La cobertura forestal del país, de poco más de la mitad del territorio, ha favorecido la relativamente alta diversidad y conectividad genética de los ocelotes o manigordos (Leopardus pardalis).
“Encontramos que la diversidad genética de los ocelotes en Costa Rica es relativamente alta, lo que podría estar relacionado con un gran tamaño efectivo de la población facilitado por la alta cobertura forestal y la plasticidad del hábitat de la especie”, señalaron los autores de un estudio publicado en Journal of Mammalogy.
Esta historia sería distinta si la investigación se hubiese realizado hace cuatro décadas, cuando la extensión boscosa era más baja. Entre 1960 y 1986, la cobertura forestal pasó de 59,5% del territorio a 40,8%. A partir de 1986, esta empezó a recuperarse, pasando de 40,8% (1986) a 51,4% (2010). Para el 2015, según el Inventario Nacional Forestal (INF), la cobertura forestal abarcaba el 52,38% del territorio nacional.
“La recuperación boscosa en el país ha permitido mantener esa conectividad genética de los ocelotes o recuperarla”, destacó Roberto Salom, autor principal del estudio y director de la organización Panthera en Costa Rica.
Felinos en movimiento
Para que exista diversidad y conectividad genética, los manigordos deben moverse entre parches de bosque. Una forma de darse cuenta si un felino está moviéndose entre áreas es mediante la captura y recaptura. En este estudio, por ejemplo, los investigadores recolectaron —en momentos y lugares diferentes— excretas de los mismos tres ocelotes.
En el caso de dos de ellos, esas excretas se hallaron en la misma área; lo cual revela uso de hábitat, pero no necesariamente desplazamiento. En cuanto al tercero, las muestras se detectaron a 2,13 kilómetros de distancia, es decir, el felino se movió.
La otra forma de medir movimiento es analizando el flujo genético: “Eso se hace comparando genéticamente las muestras que tenemos en los distintos lugares”, explicó Salom.
Para ello se extrae la información genética contenida en muestras de sangre, pelo, heces y tejidos, recolectadas por los investigadores y sus aliados en los últimos diez años. Actualmente, estos análisis se realizan en el Laboratorio de Genética de la Conservación de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Esa información permite identificar la especie, el sexo, algunos datos de dieta y si el animal padece enfermedades. Asimismo, se puede determinar parentescos entre individuos de la misma especie y, con ello, determinar cuán diversa es una población.
También se puede saber si existe intercambio o flujo genético entre áreas geográficas dentro del país o si se trata de poblaciones aisladas. Si se trata de lo segundo, entonces se empieza a estudiar cuáles serían las barreras que obstaculizan el flujo de los genes.
Volvamos a los manigordos. La ventaja que tienen es que son muy versátiles y pueden moverse entre diferentes tipos de paisajes. Esto es gracias a que, al ser un carnívoro de tamaño mediano, sus necesidades energéticas son menores a las de un jaguar o puma, eso les permite tener una dieta más amplia y variada en presas.
Pueden comer mamíferos pequeños y medianos, reptiles, anfibios, aves e incluso animales acuáticos. Las encuentran tanto en bosque maduro como en bosque secundario, incluso en tierras agrícolas.
“Ellos pueden usar hábitat que ya representa una barrera para el puma y el jaguar”, comentó Salom. “Estamos hablando de áreas extensas, donde hay pequeños parches de bosque, pero no hay una matriz de bosque predominante. Al puma y al jaguar se les dificulta pasar por ahí, porque se ven expuestos a diferentes amenazas y porque no consiguen suficientes presas, ya que estas deben ser grandes (como saínos, venados y chanchos de monte) para poder sustentarlos. En cambio, en esos parches sí pueden haber ratones, aves y lagartijas que el manigordo puede aprovechar”, continuó.
Debido a esa “plasticidad del hábitat” es que se observan ocelotes cerca de cultivos, bordeando zonas urbanas e incluso cruzando carreteras. Eso les permite moverse entre diversas zonas y, “al hacerlo, mantener niveles relativamente altos de flujo genético”.
Si pasara lo contrario, una baja diversidad genética y aislamiento, la supervivencia a largo plazo puede verse disminuida y esa especie puede reducir su capacidad de adaptación a los cambios ambientales u otras amenazas relacionadas con el ser humano.
“Su asociación con una cobertura vegetal bien estructurada, su gran abundancia, sus áreas de distribución relativamente amplias y su presencia casi omnipresente hacen del ocelote una especie valiosa para estudiar los posibles efectos de la fragmentación y la alteración del hábitat, especialmente, en los casos en que las bajas densidades y la falta de datos dificultan el seguimiento de otras especies de interés para la conservación, como el jaguar y el puma”, se lee en el artículo científico.
