Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) producidas en los sistemas alimentarios han sido subestimadas significativamente durante mucho tiempo. Ahora se representa una oportunidad para analizar los modelos de producción, realizar ajustes y reducir significativamente los efectos dañinos, según revela un estudio de la Universidad de Columbia (Estados Unidos).
Esto se genera debido al desconocimiento de las emisiones vinculadas no sólo a la producción de la ganadería y los cultivos, sino también a los cambios en el uso de la tierra, la fabricación, procesamiento, almacenamiento, transporte y la eliminación de desechos relacionados; lo cual ha desembocado en 16.000 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) en 2018, un aumento del 8% desde 1990.
Según uno de los autores del análisis, Francesco Tubiello, dentro de los principales problemas se encuentra que los inventarios de emisiones, que los países reportan a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, caracterizan pobremente los sistemas alimentarios y subestiman su contribución al cambio climático.
Para los autores del estudio -que incluye a investigadores de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la NASA y la Universidad de Nueva York- se requiere una comprensión científica de los procesos a través de los cuales se emiten gases de efecto invernadero en todas las fases de la producción y el consumo de los alimentos,
Tubiello, quien dirige la unidad de estadísticas ambientales de la FAO, considera que el estudio muestra cómo esta industria tiene "mayor oportunidad de mitigación de gases de efecto invernadero de lo que se había estimado anteriormente, y una que no se puede ignorar en los esfuerzos por lograr los objetivos del Acuerdo de París".
¿Dónde están las emisiones?
Si bien es cierto que las emisiones totales de los sistemas alimentarios aumentaron de 1990 a 2018, a la hora de considerar el crecimiento de la población y el cambio de tecnologías, las emisiones per cápita a nivel global en realidad disminuyeron de 2,9 toneladas a 2,2 toneladas por persona.
Sin embargo, las emisiones per cápita en los países desarrollados llegaron a 3,6 toneladas de CO2 en 2018; casi el doble de los países en desarrollo, revela el estudio.
La conversión de ecosistemas naturales en cultivos agrícolas es la fuente de emisiones más grande durante el período de estudio, con casi 3.000 millones de toneladas por año. No obstante, el estudio expone que ha ocurrido una disminución significativa con el tiempo, debido a la poca existencia de sistemas naturales para explotar.
Por otro lado, las emisiones globales en cuanto a transporte doméstico de alimentos han aumentado en casi un 80% desde 1990, llegando a 500 millones de toneladas en 2018. En los países en desarrollo esas cifras incluso se han triplicado.
Las emisiones generadas por el uso de energía del sistema alimentario ascendieron a más de 4.000 millones de toneladas en 2018, un aumento del 50% desde 1990. En este campo, el consumo se debe en gran parte al CO2 de los combustibles fósiles consumidos a lo largo de las cadenas de suministro.
Por si fuera poco, el uso de fertilizantes nitrogenados está aumentando las concentraciones de óxido nitroso en la atmósfera, un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el CO2 y que permanece en la atmósfera durante más tiempo que la vida humana.
Impacto en pequeños agricultores
Los investigadores plantean que se deben generar programas y políticas para mitigar el cambio climático, pero se debe considerar el impacto en los más de 500 millones de hogares de pequeños agricultores en todo el mundo. Una situación particularmente grave en los países subdesarrollados, donde mayores porcentajes de la población dependen de la agricultura para su sustento.
"Para lograr un futuro neto cero, necesitamos comprender mejor la interacción entre el sistema alimentario y las emisiones en los países en desarrollo donde las poblaciones están creciendo, la pobreza está disminuyendo y los ingresos están aumentando", dijo Philippe Benoit, investigador en el Centro de Política Energética Global, en un comunicado de prensa.
Las estrategias óptimas de mitigación requerirán un enfoque en las actividades antes y después de la producción agrícola, que van desde la producción industrial de los fertilizantes hasta la refrigeración a nivel minorista.
"La agricultura en los países desarrollados emite grandes cantidades de gases de efecto invernadero, pero su participación puede verse oscurecida por las grandes emisiones de otros sectores como la electricidad, el transporte y los edificios", expuso Matthew Hayek, profesor en la Universidad de Nueva York, en un comunicado de prensa.
