En cuestión de 20 años, las poblaciones de anfibios de la Reserva Biológica San Ramón cambiaron de manera radical: los animales que eran más comunes a inicios de los noventa perdieron importancia en la década de 2010 y en su lugar aparecieron otros hasta entonces ausentes.

La transformación revela la fragilidad de las poblaciones de ranas y sapos a factores como el cambio climático y a un hongo patógeno que causa la enfermedad llamada quitridiomicosis, que afecta la piel de los anfibios y les impide respirar, sofocándolos.

Así lo revela un estudio llevado a cabo por seis investigadores de la Universidad de Costa Rica (UCR), la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A nivel mundial, los anfibios están entre los animales más impactados por cambios en el clima y por nuevos patrones de enfermedades. Estos investigadores querían saber si estos impactos globales se repetían también en esta reserva, propiedad de la UCR.

Para hacerlo, los científicos contrastaron datos recabados ahí durante las décadas de 1980, 1990 y de 2010, para ver el cambio en el comportamiento de las diferentes especies dentro del mismo territorio.

El análisis mostró que las especies que en los años 90 eran dominantes en ese lugar ya no lo son, por ejemplo dos ranitas de horasca conocidas, en jerca científica, como pristimantis ridens y pristimantis cruentus. Por otro lado, algunas de las especies que actualmente son dominantes, en los años 90 no se encontraban en el lugar.

“Se trata de selección natural. Unas especies desaparecen del lugar, otras se adaptan y otras nuevas llegan al lugar y lo colonizan. Pero es evidente que el proceso ahora es acelerado por la clara intervención humana”, explicó Víctor Acosta, uno de los responsables de la investigación.

Acosta señaló que entre las causas del cambio tan brusco de poblaciones se encuentra como factor fundamental el cambio climático y la alteración del hábitat en el que residen las especies.

Debido a los cambios de temperatura, de humedad ya otras alteraciones hechas por el ser humano en el hábitat de estas especies, la cantidad se ha ido reduciendo hasta que algunas desaparecen de ese espacio, otras se extinguen y otras especies nuevas colonizan el lugar.

Otro factor importante que interviene en los cambios de riqueza de estas especies es el hongo quitridio de los anfibios (conocido en jerga científica como Batrachochytrium dendrobatidis). Este hongo ataca la piel de los anfibios y hace que estos dejen de respirar, según Acosta.

“Se le conoce como hongo quitridio porque hace que la piel de los anfibios se ponga color naranja. Lo que más se sabe de este hongo es que sabemos muy poco”, dijo el biólogo.

Dentro del mismo estudio también se demuestra que existe más semejanza entre las especies de los años 80s y las de los 2010s (son un 65% similar) que entre las de los 80s y los 90s (son solo un 50% similar). Acosta explica que esto ocurre porque los años de mayor amenaza a los anfibios fue la década de los años noventa.

En los últimos años se han dado re descubrimientos de especies que se creían extintas, de las cuales muchas siguen en amenaza de extinción.

El hecho de que la riqueza de las especies se parezca más a la de los años ochenta sí puede ser un indicador de que se está recuperando el hábitat de muchas especies, pero no del todo, explica Acosta.

“Se van a recuperar algunas especies y van a poder adaptarse de nuevo a su hábitat anterior, pero hay otras especies que ya se extinguieron y no se van a poder recuperar nunca. Entonces, no se puede decir que todo va a volver a la normalidad”, aseguró el investigador.

Existen factores desconocidos

El cambio y la desaparición de tantas especias no se le puede atribuir sólo al cambio climático, la alteración del hábitat y al hongo quitridio.

Según Acosta, “el cambio climático es la pistola y el hongo es la bala”, pero no se puede aislar sólo a esto. En el ecosistema ocurren un conjunto más de variables que pueden hacer que una especie decida o se le imposibilite habitar cierto espacio.

Para los investigadores es necesario invertir recursos en monitoreos biológicos para comprender qué está pasando con los anfibios y poder predecir los procesos de cambio, así como sus motivos en un entorno especializado.

Además, dependiendo de la elevación y el tipo de bosque, por ejemplo, a los anfibios les puede costar mucho adaptarse, o no lograr hacerlo del todo. Luego de este proceso es probable que, si sobreviven, sean tan pocas especies que no puedan ser detectadas por grandes cantidades de tiempo.

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