“Efectuar una transición de los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica, para lograr cero emisiones netas en 2050”.

Así se lee en la Decisión de la 28va Conferencia del Clima o COP28, acordaba por los países firmantes del Acuerdo de París como parte de los resultados del primer Balance Mundial o Global Stocktake.

En otras palabras, los países acordaron embarcarse en pos de una transición energética que incluya una reducción progresiva de los combustibles fósiles, entre otras medidas como triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética.

“Hemos sentado las bases para lograr un cambio transformador histórico”, declaró el presidente de COP28, sultán Ahmed Al Jaber. “Por primera vez, tenemos lenguaje sobre combustibles fósiles en una declaración”, agregó.

El abandono de los combustibles fósiles (phase out), impulsado por varios países como las islas del Pacífico que sufren por el incremento del nivel del mar, fue el tema más polémico en esta conferencia del clima, al punto de postergar su cierre por 24 horas ya que los negociadores no se ponían de acuerdo, enfrascándose en discusiones sobre el lenguaje.

Al final, se terminó imponiendo la reducción de combustibles fósiles (phase down). La narrativa de eliminación quedó para las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles, haciendo hincapié en “lo antes posible”.

Paquete energético

En este primer Balance Mundial, los países reconocen que -a pesar de los avances realizados hasta ahora- aún “no están en vías de alcanzar colectivamente el propósito del Acuerdo de París y sus objetivos a largo plazo”.

Aunque se pasó de un aumento previsto de la temperatura mundial de 4 °C a un incremento del orden de 2,1-2,8 °C, si cada país cumple plenamente sus compromisos nacionales, aún se está lejos de 1,5 °C recomendado por la ciencia para evitar los mayores impactos del cambio climático.

De hecho, para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, se requieren “reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero del 43% para 2030 y del 60% para 2035 en relación con el nivel de 2019, y llegar a cero emisiones netas de dióxido de carbono para 2050”.

Por ello, los países se comprometieron a “acelerar la acción en este decenio crítico” desde su ámbito nacional y contribuyendo a una serie de esfuerzos mundiales como triplicar la capacidad mundial de energía renovable y duplicar la eficiencia energética para 2030.

La segunda medida que acordaron es acelerar los esfuerzos para reducir progresivamente el carbón así como acelerar los esfuerzos en pro de sistemas energéticos de emisión neta cero, utilizando combustibles de baja o nula emisión mucho antes o alrededor de 2050.

En este “paquete energético” también se pide apostar por tecnologías de bajas o cero emisiones  como energías renovables y nuclear, esta última siendo un tema que resurge en esta COP.

Igualmente, por primera vez, se habla de contemplar tecnologías de reducción y eliminación de emisiones, “como la captura y utilización y el almacenamiento de carbono, en particular en los sectores difíciles de reducir, y la producción de hidrógeno con bajas emisiones de carbono”.

El texto hace una mención explícita del transporte de carretera, al cual se le pide reducir las emisiones mediante, entre otras cosas, “el desarrollo de infraestructuras y el rápido despliegue de vehículos de emisiones cero o bajas emisiones”.

Y, más allá del dióxido de carbono, se solicita reducir sustancialmente las emisiones de metano al 2030.

¿Quién primero?

En la Decisión de COP28, se reconoce que existen “necesidades especificas y circunstancias especiales” en los países en desarrollo, “especialmente las que son particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático”.

Y si bien el texto no es claro en determinar quién está llamado a iniciar en este proceso de transición sin combustibles fósiles, sí se dice que se “observa con preocupación” las brechas de ambición en mitigación de los países desarrollados.

“El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) había indicado anteriormente que los países desarrollados debían reducir las emisiones entre un 25% y un 40% por debajo de los niveles de 1990 antes de 2020, lo que no se ha conseguido”, se lee en el documento.

Para el viceministro chino de Medio Ambiente, Zhao Yingmin, “los países desarrollados tienen una responsabilidad histórica inquebrantable por el cambio climático y, por lo tanto, deben tomar la iniciativa para embarcarse en el camino de los 1,5 ºC antes que el resto del mundo”.

De pensamiento similar es la ministra brasileña de Medio Ambiente, Marina Silva: “los países desarrollados deberán llevar la delantera en la transición energética y aportar los medios necesarios para los países en desarrollo”.

Reacciones: luces y sombras

“Hay que reconocer que, por primera vez, hay señales importantes sobre combustibles fósiles. Hace tan sólo un año, no estaba sobre la mesa. Y, ahora, hay referencias a transicionar todo el sistema energético. O sea, esta COP dio énfasis al qué. Sin embargo, no dio señales del cómo: financiamiento para la transición y la puerta abierta a muchas falsas soluciones”, expresó Enrique Maurtua Konstantinidis, asesor senior en diplomacia climática del Independent Global Stocktake.

Javier Dávalos Gonzalez, coordinador del programa Clima de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA), también mostró preocupación por la falta de ambición y por la ausencia de los “cómo".

“El documento propuesto para el Balance Global del Acuerdo de París carece de la claridad y ambición necesarias y urgentes para convertirse en un instrumento útil para la próxima ronda de contribuciones nacionalmente determinadas (NDC). Si bien el texto menciona la reducción del consumo y producción de combustibles fósiles en una forma justa y ordenada, las referencias a cero neto y la meta de hacerlo hasta el 2050 evidencian que la COP28 no ha entendido la urgencia de la transformación que se requiere. El hecho de que esta medida sea una posibilidad para las partes y no una obligación, nos impulsa a exigir mayor ambición de las partes al cerrar la COP”, apuntó Dávalos.

Por su parte, Augusto Durán -coordinador regional del Tratado sobre Combustibles Fósiles MOCICC- se mostró molesto. “El texto final presentado en la COP es una muestra más del desprecio que los líderes de los países más desarrollados y de mayor riqueza, tienen con las naciones del sur. Quienes venimos de países que ya estamos sufriendo la catástrofe climática sabemos que necesitamos medidas ambiciosas y radicales para la eliminación total de la producción y uso de los combustibles fósiles”, dijo.

Asimismo, Durán agregó: “la mención tímida y sin mecanismos claros a una reducción del consumo de combustibles fósiles hoy se plasma en la propuesta de texto final, es totalmente irresponsable, insuficiente y apunta a dejar a libre elección de los países si continúan o no con su dependencia al petróleo, carbón y gas natural”.

Ojo al Clima se encuentra en la COP28 gracias al proyecto COMUNIDAD PLANETA EN LA COP, liderado por Periodistas por el Planeta (PxP).

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