El arrastre de fondo es una técnica de pesca, utilizada a nivel mundial, orientada a capturar camarón. Durante el proceso, las redes remueven el suelo marino a su paso, capturando tanto especies no objetivo como perturbando los sedimentos que se han acumulado allí por siglos.
En el 2020, un grupo de científicos internacionales lograron calcular que esos sedimentos marinos almacenan alrededor de 3.117 petagramos de carbono (Pg C) en un metro de profundidad, lo cual es más del doble de lo fijado por los suelos terrestres. Para referencia: un un petagramo equivale a una gigatonelada, es decir, a 1.000 millones de toneladas.
Si no se perturba, el carbono almacenado en los sedimentos marinos puede permanecer allí durante miles o millones de años, por lo que los océanos son clave en la mitigación del cambio climático.
Recientemente, los mismos investigadores publicaron un estudio en Nature con un nuevo hallazgo: la pesca de arrastre es responsable de remover, en promedio, una gigatonelada de carbono al año. Esta cantidad es similar a las emisiones liberadas por la aviación.
“La pesca de arrastre ha sido muy bien estudiada desde el punto de vista de sus impactos ambientales en las comunidades biológicas de profundidad, corales milenarios, esponjas y bueno muchísimos organismos especiales, pero la parte del carbono no necesariamente. En este sentido, con este análisis, contribuimos con algo importante para que, a partir de ahora, cualquier actividad tiene que tener una estimación cuantitativa y robusta sobre los impactos que pueda provocar”, destacó Juan Mayorga, coautor del estudio e investigador de la Universidad de California en Santa Bárbara.
Los investigadores llegaron a esta conclusión tras analizar información satelital sobre la actividad pesquera de los barcos arrastreros y las dragas industriales entre los años 2016 y 2019. De esta manera, los científicos calcularon que cada año se arrastran 4,9 millones de kilómetros cuadrados, es decir, el 1,3% del océano a nivel mundial.
También se percataron que, para eliminar el 90% del riesgo actual de alteración del carbono debido a la pesca de arrastre, sería necesario proteger el 3,6% del océano, sobre todo en las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de los países.
Sedimentos: almacenes de carbono
Los sedimentos marinos son una de las mayores reservas de carbono orgánico en el planeta. Si no se altera, el carbono puede permanecer allí durante milenios. Sin embargo, la alteración del suelo marino puede remineralizar el carbono sedimentario.
La remineralización ocurre cuando los sedimentos marinos se vuelven a mezclar y suspender en el agua debido a una perturbación, exponiéndolos al oxígeno y al metabolismo de organismos heterótrofos (aquellos incapaces de elaborar su propia materia orgánica), lo cual termina convirtiendo el carbono en dióxido de carbono.
“Lo que probablemente aumentará la acidificación de los océanos, reducirá su capacidad de amortiguamiento y podría contribuir a la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera. Por ello, la protección de los fondos marinos ricos en carbono es una solución basada en la naturaleza potencialmente importante para el cambio climático”, se lee en el estudio.
Los investigadores llegaron a calcular que la alteración del fondo marino causa 1,47 Pg de dióxido de carbono, esto debido al aumento del metabolismo del carbono en el sedimento durante el primer año después de la pesca de arrastre.
“Si el arrastre continúa en los años siguientes, las emisiones disminuyen a medida que las reservas de carbono del sedimento se agotan. Sin embargo, después de nueve años de arrastre continuo, las emisiones se estabilizan en torno al 40% de las emisiones del primer año, es decir, alrededor de 0,58 Pg de dióxido de carbono. Si la intensidad y la huella de la pesca de arrastre permanecen constantes, estimamos que las emisiones de carbono de los sedimentos seguirán siendo de aproximadamente 0,58 Pg durante unos 400 años de pesca de arrastre, tras los cuales se agotarán todos los sedimentos del metro superior”, explicaron los autores en el artículo científico.
Asimismo, los científicos aclararon que si bien ese 1,47 Pg de dióxido de carbono representa sólo el 0,02% del total del carbono sedimentario marino, lo cierto es que equivale al 15-20% del dióxido de carbono atmosférico que es secuestrado cada año por el océano, “y es comparable a las estimaciones de la pérdida de carbono en los suelos terrestres causada por la agricultura”.
“Hasta el momento solo podemos decir cuánto carbono se remineraliza en el agua. Nuestro siguiente paso es decir cuánto de ese dióxido de carbono se emite a la atmósfera, aunque este paso es un poco más complicado en términos de la modelación”, manifestó Mayorga.
Áreas marinas protegidas
Para los investigadores, la prohibición de la pesca de arrastre es una medida de mitigación al cambio climático. “Llevamos, como humanidad, arrastrando los fondos marinos por 40-50 años y hasta ahora nos damos cuenta del efecto que eso tiene en el carbono”, dijo Mayorga.
En este sentido, la creación y fortalecimiento de áreas marinas protegidas (AMP) surge como una herramienta de conservación orientada también a la mitigación. Las AMP altamente protegidas prohibirían el arrastre y, por tanto, prevendrían la remineralización del carbono almacenado en el sedimento en dióxido de carbono.
Al conservar la biodiversidad, las AMP también están contribuyendo a la mitigación del cambio climático. “Hace unos meses publicamos un análisis en que estimamos que las pesquerías, al remover biomasa de animales, también están removiendo carbono que eventualmente se hubiese descompuesto y hundido en el fondo del mar”, explicó Mayorga.
Según este estudio, publicado en Science Advances, a diferencia de la mayoría de los organismos terrestres, que liberan su carbono a la atmósfera tras su muerte, al hundirse, los cadáveres de los grandes peces marinos secuestran el carbono en las profundidades del océano.
Los investigadores analizaron las capturas históricas y el consumo de combustible desde 1950 hasta 2014. De este modo pudieron calcular que, en 50 años, las flotas pesqueras han extraído 318,4 millones de toneladas métricas (Mt) de grandes peces, lo que equivale a 37,5 ± 7,4 Mt de carbono (MtC) liberado a la atmósfera.
“Esto significa que la pesca ha impedido el secuestro de 21,8 ± 4,4 MtC a través del hundimiento de los cuerpos de los peces en las profundidades marinas, tras contabilizar el consumo de biomasa por depredación”, escribieron los autores.
Para Mayorga, las AMP podrían tener un efecto inverso a la pesca. “Hay una idea muy interesante en que la abundancia y tamaño de los peces aumenta de tal manera en las AMP que la captura y retención de carbono en las aguas puede llegar a jugar un papel importante”, manifestó el investigador de UC Santa Barbara.
Otra amenaza: minería de profundidad
En el estudio, los investigadores señalaron a la minería de profundidad como “otra amenaza emergente para el carbono de los sedimentos”.
Según Mayorga, actualmente, la minería de profundidad está en fase de exploración y las actividades de explotación a gran escala aún son limitadas, por lo que no existían datos suficientes para incluir en el modelado. No obstante, la metodología del estudio sigue siendo pertinente para seguirla la pista a esta industria.
“Uno de los aportes que hace nuestro estudio es brindar una metodología para evaluar los impactos que tiene cualquier industria sobre el fondo marino y que pueda afectar las reservas de carbono”, dijo Mayorga y añadió: “sí me gustaría ver que, en unos años, cuando las compañías empiecen a aplicar a licencias de viabilidad ambiental, el carbono esté incluido en sus potenciales amenazas y perturbaciones en el ambiente”.