Ubicada en el patio trasero del Polo Norte, la Bóveda Global de Semillas de Svalbard fue construida en 2008 para funcionar como salvavidas de la agricultura terrestre. Cuando todo lo demás fallara, e incluso si la bóveda dejaba de recibir mantenimiento humana, una enorme colección de semillas podría resistir docenas de metros bajo la superficie helada de la isla noruega de Svalbard.

El pasado octubre, sin embargo, algo no salió según lo planeado. Patrones climáticos inusuales para el Ártico, incluyendo altas temperaturas y fuertes precipitaciones, provocaron que agua de nieve y de lluvia se filtrara hasta el interior de la bóveda, según reportó la semana pasada The Guardian y otros medios.

Le preguntamos al equipo a cargo de la Bóveda si esto calzaba en sus patrones normales, porque la estacionaliadad (el paso de una estación a otra) puede tener efectos notorios en las regiones polares, pero ellos coinciden con los reportes que hablan de una filtración diferente.

"(Históricamente) hemos visto pequeñas cantidades de agua filtrándose que pueden atribuirse a que el permafrost (una capa de suelo permanentemente congelada) no se estabilizó según lo esperado; pero el pasado otoño las condiciones extremas provocaron una intrusión de agua más grande que lo usual", dijo a Ojo al Clima vía correo electrónico Hege Njaa Aschim, Directora de Comunicación de Statsbygg, la organización encargada de manejar la bóveda.

Aunque la intrusión de agua no puso en peligro a la colección de semillas (Popular Science tiene una entrevista con uno de los arquitectos de la Bóveda, quien explica otras de las medidas), la intrusión de agua plantea la pregunta de cuán segura está la colección.

La Bóveda Global de Semillas está ubicada en un archipiélago noruego cerca del Polo Norte.(Créditos: Google Maps)

El equipo científico que asesora a la Bóveda todavía no ha concluido si este evento puntual está relacionado con el cambio climático, pero lo que sí es cierto es que el Ártico está calentándose más rápido que el resto del planeta.

Esto puede tener consecuencias para la agricultura de todo el planeta, incluyendo la tropical, cuyas cosechas de granos están en jaque ante el cambio climático.

¿Qué hace la bóveda?

A 130 metros bajo tierra, la Bóveda Global de Semillas protege cerca de 500 millones de semillas de cerca de 930.000 especies diferentes de cultivos, depositados en este lugar por científicos y autoridades de todo el mundo. Allí hay variedades de maíz, trigo, arroz, papa, frijoles, café, banano y cualquier cultivo de importancia que la ciencia quiere preservar.

"Es un “seguro genético” que permitirá mantener y restablecer la diversidad de nuestros cultivos en caso de eventos catastróficos como guerras o catástrofes naturales. En un caso extremo, como la caída de un meteorito grande, nos podría ayudar sobrevivir como especie", explica Peter Wenzl, líder del Programa de Recursos Genéticos del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), ubicado en Colombia.

El CIAT es una de las instituciones que ha enviado semillas a la Bóveda, como una especie de respaldo para su propia colección. Esta institución alberga las colecciones más grandes de frijol, yuca y forrajes tropicales en el mundo.

Una buena metáfora para entender el fenómeno es un disco duro externo, explica Wenzl. Cuando uno tiene fotografías o documentos importantes, lo usual es que respalde la información en un disco duro externo o en servidores en línea. Los científicos hacen lo mismo con las variedades que investigan.

"Todos los bancos internacionales enviamos copias completas de nuestras colecciones de semillas a la Bóveda en Svalbard. Es una medida de seguridad para tener una copia extra en caso de que algo le pase al banco de germoplasma en CIAT", apunta Wenzk, quien trabajó en Crops Trust, uno de los impulsores de la Bóveda.

La Universidad de Costa Rica envió el año pasado semillas de papa para ser incluidas en la Bóveda.

A pesar de esta vocación de paladín del apocalipsis, el proyecto tiene aplicaciones más cercanas a la realidad diaria. En 2015, por ejemplo, el Centro Internacional de Investigación Agrícola en Zonas Áridas (Icarda) solicitó abrir la bóveda pues no podía acceder a su propia colección por la guerra de Siria.

Las semillas son guardadas en condiciones controladas. (Créditos: Norwegian Ministry of Agriculture and Food)

En ese momento, Icarda retiró 116.000 semillas con el fin de reproducirlas. En febrero del año pasado, esta entidad devolvió a la bóveda cerca de 15.000 especímenes tras haberlos multiplicado y reconstituido.

¿Por qué importa un poco de agua?

El lugar para colocar la Bóveda fue seleccionado por ser el candidato perfecto en varios rubros: es una zona sin peligro de terremotos o erupciones volcánicas y su ubicación no la pone en peligro ante el aumento del nivel del mar.

