Mientras el Sur Global se esfuerza por superar una historia de débil institucionalidad, de conflictos armados y éxodos forzados por la pobreza –origen de sus crisis humanitarias–, sus países deben luchar ahora para que el calentamiento planetario no complique esas vulnerabilidades.

“La reducción de los riesgos de desastres y la adaptación al cambio climático en estados frágiles y afectados por conflictos del Sur Global han sido pasados por alto históricamente y son frecuentemente percibidos como demasiado complejos o de menor prioridad”, explicó la directora de Ambiente, Cambio Climático y Seguridad de International Alert Janani Vivekananda.

La experta de esta entidad no gubernamental puso como ejemplo a su país, Sri Lanka, pues, pese a sus particularidades, hay realidades comunes entre algunos países en desarrollo que conforman ese Sur Global.

“Dada la frágil situación política allí, tras 25 años de conflictos que terminaron en mayo del 2009, es crítico asegurar que los impactos del cambio climático no exacerben dinámicas conflictivas”, afirmó desde Londres.

Una nación insular, en desarrollo e inestable políticamente, como la suya u otras tantas, verá sus problemas multiplicarse en un planeta más caliente y con un nivel del mar más alto, dijo.

“El cambio climático es el ‘multiplicador de riesgo’ por excelencia: agravará situaciones que ya son frágiles y puede contribuir a la convulsión social o incluso a conflictos violentos”, sentenció el informe “A new climate for peace”, preparado en 2015 para el G-7, el grupo de los siete países más ricos.

Ese es el reto que enfrentan los gobiernos y organizaciones que acudieron a Estambul para la primera Cumbre Humanitaria Mundial (CHM), que se celebró el 23 y 24 de mayo, convocada por el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, para replantear el enfoque del sistema humanitario global.

En la ciudad turca, los delegados buscaron el camino para integrar la concepción tradicional de emergencias humanitarias con la irrupción de otras, comenzando por las rápidas transformaciones del clima mundial, que este año alcanzó récords de temperatura.

“Es por eso que la iniciativa que nace con la Cumbre Humanitaria Mundial, de rehacer el sistema humanitario, es importante”, explicó Vivekananda.

Acuerdos climáticos y derechos humanos

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) estima que el planeta se calentará hasta en cuatro grados centígrados para el año 2100 si la humanidad mantiene el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero.

Incluso los efectos del “límite seguro” de 1,5 o dos grados, pactado en diciembre en el Acuerdo de París, serían sentidos en todo el orbe, según el IPCC, que prepara un informe detallado sobre los impactos de un calentamiento en un 1,5 grados.

El histórico acuerdo climático es una de las piedras angulares para las delegaciones nacionales que lleguen a Estambul, junto con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, establecida en septiembre, y el Marco de Acción Sendai para la Reducción de Desastres, acordado en marzo de 2015.

“Todavía hace falta reconocer los vínculos entre diferentes tipos de riesgos y vulnerabilidades”, dijo Vivekananda en torno a la aún no formalizada conexión entre esos dos acuerdos y la CHM.

Los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) acordados dentro de la Agenda 2030 resultan fundamentales para comprender la relación entre cambio climático y atención humanitaria.

El reporte para el G-7 expone que los países más pobres y con sistemas políticos frágiles –como Iraq, la República Democrática del Congo o Haití– son los que corren más riesgo y tendrán más dificultades para adaptarse al cambio climático.

La presión climática puede trastornar la producción alimenticia y exige atención extra por parte de gobiernos locales diezmados. En situaciones extremas, estos fenómenos pueden obligar a migración forzada.

Según el Informe Global 2016 sobre Desplazamientos Internos, publicado en mayo por el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC, en inglés), en 2015 hubo más personas desplazadas por desastres naturales relacionados con fenómenos hidrometereológicos (14,7 millones) que por conflictos o violencia (8,5 millones).

El reporte también destacó el impacto del fenómeno meteorológico El Niño Oscilación Sur (ENOS), y señaló que para las personas más expuestas y vulnerables a lluvias y temperaturas extremas “sus efectos han sido devastadores y han provocado desplazamientos”.

Por ejemplo, El Niño provocó una intensa sequía en la costa pacífica centroamericana y, en particular, en el llamado Corredor Seco Centroamericano, una franja árida de bosques donde predomina la agricultura familiar de subsistencia y donde en la estación húmeda las precipitaciones llegan a disminuir entre 40% y 60%.

“Cientos de personas de Nicaragua se vieron obligadas a desplazarse fuera de las fronteras de Nicaragua por motivos de la sequía”, explicó Juan Carlos Méndez, de la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (CNE).

Como funcionario de la CNE, Méndez también actúa como asesor en la Iniciativa Nansen, un esfuerzo internacional para crear mecanismos de atención de desplazamientos transfronterizos por desastres naturales y el cambio climático.

“Aquí es donde nos encontramos los mayores retos políticos y técnicos. Uno puede ligar claramente el desplazamiento con un desastre natural como un terremoto o un huracán, pero ahora tenemos que ligarlo a temas de cambio climático”, apuntó el experto.

Por esto, en parte, Costa Rica y otros 17 países lanzaron en febrero de 2015 el Compromiso de Ginebra para los Derechos Humanos en la Acción Climática, que pretendía empapar las negociaciones climáticas con principios de derechos humanos.

En la versión final del Acuerdo de París, el concepto se incluyó como uno de los principios que guiarán su implementación.

Los cruces entre cambio climático, impactos humanitarios y cumbres internacionales no son nuevos, pero sí crecientes.

En noviembre de 2013, las negociaciones climáticas de la 19.° Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, realizada en Varsovia, tuvieron como telón de fondo la devastación que dejó casi en paralelo el súper tifón Haiyan, en el sudeste asiático y en particular en Filipinas.

Con 6.300 víctimas mortales, el impacto humano del ciclón tropical intensificó las negociaciones en la capital polaca y condujo hacia la creación de un mecanismo para lidiar con daños y pérdidas asociadas al cambio climático.

Un estudio científico publicado en enero de este año demostró que Filipinas tendrá el mayor incremento anual de nivel del mar del orbe (14,7 milímetros por año, cerca de cinco veces el promedio mundial).

“Es urgente que Filipinas potencie sus esfuerzos en preparación para atender desastres, particularmente en comunidades con alto riesgo de desastres y alta incidencia de pobreza”, dijo la activista filipina Ivy Marian Panganiban, del Caucus de Redes de Organizaciones para el Desarrollo (CODE-NGO en inglés).

Junto a otras seis instituciones filipinas, esa organización impulsa una respuesta humanitaria centrada en el nivel local y espera lineamientos de Estambul en esta dirección.

Estas organizaciones no gubernamentales “deberían ser capacitadas y estar involucradas en el proceso de gobernanza, dado que están en primera línea junto a personas afectadas por desastres”, explicó desde Manila.

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