La salud materna está estrechamente ligada a la vida en su vientre. De hecho, y según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de tres millones de muertes neonatales y mortinatos (niños que nacen muertos) al año son atribuibles a las condiciones de salud de la madre: estado nutricional deficiente, entorno de vida desfavorecido y enfermedades infecciosas.
Al cambio climático, y su consecuente incremento en la frecuencia e intensidad de eventos meteorológicos extremos (como tormentas e inundaciones), se suman factores que comprometen la salud de las madres. Quienes están en mayor riesgo son aquellas mujeres embarazadas que residen en zonas especialmente vulnerables a desastres, también son quienes cuentan con menos recursos socioeconómicos para hacerle frente a la adversidad.
La exposición a los efectos del cambio climático en la primera etapa del desarrollo puede causar un daño inmediato o un perjuicio que se hará evidente más adelante, lo que provoca efectos duraderos a lo largo de la vida e incluso de varias generaciones.
Al respecto, investigadores de la Universidad de Lancaster de Reino Unido y del Instituto de Investigación Sanitaria FIOCRUZ de Brasil descubrieron que los bebés nacidos de madres expuestas a eventos extremos de inundación eran más pequeños debido a la restricción del crecimiento fetal y al nacimiento prematuro: la reducción media del peso al nacer fue de casi 200 gramos.
El estudio, publicado en Nature Sustainability, se centró en analizar los datos de todos los niños y niñas nacidos vivos en un período de 11 años en 43 municipios brasileños ubicados en Amazonas. Para el total de 291.479 nacimientos, se analizó cómo el peso al nacer, el crecimiento fetal y la duración del embarazo se veían afectados por la variabilidad local de las lluvias durante el período de gestación.
Con ayuda de datos satelitales, se calcularon las semanas de exposición prenatal —incluido el trimestre anterior al embarazo— a cada tipo de variabilidad pluvial y lo compararon con el peso al nacer y la duración del embarazo.
Entre lo que observaron, los investigadores notaron que incluso las lluvias intensas no extremas dieron lugar a un 40% más de probabilidades de bajo peso al nacer, mientras que las lluvias más intensas que las medias estacionales también fueron perjudiciales: los bebés nacieron con una media de 39 gramos menos. Es más, la concepción durante época de crecidas dio lugar a un peso medio al nacer más bajo: 13 gramos menos.
“Nuestro estudio descubrió que los extremos climáticos añadían otra capa de desventaja a los bebés que ya se enfrentaban a un mal comienzo en la vida”, destacó Luke Parry, coautor del estudio, en un comunicado. “Debido a las profundas desigualdades sociales en la Amazonia brasileña, los niños nacidos de madres indígenas adolescentes, sin educación formal o con poca educación, eran 600 gramos más pequeños que los nacidos en hogares más privilegiados. Las condiciones meteorológicas extremas penalizaban aún más a estos recién nacidos”.
“Reducir los riesgos para la salud requerirá una inversión mucho mayor en la mitigación de la pobreza y una mejor atención sanitaria si queremos ayudar a las poblaciones ribereñas de la Amazonia a adaptarse a los cambiantes patrones de lluvia y a las cada vez más frecuentes y graves inundaciones y sequías”, continuó Parry.
Post desastre
Los impactos en la salud de las madres y sus hijos no terminan cuando las lluvias cesan. Pasado el clímax del evento meteorológico extremo, las futuras mamás aún deben lidiar con las consecuencias del desastre.
La escasez de alimentos, por ejemplo, pone en riesgo de malnutrición a las mujeres embarazadas y, por ende, a su descendencia. Durante el embarazo, la demanda energética de la mujer aumenta aproximadamente un 20%, lo que también se mantiene durante el periodo de lactancia.
La desnutrición materna ocurre cuando el índice de masa corporal (IMC) es inferior a 18,5 kg/m. Las mujeres con un peso inferior al normal tienen más probabilidades de dar a luz a niños con bajo peso al nacer, lo que se considera un factor de riesgo de morbilidad y mortalidad infantil.
