“Para cuando se pueda fabricar y comercializar en serio un vehículo eléctrico práctico… las emisiones de los motores de combustión interna estarán controladas desde hace mucho tiempo.” La frase es de la década de 1960. El escenario: el Congreso de Estados Unidos. 

Más de medio siglo después, con vehículos eléctricos “prácticos” en el mercado, los motores de combustión interna son responsables del 14% de las emisiones que generan el cambio climático. Es decir, no están controladas.

Pero, la intención de quien acuñó el mensaje, representante del Instituto Americano del Petróleo (API, por sus siglas en inglés), no era predecir el futuro. Por el contrario, un nuevo informe de InfluenceMap identifica esta instancia como la primera de 51 en que tres de las asociaciones petroleras y gasíferas más importantes del mundo argumentaron en contra de las fuentes renovables y los vehículos eléctricos, con tal de bloquear y demorar la transición energética que podría limitar el consumo de sus productos.

“Este uso prolongado de narrativas engañosas ha retrasado probablemente la transición energética durante décadas y sigue suponiendo una grave amenaza para el progreso de la política climática”, puntualizó Tom Holen, director del Programa InfluenceMap para la Transición Energética. 

¿Qué pasó en ese período de tiempo? En tanto las renovables y los vehículos eléctricos se han expandido tímidamente en Estados Unidos y Europa, las emisiones acumuladas asociadas a la venta de combustibles fósiles de los miembros de las asociaciones han crecido significativamente. 

Según datos de Carbon Majors, entre 1950 y 2021, las emisiones de los miembros actuales del API fueron de aproximadamente 320.000 millones de toneladas, representando alrededor del 16,8% de las emisiones de dióxido de carbono del mundo.

El API fue el primero en dar voz a este tipo de discursos, pero no el único. A través del análisis de unos 40 documentos oficiales del Congreso de Estados Unidos, asociaciones comerciales y respuestas a consultas de la Unión Europea, el académico británico Dario Kenner devela 50 años de un esfuerzo concertado por la industria, explicitado en una serie de discursos y argumentos del API, FuelsEurope y Fuels Industry UK, para debilitar el despliegue de las energías limpias y mantener el statu quo.    

Así, al tiempo que compañías del sector declaran en público que el foco debería estar “más en reducir la demanda de petróleo, no la oferta” (dado que reducir únicamente la oferta sólo llevaría a una subida de los precios), la investigación demuestra que estas, en realidad, se han centrado en impedir los esfuerzos para hacerlo.

Doble discurso

Las conclusiones de InfluenceMap se hacen eco de otras instancias en que la industria petrolera y gasífera ha sido expuesta por utilizar su influencia para socavar la acción climática a nivel global. El rol de algunas de sus empresas en la génesis del negacionismo climático está bien documentado, por ejemplo, así como también el accionar de sus grupos de presión en las negociaciones internacionales sobre el clima. 

El propio Senado estadounidense dejó en evidencia este papel unos meses atrás, en una audiencia de su Comisión de Presupuestos convocada para revisar un informe publicado por la Comisión de Supervisión y Responsabilidad de la Cámara de Representantes con pruebas de que el sector había pasado de la negación explícita del cambio climático a una estrategia de “engaño, desinformación y doble discurso”. Los documentos internos también revelan que las empresas presionaron contra leyes climáticas que, públicamente, decían apoyar.

“Una y otra vez, las mayores corporaciones de petróleo y gas dicen una cosa a efectos de consumo público, pero hacen algo completamente distinto para proteger sus beneficios”, dijo al respecto Jamie Raskin, demócrata de mayor rango en la Comisión de Supervisión y Responsabilidad de la Cámara de Representantes, según The Guardian

“Los responsables de las empresas admitirán la aterradora realidad de su modelo de negocio a puertas cerradas, pero dirán algo totalmente distinto, falso y tranquilizador al público”, continuó.

Narrativas encadenadas

Las narrativas identificadas en el informe de InfluenceMap, todas las cuales contradicen las recomendaciones y directrices del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), se agrupan en tres categorías.

En primer lugar, el “escepticismo ante las soluciones”, que resta importancia al impacto y la viabilidad de las energías renovables. Entre las argumentaciones (o sub-narrativas) que pueden encontrarse aquí, se incluye el quitarle peso al problema de las emisiones asociadas a los combustibles fósiles, situar al gas o a los vehículos de combustión interna como parte de la solución, así como sugerir que la transición no es técnicamente viable o minimizar el potencial de las fuentes renovables y los vehículos eléctricos como parte de la solución.

La “neutralidad política” es la segunda categoría, a través de la cual se aboga por políticas tecnológicamente neutras o de libre mercado, y se promueve la elección del consumidor, las soluciones del mercado y una intervención mínima de los gobiernos.

Por último, está la “asequibilidad y seguridad energética”, que presenta las alternativas a los combustibles fósiles como un riesgo para la energía costo-eficiente y segura. 

Mensajes como “la transición es demasiado cara” u “obstaculizaría el desarrollo económico”, “mantener y ampliar la industria de los combustibles fósiles es esencial para la creación de empleo y el crecimiento económico”, “el costo de las políticas renovables está causando una desventaja económica”, o “la transición tendría un impacto negativo en la seguridad energética y la asequibilidad de los consumidores” son muestras de esta narrativa. 

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