¿Cuánto se podría reducir?
Aunque dependerá de los esfuerzos a nivel mundial, científicos del Laboratorio Nacional Argonne del Departamento de Energía de Estados Unidos realizaron un estudio que muestra cómo la innovación en tecnología y prácticas agrícolas podrían reducir las emisiones de GEI en las producciones de granos hasta en un 70%, en el periodo de los próximos 15 años.
El estudio identifica una combinación de innovaciones tecnológicas que pueden reducir significativamente las emisiones, al mismo tiempo que encajan dentro de los sistemas de producción actuales y los mercados de granos establecidos.
Se trata de la agricultura digital, la genética microbiana y la electrificación; estas nuevas tecnologías prometen impulsar la descarbonización de la agricultura al mismo tiempo que respaldan la resiliencia de las granjas y mantienen la rentabilidad y la productividad.
Las tecnologías se agruparon en tres fases: optimizar, reemplazar y rediseñar. Para esto, Argonne desarrolló GREET (el modelo de gases de efecto invernadero, emisiones reguladas y uso de energía en tecnologías), una herramienta analítica del ciclo de vida.
El estudio ofrece información para el desarrollo de posibles nuevos enfoques para la descarbonización de la agricultura y sugiere puntos de entrada para la inversión pública y privada en función de una línea de tiempo de los rendimientos esperados de las inversiones en nuevas tecnologías.
“Nuestro estudio enfatiza la importancia de un enfoque doble - reducir las emisiones agrícolas y maximizar el almacenamiento de carbono en el suelo - para abordar la crisis climática a través de la agricultura”, dijo Dan Northrup, autor principal del estudio, en un comunicado de prensa.
Esfuerzos a nivel mundial
Ante esta situación, líderes de América Latina y del Caribe anunciaron iniciativas en la Pre Cumbre de Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas, llevada a cabo en Roma en julio.
Estas acciones llegan tras darse a conocer un informe de Naciones Unidas sobre el estado de la inseguridad alimentaria en la región. Según este, América Latina y el Caribe registraron los mayores aumentos de inseguridad alimentaria entre 2019 y 2020, años en que se reportaron eventos climáticos extremos, incluso en países como Brasil (heladas), Argentina y Uruguay (tormentas tropicales).
"Vamos a aportar una visión conjunta de las realidades de nuestros sistemas productivos. Somos la región del mundo que más alimentos produce y también la que más servicios ecosistémicos presta. En el tema ambiental, nuestras responsabilidades son comunes pero diferenciadas” , dijo el Ministro de Agricultura y Ganadería de Paraguay, Moisés Santiago Bertoni.
No obstante, en la pre-cumbre no solo desde los países americanos se alzó la voz. El Primer Ministro de Italia, Mario Draghi, y el presidente de Ruanda, Paul Kagame, subrayaron la necesidad de enfoques más inclusivos y sostenibles antes de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas, que se realizará en Nueva York en setiembre de 2021.
Draghi pidió a los delegados de más de 100 países un compromiso para acabar con el hambre de 811 millones de personas en medio de un clima cambiante. A lo que el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, agregó: "la pandemia, que todavía nos ataca, ha puesto de relieve los vínculos entre la desigualdad, la pobreza, la alimentación, las enfermedades y nuestro planeta”.
Incluso, el principal líder de la Iglesia Católica se pronunció al respecto. En declaraciones dadas a conocer por el arzobispo Paul Gallagher, secretario de Relaciones del Estado del Vaticano, el Papa Francisco expuso que eliminar el hambre por sí solo no era suficiente, sino que se debían "diseñar sistemas alimentarios que protejan la Tierra y mantengan la dignidad de la persona humana en el centro".
Un esfuerzo sin precedente
Desde hace más de un año, la cumbre se ha embarcado en un nivel de participación con más de 1.000 diálogos en 145 países, lo cual ha generado que sea conocida como la "Cumbre de los Pueblos".
Los resultados de estos diálogos han proporcionado a los gobiernos nacionales el panorama más completo hasta la fecha de los desafíos interconectados existentes, desde el hambre y la pobreza hasta los medios de vida rurales, la salud y el desempleo juvenil.