“A corto plazo, la desnutrición de la madre o el niño aumentará el riesgo de morbilidad y mortalidad durante la infancia, mientras que la misma condición podría afectar a la capacidad intelectual y reproductiva, la productividad económica, así como aumentar el riesgo de trastornos metabólicos en una perspectiva a largo plazo”, señala un estudio publicado en Global Health Action.
Por otra parte, durante y después de un desastre, el acceso al agua potable y a saneamiento adecuado se ve comprometido, lo cual aumenta el riesgo de malnutrición, pero también de padecimientos como diarreas y enfermedades más graves como el cólera.
“El factor clínico más importante que influye en el resultado del embarazo y en el estado de salud del niño en el periodo neonatal es la deshidratación relacionada con la diarrea materna grave”, destacaron los investigadores.
El agua estancada, producto de las inundaciones, también representa un riesgo de enfermedades transmitidas por vectores (como el dengue). “Hay una serie de efectos adversos para la salud y resultados del embarazo que se sospecha que están relacionados con la infección materna por dengue durante el embarazo. Entre ellos se encuentran la transmisión vertical al feto, el parto prematuro, el bajo peso al nacer, la preeclampsia y la eclampsia, el parto por cesárea y la muerte fetal/perinatal y materna”, escribieron los autores.
Otro desastre que se proyecta que incremente su frecuencia, intensidad y duración son los incendios forestales. Los niños y niñas expuestos a estos, ya sea desde el vientre o en sus primeros años de vida, están en riesgo de padecer enfermedades respiratorias, deterioro mental y desnutrición.
Asimismo, la falta de agua potable y alimentos tras un desastre provoca que las personas migren. “La atención a la madre embarazada se reducirá considerablemente o será imposible de obtener en estas situaciones”, advirtieron los investigadores.
En busca de soluciones
Las desigualdades imperantes, entre los países y dentro de estos, determinan en gran medida el impacto de los eventos meteorológicos extremos en la salud de madres e hijos. Solucionar los problemas estructurales de empleo, nutrición, vivienda digna y acceso a la atención sanitaria, entre otros, proveerá más resiliencia para afrontar un desastre.
En lo referente a los sistemas sanitarios, y las políticas públicas relacionadas con estos, los investigadores recomendaron prestar más atención a la atención prenatal para evitar el empeoramiento de la salud materna, la mortalidad y la morbilidad perinatal.
“También son cruciales las intervenciones para reducir los impactos negativos en la salud causados por el cambio climático. Hay que hacer todo lo posible para desarrollar y mantener una buena atención prenatal durante las condiciones de vida extremas como consecuencia del cambio climático”, señalaron.
Otro punto: la planificación familiar, incluyendo el fortalecimiento de la educación y empoderamiento de las mujeres, traerá consigo efectos positivos como la reducción de la pobreza, la disminución de la mortalidad materna e infantil así como una baja en los embarazos no deseados.
Definitivamente, esta relación entre cambio climático y maternidad es un tópico nuevo en la comunidad científica y aún se requiere más investigación. Según una revisión, publicada en The Lancet Planetary Health y centrada en la salud infantil, una mayoría de los estudios se realizaron en países de ingresos altos y medio-altos, además se centraron en países concretos. En este sentido, los autores recomendaron mejorar este aspecto.
Asimismo, los resultados sanitarios en los que se basa la evaluación del impacto del cambio climático en los niños varían tanto que fue casi imposible comparar los resultados entre los distintos estudios. Esto es algo a tener en cuenta en estudios futuros, incluso sobre otras temáticas de salud pública.
También falta investigación cualitativa y estudios longitudinales que permitan comprender cómo el cambio climático afecta a la salud y el bienestar de las madres y su descendencia.
- Aborto espontáneo
- Contracciones prematuras
- Bajo peso al nacer
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- Deshidratación
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- Enfermedades transmitidas por vectores
- Malnutrición e inseguridad alimentaria
- Diarrea
- Enfermedades respiratorias
- Estrés materno prenatal