Si usted tiene pensado aprovechar las vacaciones de final de año para viajar fuera del país, puede que no haya tomado en cuenta una consecuencia de estos vuelos internacionales: su contribución al calentamiento global se multiplicará.

Al igual que nuestros automóviles y camiones de carga, los aviones todavía utilizan motores que dependen de derivados del petróleo para despegar y, en su caso, para sostenerse en el aire. Eso significa que con cada vuelo que usted haga, está contribuyendo al cambio climático.

Por ejemplo, una pareja que viaje en clase económica desde San José hasta Londres, haciendo escala en Miami tanto en la ida como en el regreso, aporta en conjunto casi tanto al calentamiento del planeta como un costarricense promedio en todo el año.

Por esto, instituciones como la Convención Climática de Naciones Unidas llaman a reducir el impacto de estos viajes comprando "certificados de emisiones" mediante los cuales una persona "financia" algún proyecto que reduce emisiones en otra parte del país o del mundo.

Aunque la primera recomendación de los especialistas para reducir la huella de carbono es intentar limitarse al máximo –por ejemplo, volando en aerolíneas más eficientes o cancelando viajes innecesarios–, este esfuerzo tiene un límite y justo ahí entra en juego la compensación.

Por ejemplo, con ese viaje turístico de final de año una persona puede compensar su aporte al contribuir con un proyecto de autobuses eléctricos en China o al manejo de residuos sólidos en una granja porcina en Chile.

Es una manera de financiar proyectos que están haciendo más limpio el planeta e incluso Naciones Unidas tiene una lista de proyectos acreditados en los que usted puede compensar sus vuelos.

"Lo que importante es que ese carbono que se adquiere tenga un origen conocido, que haya sido medido, que tenga reportes y pueda ser verificado", explicó Edmundo Castro, coordinador de la Unidad de Carbono Neutro de la Universidad Earth.

¿Cuánto es su aporte al cambio climático cuando viaja? El dato exacto de las emisiones dependerá de muchos factores, como el modelo de la aeronave, el tipo de combustible, cuán largo es el viaje y si usted viaja en clase económica o en alguna de mayor categoría. Sin embargo, como muestra el caso del vuelo a Londres, puede ser una cantidad considerable.

En esos casi 18.000 kilómetros de viaje aéreo hasta la capital inglesa y de regreso, la pareja costarricense es responsable de cerca de 2,2 toneladas de dióxido de carbono, poco menos que las 2,41 toneladas per cápita que Costa Rica reportó en 2015.

La Organización Internacional de Aviación Civil (ICAO, en inglés) tiene su propia calculadora para que cualquier persona introduzca los datos de su viaje y pueda calcular cuántas emisiones genera.

Como son las propias aerolíneas las que lucran con el viaje, Castro propone que deberían ser ellas quienes tomen la iniciativa a la hora de reducir sus emisiones.

"Lo ideal sería que sea la aerolínea quien compense, porque ellos son los de la actividad productiva", apuntó el especialista de la Earth.

En octubre de este año, ICAO anunció que la aviación civil pondrá en marcha desde 2021 un mecanismo de limitación de las emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a los niveles que se registren en 2020.

Si la industria de viajes aéreos fuera un país, sería el sétimo más contaminante del mundo en términos de gases de efecto invernadero, apenas por debajo de Alemania y sobre Canadá o Corea del Sur.

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