Durante seis años, Christiana Figueres lideró la Convención Climática de Naciones Unidas, un esfuerzo desesperado y ambicioso para detener el cambio climático causado por los seres humanos. Encontró una organización en crisis cuando asumió su liderazgo en 2010 y abandonó el puesto de Secretaria General, en 2016, con la satisfacción de haber alcanzado el primer acuerdo global para la reducción de emisiones.
Figueres estuvo en marzo en Costa Rica y conversó vía telefónica con Ojo al Clima sobre su visión de mundo y la situación climática de Costa Rica. Se confiesa eternamente optimista y está apuntando hacia el año 2020 como un punto de quiebre para las emisiones del mundo.
En el último año desde que acabó su período en la Convención, ¿en qué está enfocando su tiempo?
Estoy empezando Misión 2020, que esa otra misión imposible. Como yo vivo mi vida de misión imposible en misión imposible, entonces no me preocupa mucho. Este es un esfuerzo por ayudarle a todos los países del mundo a que lleguen a un punto máximo de emisiones para el año 2020 y empezar a reducir las emisiones después de eso.
¿Por qué ese año? Porque la ciencia y todos los estudios que están saliendo indican que hemos subestimado los impactos nocivos de la concentración de gases de efecto invernadero. Si el mundo no logra llegar a ese punto máximo y descender a partir del 2020, entonces vamos a tener efectos cumulativos que van a ser muy difíciles de manejar y van a tener impactos desgarradores, sobre todo para las poblaciones más vulnerables.
Una parte fundamental será convencer al gobierno estadounidense, que tiene mandato hasta el 2021. He escuchado sus conferencias recientes y sé que es algo escéptica de la fuerza que pueda tener Donald Trump para detener este esfuerzo en Estados Unidos, pero sin duda tendrá algún impacto. ¿Cómo se articulan ciudades, empresas y ciudadanos para contrarrestar al Ejecutivo?
Estás poniendo el dedo donde tiene que estar. El gobierno federal de Estados Unidos ha puesto algunos incentivos para la reducción de emisión en generación y en el uso de combustibles para vehículos. Aunque ellos cambien esos dos pilares, eso no cancela completamente el esfuerzo del país. Muchos de esos esfuerzos están en manos de los gobiernos de estados y ciudades y en el sector privado, donde muchos están convencidos que es de su interés descarbonizar su producción o su operación.
Pensemos también esta meta 2020 para Costa Rica. Las últimas comunicaciones hacia la Convención Climática apuntan, no a un descenso o una estabilización de las emisiones, sino a un aumento. ¿Cómo ve el caso de Costa Rica y las acciones que toma el país?
Hay que empezar por comparar a Costa Rica con otros países. Siempre hemos estado por debajo de emisiones de dos toneladas per cápita; hemos estado oscilando entre 1,6 y 1,8, lo cual es muy buena noticia. Como promedio, si cada persona tuviera una emisión de dos toneladas o menos, el mundo sería otro. Empecemos por darnos cuenta de que estamos muy bien en Costa Rica, tanto en las emisiones per cápita como en la generación de energía porque tenemos una matriz eléctrica tan limpia. La tercera buena noticia para Costa Rica es que hemos logrado revertir la deforestación y estamos recuperando la cobertura boscosa.
Ahora, habiendo dicho eso, para nadie es secreto que el punto flaco es el sector transporte, que tenemos una flota vehicular demasiado grande para las rutas nuestras y que no tenemos todavía los estándares de emisiones de vehículos que deberíamos de tener y por eso está en discusión la ley de transformación del parque vehicular.
Con ese argumento de que las emisiones están por debajo de las 2 toneladas, también se puede decir que están las de India. Para Costa Rica podría ser muy cómodo pensar que estamos muy bien cuando también hay otros países en situaciones similares en términos de toneladas per cápita que igual tienen que hacer mucho para evitar el calentamiento global.