Si bien los manigordos pueden moverse entre diferentes tipos de paisaje, incluso fragmentados o alterados, siempre van a depender del bosque, ya que este les provee de refugio y también brinda protección para sus crías. “En una matriz completamente agrícola o urbana, las probabilidades de encontrar ocelotes van a ser muy reducidas”, dijo Salom.
En otras palabras, el estado genético de los manigordos puede contribuir a develar cuestiones relativas a la salud de los ecosistemas y su resiliencia. La recuperación forestal del país ha sido favorable a estos felinos en cuanto a proveerles de parches de bosque y su versatilidad les ha permitido adaptarse a las condiciones de conectividad que encuentran.
“La calidad de hábitat ha sido suficiente para mantener la conectividad en los ocelotes, pero ya vimos —por estudios previos— que no es suficiente para especies como el jaguar y el puma”, comentó Salom. “Si hubiéramos encontrado lo mismo en ocelotes, sería aún más preocupante al tratarse de una especie con mayor plasticidad”, agregó.
Entonces, si bien la recuperación forestal es positiva, aún resta trabajar en reducir las amenazas relativas al cambio de uso del suelo y en favorecer la conectividad entre zonas boscosas.
En cuanto a esto último, los corredores biológicos se presentan como una herramienta para garantizar esa conectividad, principalmente, en sitios aledaños a áreas silvestres protegidas.
“En la medida que podamos sumar a esas fincas, que se encuentran dentro de un corredor biológico, y estas puedan designar áreas de conservación (por ejemplo, cerca de los ríos) y diseñar planes para reducir conflictos con los felinos, pues eso finalmente va a ayudar”, destacó Salom.
Acción climática
Según el INF, los bosques maduros resguardan 1.605 millones de toneladas de carbono, lo cual representa el 54% del total nacional; mientras que los bosques secundarios almacenan 639 millones de toneladas (22%). En conjunto, ambos tipos de bosque suman el 76% del carbono fijado en el país.
Por esa razón, uno de los ejes del Plan Nacional de Descarbonización busca la gestión del territorio rural, urbano y costero con el fin de incrementar la cobertura forestal y así obtener servicios ecosistémicos que favorezcan la mitigación y la adaptación al cambio climático, esto desde un enfoque de Soluciones basadas en Naturaleza (SbN).
Solo en el 2021, el programa de Pago por Servicios Ambientales (PSA) —ejecutado por Fonafifo— financió a pequeños y medianos propietarios de fincas para la protección de 284.276 hectáreas de bosque y plantaciones forestales, tanto en contratos nuevos como vigentes.
Asimismo, y mediante el programa de Crédito Forestal, Fonafifo financió 122 operaciones crediticias. El 64% de ese dinero se destinó a fomento productivo, en esta categoría se incluyen actividades como establecimiento y manejo de sistemas agroforestales (que combinan cultivos o ganado con cobertura arbórea), protección de bosque y recuperación de áreas denudadas.
Gracias a la firma de dos acuerdos, durante la Conferencia sobre Cambio Climático o COP26, el país recibirá $20 millones que fortalecerán el esquema del PSA y permitirán implementar nuevos mecanismos para financiar el incremento de la cobertura forestal.
En dicha conferencia, Costa Rica también firmó la Declaración de los Líderes de Glasgow sobre los Bosques y el Uso de la Tierra, la cual pretende frenar y revertir la pérdida de bosques, así como la degradación del suelo para 2030.
Ese compromiso viene respaldado por $12.000 millones de fondos públicos que serán aportados por 12 países entre 2021 y 2025, así como $7.200 millones provenientes de fondos privados. Ese dinero apoyará proyectos en países en desarrollo, como el nuestro, dirigidos a la restauración de tierras degradadas.
Estudios genéticos
Ese incremento de la cobertura forestal, derivado de la acción climática, si se hace también con un enfoque de biodiversidad, puede favorecer la conectividad entre áreas boscosas, ampliando los beneficios.
En este sentido, la utilidad de estos estudios genéticos es evidente. Podrían, por un lado, sumarse a los indicadores que evalúan la efectividad de las políticas a largo plazo y, con ello, aportar a la rendición de cuentas. Por otro lado, pueden brindar insumos para el diseño de nuevas medidas o ajustar las actuales y no solo aquellas relacionadas a la biodiversidad sino también las concernientes a acción climática.
“El campo de la genética de la conservación se va abriendo cada vez más y se va a convertir en una herramienta indispensable para saber cuál es la salud de las poblaciones y eso se puede usar de parámetro para conocer la resiliencia de los ecosistemas, porque —en la medida de que esa diversidad genética se mantenga— existe mayores posibilidades de que las poblaciones sobrevivan a largo plazo”, manifestó Salom.
Los manigordos pueden decir mucho sobre la cobertura forestal del país y si su información se cruza con la de los jaguares y los pumas o los chanchos de monte y los mono araña, que son especies altamente dependientes de bosque, se podría tener un panorama más amplio de lo que está pasando en el territorio y el potencial que tiene el país.