no lo traen, se lo damos una vez y vemos las habilidades de la persona. Eso se hace por medio de evaluaciones en las que ponemos a la persona a realizar prácticas en tiempo real para así ver cómo emite o cómo hace los reportes. Si aprueba, puede comenzar a trabajar”, dijo Salazar.
Campos, quien ya pasó por este proceso, señaló que este trabajo requiere mucha práctica y meses de entrenamiento. Ella destacó la importancia de los puntos de referencia y aprenderlos todos para así entrenar el ojo y generar mejores proyecciones.
“El ojo llega un momento en el que uno puede proyectar la distancia a la cual está viendo un fenómeno dependiendo del punto de referencia que tiene al lado”, comentó.
Estos procesos de capacitación son tan efectivos que, según Salazar, al comparar las observaciones que realizan los meteorólogos en el aeropuerto Juan Santamaría —el cual está a 8 kilómetros del Tobías Bolaños—, las mediciones coinciden en la visibilidad horizontal, vertical y el tipo de evento.
“Hay una diferencia de 500 pies (152,4 metros) entre el Tobías Bolaños y el Juan Santamaría y los informes salen al mismo tiempo. Curiosamente, cuando Pavas emite 4.500 pies (1.371,6 metros), en Alajuela, sin saber lo que salió en el otro aeropuerto, se emitieron 5.000 pies (1.524 metros)”, comentó Salazar.
Eso sí, cada aeropuerto tiene sus particularidades. En el Juan Santamaría, por ejemplo, los puntos de referencia parecen estar más largos de lo que realmente están. Es por eso que acostumbrarse a ese efecto óptico es un reto. Sucede algo parecido en el aeropuerto Daniel Oduber, ubicado en Liberia (Guanacaste).
“Liberia requiere una adaptación del ojo bastante fuerte, porque Liberia tiene muy pocos puntos de referencia, es bastante plano y tiene eventos especiales. Tiene el viento de Papagayo, que nos puede provocar esos cambios súper bruscos, y por el lado norte se forma mucha onda de montaña, donde pegan los vientos alisios”, explicó Salazar.
Fenómenos meteorológicos especiales
Dentro de todo lo que observan estas meteorólogas, uno de los fenómenos más interesantes son las ondas de montaña. Estas suceden cuando salen vientos alisios muy acelerados desde barlovento (zona del Caribe), suben por las montañas y se forman nubes orográficas (nubes formadas encima de las montañas cuando suben corrientes de aire desde su base).
Salazar señaló que, cuando el viento desciende a gran velocidad y al mismo tiempo se presentan condiciones de inversión de temperatura o cambios bruscos en la dirección del viento, este se comienza a mover en ondas y ese fenómeno puede cambiar la estructura de la nubosidad.
“Entonces, viene la onda, que se forma por estos vientos acelerados que chocan a barlovento y descienden a sotavento, y se proyectan a veces en la vertical. Eso es lo que llamamos ondas rompientes, porque rompen la atmósfera”, explicó.
Asimismo, la meteoróloga mencionó que estas ondas de montaña son peligrosas para la aviación, ya que se ven reflejadas en la nubosidad. Pueden formar una geometría en las nubes con forma de cascada y, entre estas, se genera una turbulencia muy fuerte o turbulencia de aire claro.
Es por ello que los observadores meteorológicos deben estar al tanto de todos los indicadores meteorológicos que señalen alguna alteración en la nubosidad para así reportarlo a la torre de control.
Su labor pudiera pasar desapercibida en el trajín aeroportuario, pero definitivamente contribuye a la seguridad de los pilotos y pasajeros.