Al analizar la lista de participantes de la cuarta ronda de negociaciones para un Tratado Mundial sobre Plásticos (INC-4), que tiene lugar en la ciudad Ottawa (Canadá), el Centro de Derecho Ambiental Internacional (CIEL) observó que la industria química y combustibles fósiles inscribieron a 196 de sus lobistas.
Eso supone un aumento del 37% con respecto a los 143 lobistas inscritos en el INC-3. Aún resta una ronda de negociación, la INC-5, prevista del 25 de noviembre al 1 de diciembre de 2024 en la ciudad de Busan, Corea del Sur.
Estas rondas de negociación pretenden consensuar un instrumento internacional jurídicamente vinculante para poner fin a la contaminación por plásticos. El texto resultante se presentará en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA, por sus siglas en inglés), a realizarse en 2025, donde terminará de discutirse con miras a su adopción.
Para dimensionar la presencia de los lobistas de la industria química y combustibles fósiles, estos superan a los 180 representantes de las delegaciones de la Unión Europea, que es de las más numerosas. Ni decir al número de representantes de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Pacífico, países que registraron en conjunto 73 delegados.
Es más, el grupo de lobistas es tres veces mayor que el de los 58 científicos independientes de la Coalición de Científicos por un Tratado sobre el Plástico Eficaz y siete veces mayor que el de los 28 representantes del Grupo de los Pueblos Indígenas.
Aunque las compañías no están autorizadas para acreditarse en las negociaciones, los lobistas pueden participar como profesionales asociados o representantes dentro de delegaciones nacionales. De hecho, 16 de estos lobistas se acreditaron como parte de las delegaciones de nueve países: cuatro en la delegación de Malasia, tres en la de Tailandia, dos en las de Irán y República Dominicana, mientras que uno en las de China, Kazajstán, Kuwait, Turquía y Uganda.
“El aumento del 37% de los lobistas en esta INC-4 con respecto a INC-3 muestra que la huella de los lobistas de la industria está aumentando progresivamente conforme crecen los llamados a alcanzar un tratado que aborde la producción de plástico”, denunció CIEL, a la vez que señaló que la presión se siente tanto dentro como fuera de las salas de negociación.
Aparte de CIEL, este análisis se hizo en colaboración con el Caucus de los Pueblos Indígenas, Greenpeace, el movimiento Break Free From Plastic, la Red Internacional para la Eliminación de Contaminantes (IPEN), la Alianza Global para Alternativas a la Incineración (GAIA), la Agencia de Investigación Ambiental (EIA), el Centro Global para la Buena Gobernanza en el Control del Tabaco (GGTC) y la Coalición de Científicos por un Tratado Eficaz sobre el Plástico.
El análisis se basa en la lista provisional de participantes en INC-4, provista por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Negociaciones
El plástico es un material omnipresente en la vida cotidiana de las personas: se utiliza en embalajes, fibras de ropa, materiales de construcción y dispositivos médicos así como para confeccionar envases e incluso en productos de aseo personal y cosméticos.
La producción de plástico se ha duplicado en los últimos 20 años hasta alcanzar 460 millones toneladas métricas. Para 2060, esta cifra podría triplicarse. Uno de los principales problemas es que dos tercios de ese plástico se desecha al cabo de un sólo uso y menos del 10% se recicla.
“Hoy en día, el polímero bruto virgen es más barato que el polímero reciclado”, dijo Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA, en declaraciones a AFP. “Actualmente, tirar es gratis; pero la externalidad del coste medioambiental y para la salud humana es enorme. Y eso no tiene impuestos”, añadió.
“El plástico está por todas partes. Siempre necesitaremos el interruptor eléctrico, el volante, etc. Pero debemos reflexionar sobre el problema del uso único. Abusamos del plástico porque es tan barato, pero hay consecuencias para el medioambiente, los océanos, la flora y la fauna. Somos cada vez más conscientes sobre el impacto para nuestra propia salud”, continuó.
De allí se deriva el interés de los países por contar con un tratado internacional para poner freno a la contaminación causada por la mala gestión del material y exacerbada por la alta producción. Por esa razón, en INC-4, los países están hablando de responsabilidad ampliada del productor, emisiones y liberaciones, diseño de productos, así como financiación y movilización de recursos para implementar el futuro tratado.
También se está debatiendo sobre la presentación de informes, evaluación y seguimiento periódicos, la evaluación de la eficacia, la revisión de las sustancias químicas preocupantes, los microplásticos y los productos problemáticos y evitables, así como los sustitutos no plásticos. A esto se suma temas de cooperación internacional e intercambio de información.
Si bien, en términos generales, los países están de acuerdo sobre la necesidad de un tratado, las cuatro rondas de negociación realizadas a la fecha han evidenciado que existen diferencias de opinión sobre el fondo.
Por ejemplo: los países de la Coalición de Gran Ambición –liderada por Ruanda y Noruega- están interesados en abordar todo el ciclo de vida del plástico, no sólo su uso y eliminación sino también su creación. Estos 65 países quieren que el tratado aborde el diseño de los productos, así como las sustancias químicas y los materiales nocivos que se añaden a los plásticos en su producción. También estos países están interesados en que las empresas se responsabilicen de los plásticos que producen, un concepto que se denomina Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP).
Otros países, agrupados en la Coalición Mundial para la Sostenibilidad de los Plásticos, quieren que el nuevo instrumento se centre únicamente en gestión de residuos. Es más, están interesados en que se adopten medidas nacionales o regionales para gestionar los residuos plásticos, con la posibilidad de informar a escala mundial.