"Ellos hicieron estimaciones del clima, de que no hubiera riesgo de terremotos, del nivel del mar... Ese es uno de los lugares más seguros para conservar las semillas naturalmente, porque ahí la temperatura está a -20 grados", explica William Solano, especialista en recursos fitogenéticos del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE). 

En el peor de los casos –si los humanos no pueden regresar a la Bóveda y se corta la electricidad– la capa de suelo congelado bajo la cual está enterrada la bóveda funcionaría como un "congelador natural" para las semillas.

Sin embargo, en el otoño del 2016 (el año más caliente del cual se tiene registro), las altas temperaturas hicieron que esta capa de suelo congelado –conocido como permafrost– no se asentara como debía y provocara filtraciones en la entrada del túnel que obligaron a los administradores de la Bóveda a tomar medidas.

"Las semillas se almacenan en un cuarto al final del túnel, bajo condiciones que no permiten flujo de agua (-18C). Sin embargo, se va a sellar la pared del túnel para evitar infiltraciones de agua en el futuro", explicó Wenzl, del CIAT.

Esto plantea una pregunta: ante el aumento de las temperaturas, ¿podría la Bóveda valerse por sí misma si fuera el caso?

El personal que administra las instalaciones no quiere tomar riesgos y anunció en un comunicado de prensa que están tomando medidas para reducir las amenazas. Por ejemplo, están quitando fuentes de calor del túnel, creando nuevos canales de drenaje y están sellando las paredes. El equipo incluso está considerando un acceso alterno.

Sin embargo, la idea de la bóveda es que necesite la menor intervención posible. "Nadie trabaja permanentemente en la bóveda. Abren la bóveda durante 15 días únicamente para recibir material, como cuatro veces al año", explica Solano, del CATIE.

Ahora, el equipo que administra las instalaciones debe dedicarle más tiempo y esfuerzo al mantenimiento que el que desearían, explicó la vocera Aschim a The Guardian.

La otra gran pregunta es si los expertos que diseñaron la Bóveda tenían estos problemas en mente cuando pensaron las instalaciones. Preguntamos al equipo de Statsbygg y todo parece indicar que es un elemento nuevo para ellos también.

"La planificación de la bóveda de semillas fue hecha por el gobierno y apoyada por Crop Trust. No había planes de que se derritiera el permafrost. La bóveda está hecha para el futuro", dijo por correo electrónico la directora de Comunicación Aschim.

En 2016, el deshielo del permafrost provocó que reaparecieran bacterias que llevaban siglos congeladas. En Siberia, por ejemplo, un niño murió en julio y docenas se enfermaron por una cepa de ántrax.

La ironía del clima.

Que sea el cambio climático el que tenga en peligro a la Bóveda es una de las ironías más amargas, dado que fue construida justamente para lidiar con las consecuencias para la agricultura del aumento de temperatura.

"No sé exactamente por qué ocurrió, pero un día caí en cuenta que la agricultura enfrentaría un desafío gigantesco con el cambio climático y que la agricultura no estaba lista", dice la voz de Cary Fowler, uno de los primeros impulsores de la Bóveda, en el trailer que promociona el documental Seeds of Time, que narra cómo fue creada la Bóveda.

¿Qué tiene que ver guardar semillas con cambio climático? Hay varios puntos de encuentro. El más obvio es proteger lo que tenemos ahora, en caso que pase algo drástico con el clima de algunas regiones.

"El objetivo nuestro es la conservación de la diversidad agrícola de Mesoamérica", dice Solano sobre la colección del CATIE.

Pero tanto o más importante que solo proteger los cultivos que ahora usamos, colecciones como la del CATIE, el CIAT y la propia Bóveda Global de Semillas permiten que esa diversidad genética pueda además utilizarse para mejorar nuestra comida.

"Las "copias activas” de la diversidad que se conserva en la Bóveda (es decir, las colecciones como las en el banco de germoplasma de CIAT) se utilizan como "materia prima” para el mejoramiento de los cultivos. Son como "bloques de lego” para el desarrollo de variedades adaptadas al cambio climático", apunta Wenzl.

Esto ocurre de manera constante y desde ya se está haciendo.

El CIAT, por ejemplo, produjo una variedad de yuca resistente al cambio climático, aprovechando algunas características que hacen a este cultivo muy atractivo en un planeta más caliente. Este mismo centro desarrolló una variedad de frijol tolerante a la sequía terminal causada por el cambio, que luego fue adaptado al contexto costarricense por la Universidad de Costa Rica.

Lo mismo pasa con otros cultivos. El CATIE y otras instituciones corren contra el tiempo para identificar las variedades de café que mejor se adaptan al futuro.

Ahora, el reto es doble: mientras los científicos siguen trabajando para blindar los cultivos agrícolas para un planeta más caliente, los administradores de la "caja fuerte" deben también pensar cómo el clima puede afectar las instalaciones de la Bóveda.

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