Un estudio –realizado por la Universidad Nacional (UNA) en el marco de Acción Proyectiva– demostró que las temperaturas superficiales pueden llegar a alcanzar los 45 °C en Esparza y los 50 °C en Alajuela, esto debido a las islas de calor.

Las islas de calor urbano son un fenómeno climatológico al que se ve sometido el aire y la superficie de la ciudad, en el cual se dan altas temperaturas, usualmente propiciadas por la propia morfología de la urbe.

La morfología de la ciudad se refiere a la manera en que está construida y distribuida la urbe, de acuerdo con Omar Enrique Barrantes Sotela, líder del equipo investigador y geógrafo del Programa para la Promoción de la Gestión y el Ordenamiento Territorial de la Escuela de Ciencias Geográficas (Progot) de la UNA. 

Si la ciudad se expande de manera horizontal o vertical, qué tantos edificios hay y de qué materiales son, cuánta vegetación o zonas verdes existe y cómo son: todo esto influye en cómo se retiene y se distribuye el calor que se recibe del sol. 

El asfalto es uno de los materiales que más calor retiene y atrae, esto debido a su composición y color. (Foto: Kattia Alvarado)

Influencia de los edificios

Las investigaciones se realizaron en los lugares mencionados por la cercanía a zonas donde Acción Proyectiva estaba haciendo otros estudios, pero  principalmente porque son ciudades urbanas (Alajuela) y semiurbanas (Esparza) que popularmente son conocidas por tener un clima caliente. Las diferencias entre estas no se limitan a la cantidad de edificaciones, sino también en las funciones que tienen las mismas.   

“Ciertas estructuras, como hospitales, tienden a elevar la temperatura por el déficit energético que generan los centros de enfriamiento que son necesarios para su funcionamiento”, señaló Barrantes, quien ha estudiado este fenómeno en Alajuela, Heredia y con más detalle en San José, en una investigación que será publicada en los próximos meses.

Barrantes también aclaró que, en Costa Rica, este aumento de temperatura en centros hospitalarios no se refleja tanto en emisiones nacionales como en otros países, debido a la manera que se genera la electricidad en el país (mayoritariamente por fuentes renovables). De acuerdo con el geógrafo, los estudios detectan la influencia en la temperatura propia del edificio, y las emisiones derivadas de las plantas energéticas de cada hospital

Los estudios fueron gestionados por Acción Proyectiva, una iniciativa del Instituto Meteorológico Nacional (IMN) del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y la Fundación UCR. Además de las islas de calor, se estudiaron temas de infraestructura vial y erosión costera. Todos los estudios fueron financiados por el programa Euroclima de la Unión Europea.

Los equipos de investigación se conformaron mediante un concurso, en el cual Progot participó y así fue como recibió el financiamiento.

Fachada del Hospital San Rafael de Alajuela. Fotografía con fines ilustrativos. (Foto: Miriet Ábrego)

Afectación a la salud

Las consecuencias del aumento de temperatura en áreas urbanas va más allá de la incomodidad térmica. Al investigar este fenómeno, Barrantes ha visto cómo puede generar impactos significativos en la salud pública, especialmente en población vulnerable: adultos mayores, niños y personas con enfermedades crónicas, quienes son más propensos a los golpes de calor, la deshidratación y las afecciones respiratorias.

También, en zonas densamente urbanizadas, donde la ventilación natural es limitada, se generan condiciones propicias para el desarrollo de contaminantes atmosféricos, lo que a su vez puede agudizar enfermedades respiratorias como el asma, según se menciona en el informe presentado a Acción Proyectiva. 

Por otro lado, Barrantes habló sobre el contraste del calor que experimentan trabajadores en zonas rurales, como los que laboran en plantaciones bananeras, en comparación con quienes trabajan en la ciudad. Si bien no hay estudios específicos sobre insolaciones o golpes de calor a trabajadores urbanos, el investigador de la UNA resaltó que la temperatura superficial y la sensación térmica que experimenta un trabajador de la construcción, por ejemplo, es mucho mayor debido a la exposición a cemento sin revestimiento ni pintura que pueda conducir la energía calórica de manera adecuada.

“Hay que tomar en cuenta incluso a la gente que trabaja en oficina. Un edificio viejo de madera o uno con mala ventilación puede llegar a aumentar aún más el riesgo de una situación de salud”, mencionó Barrantes.

El diseño urbano puede recurrir a los árboles para generar sombra. (Foto: Kattia Alvarado)

Recomendaciones

A partir de los resultados, el estudio propone una serie de recomendaciones orientadas a la planificación cantonal, con el fin de que las municipalidades puedan responder de manera efectiva al fenómeno. 

Una de las principales sugerencias es incluir el análisis de las islas de calor en los instrumentos de ordenamiento territorial, como los planes reguladores y de desarrollo urbano. Esto permitiría trazar zonas vulnerables, priorizar intervenciones y orientar nuevas construcciones con base en criterios climáticos.

Se recomienda la ampliación de áreas verdes, la implementación de techos y muros vegetales, así como el uso de materiales de construcción que absorban menos calor. También se sugiere la sustitución de superficies impermeables por otras que permitan la filtración del agua y la disipación térmica, además del rediseño del espacio público para que ofrezca sombra y ventilación en lugares clave, como paradas de autobús o plazas.

Además, el informe destaca la importancia de capacitar a los equipos municipales en el uso de sensores térmicos y tecnologías de teledetección, para así mantener un monitoreo constante de las temperaturas en distintas zonas del cantón. 

De igual manera, se insiste en promover procesos participativos y de educación ambiental que involucren a la ciudadanía, de forma que las soluciones sean compartidas y sostenibles en el tiempo.

De hecho, los investigadores produjeron una guía metodológica pensada para que las municipalidades puedan realizar sus propios estudios y, con ello, puedan ejecutar prácticas más a la medida que ayuden a mitigar el fenómeno.

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