Claro. La gran diferencia está en la población total entre Costa Rica e India. India siempre ha argumentado que ellos tienen una emisión per cápita muy inferior a todos los países industrializados o a las de China. Por eso India siempre ha solicitado unas condiciones que van de acuerdo a sus emisiones per cápita y en eso tiene toda la razón.
Pensemos en esas políticas de transporte que usted plantea. ¿Cómo se imagina usted el transporte costarricense del futuro?
Yo pienso, y no soy solo yo sino que hay una mayoría de personas que se da cuenta de esto, que hay que hacer varias cosas en Costa Rica. Número uno, ordenar el flujo vehicular sobre todo en la Gran Área Metropolitana y hay que modernizar la flota vehicular. En un país con la generación eléctrica tan limpia como tenemos en Costa Rica, es obvio que deberíamos volcarnos mucho más rápidamente al transporte eléctrico, porque esos vehículos no tendrían emisiones.
Viniendo de la Convención, usted está acostumbrada a negociar con actores más renuentes a ser partes de estos proceso de transformación. Me puedo imaginar, por ejemplo, a los países petroleros. Aquí en Costa Rica ha habido cierto rechazo a hacer el cambio en la flotilla y dar incentivos a vehículos eléctricos. ¿Cómo se pueden meter estos actores en el proceso de transformación de Costa Rica?
No es sorpresivo porque para cualquier sector o cualquier país es siempre más cómodo mantener el estatus quo que hacer una transformación que significa una inversión fuerte tanto desde el tema financiero como en esfuerzos y voluntad política. Por supuesto que cada esfuerzo significa un adelanto pero también conlleva una cierta resistencia. Costa Rica no es única en lo más mínimo.
Lo que hemos visto a lo largo de los años es que hay que trabajar con mucha paciencia con todas las personas y todos los sectores que se ven involucrados para que vayan viendo que es de su interés el hacer la transformación. Nadie va a apoyar una transformación que esté en contra de sus intereses. Es buscar dónde hay una coincidencia de intereses para que todos los involucrados pensemos entre sí.
En Costa Rica pensamos mucho en cambio climático y hablamos de mitigación y dejamos de lado, al menos en el debate público. ¿Qué podría hacer Costa Rica para cambiar esto?
De nuevo, Costa Rica no está sola en esto. En muchos países del mundo se habla más de adaptación que de mitigación, por dos razones. Primero porque entendemos la mitigación mucho más, le hemos metido mucho más estudio y más práctica. La adaptación ha sido la cenicienta de los esfuerzos. Entonces por supuesto que siempre nos vamos con lo que entendemos mejor. La segunda razón es porque si bien en mitigación hay una serie de políticas y medidas que pueden tomar los países, las cantidad de medidas en adaptación es casi sin límites. Es muy determinado por las condiciones de las comunidades y de los centros locales. Es mucho más difícil tomar medidas que sean de aplicación global. Por esas dos razones es que la adaptación tanto en Costa Rica como en otros países ha quedado rezagada. Eso sí es un problema porque la verdad es que ya los impactos nocivos nos están afectando y deberíamos estar ya activando esas medidas de adaptación. Las mejores medidas de adaptación son todas aquellas basadas en la naturaleza misma. Algunas veces hay que tomar medidas propias de la ingeniería estructural, pero si se pueden tomar medidas que son basadas en la naturaleza y la ecología, esas son las más durables y, en muchos casos, las más baratas.
Me interesa hablar de las fuentes de financiamiento para el futuro, tomando en cuenta que pueden salir los flujos estadounidenses de la Convención y los proyectos de clima. ¿Cómo se puede innovar en nuestra región para conseguir financiamiento para la adaptación y la mitigación?
Ya están creándose una serie de fondos de inversión más que todo para la mitigación, está más rezagada la parte de adaptación. Ya hay fondos de inversión representados acá. Hay préstamos verdes, hay bonos verdes y fondos de inversión específicos que se están estableciendo acá. Es apenas la primera punta de lanza, porque falta muchísimo más, pero el país sí representa con su madurez institucional uno de los que tiene más seriedad. Puede apostar por este tipo de financiamiento con más facilidad que otros países.