Un tercer grupo reúne a Arabia Saudita y los países productores de petróleo, los cuales son reacios a las propuestas de reducir la producción, como la planteada por las oenegés que abogan por una reducción del 75% de aquí a 2040.
De hecho, las organizaciones insisten en que el tratado debe centrarse en métodos probados y respaldados científicamente, y rehuir de “falsas soluciones” que podrían agravar aún más el problema, entre estas: créditos de plástico, incineración u hornos de cemento y bioplásticos.
“Un tratado que se centra en la gestión de residuos y en medidas ineficaces permite al lobby de los plásticos seguir aumentando su producción sin control. Los productores tienen un gran interés económico en mantener el statu quo y eliminar de la mesa medidas que aborden la producción. Pero el mundo no puede permitirse seguir produciendo plásticos. La semana pasada supimos que, al ritmo actual, la producción de plásticos podría representar por sí sola casi el 20% del presupuesto de carbono restante, superando las estimaciones anteriores. Dejar la producción sobre la mesa es un error para el clima, el medio ambiente, la salud y los derechos humanos”, declaró Von Hernández, coordinadora del movimiento Break Free From Plastic.
Plásticos: el nuevo frente de los petroleros
Vale recordar que el 99% de los plásticos proceden de los combustibles fósiles, por lo que es lógico que la industria petroquímica siga aferrándose a este material por razones económicas y, por ello, se opongan a los planteamiento de recortes en la producción, alegando falsamente que la contaminación por plástico no es un problema del material, sino de residuos.
Sin contar los fertilizantes, el 63% de la producción petroquímica son plásticos y más de un tercio se utiliza en envases. Cada año se filtran entre 19 y 23 millones de toneladas de residuos plásticos a los ecosistemas acuáticos, contaminando lagos, ríos y mares.
La producción de plásticos representa el 3,4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) en 2019 (unos 1.800 millones de toneladas), los cuales causan el calentamiento global y, por ende, el cambio climático. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), esta cifra podría duplicarse en 2060 ante el crecimiento previsto en la producción.
De hecho, la industria petrolera planea aumentar significativamente la producción de plásticos como una manera de mantener la demanda de petróleo. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), las materias primas químicas representarán alrededor del 40% del crecimiento total de la demanda de petróleo de 2022 a 2028. Y la demanda de petróleo para materias primas petroquímicas se duplicará en los próximos 30 años hasta alcanzar los 18 millones de barriles diarios.
“A medida que disminuye la demanda de combustibles fósiles debido a la transición energética, estas industrias consideran que los plásticos son esenciales para su modelo de negocio subyacente”, señaló CIEL.
Lo que pasa es que el costo socioambiental puede ser muy alto. Un comentario científico, publicado Nature Communications, argumenta cómo los plásticos se deteriorarán más rápidamente debido al incremento de la temperatura global y precisamente uno de sus efectos será una mayor demanda del material, lo que a su vez agrava aún más las emisiones de GEI y estas al cambio climático.
“Se crea un círculo vicioso entre el cambio climático y la contaminación por plásticos”, comentó Xinfeng Wei, investigador de materiales poliméricos del Real Instituto de Tecnología KTH de Estocolmo (Suecia) y autor del artículo.
Este bucle de retroalimentación vincula las emisiones con el calor, la humedad y el debilitamiento de los enlaces estructurales que confieren una amplia gama de propiedades ventajosas a los polímeros. “Cuanto más aumenta la temperatura, más se reducen las propiedades de los materiales”, explicó Wei.
Por ejemplo, la rigidez de los plásticos más utilizados -como el polietileno, el polipropileno y el cloruro de polivinilo- disminuye más de un 20% a medida que la temperatura sube entre 23 y 40°C. Este deterioro implica una sustitución más frecuente de los productos de polímero -desde ropa hasta piezas de automóviles y electrodomésticos- y, en consecuencia, mayores volúmenes y ritmos de fabricación.
Las repercusiones van desde la pérdida de fiabilidad de los envases alimentarios hasta la liberación de compuestos orgánicos volátiles (COV) en un clima cada vez más cálido, así como de otros compuestos peligrosos como lubricantes, retardantes de llama, plastificantes, antioxidantes, colorantes y estabilizadores UV/térmicos. El calor acelerará la difusión, evaporación y lixiviación de estas sustancias en el aire, el suelo y el agua.
Para afrontar el reto de la contaminación por plásticos y el cambio climático, Wei y los otros coautores instaron a enfocarse en el ciclo de vida del plástico. Un enfoque que precisamente evitan los lobistas de la industria petroquímica.
Conflicto de interés
Según Andersen, las negociaciones en pro de un tratado de plásticos responden al clamor de la misma gente. “La demanda popular se volvió muy fuerte. Para mí, es el resultado del activismo de una amplia variedad de personas. Y pido a todos esos activistas que mantengan la presión para que el futuro tratado contenga elementos vinculantes y ambiciosos”, dijo.
Sin embargo, la participación en las negociaciones ha sido desbalanceada entre sociedad civil y los lobistas petroleros. Según CIEL, “mientras que la industria tiene acceso a las negociaciones y sus alrededores, los representantes de la sociedad civil luchan por encontrar financiación, conseguir que se aprueben sus visados e, incluso si consiguen llegar a la negociación, su capacidad para hablar no está garantizada”.
“La presencia en la sala de actores responsables de generar esta crisis crea desequilibrios de poder que obstaculizan el progreso”, manifestó Rachel Radvany, también de CIEL.
“Aquí en el INC-4, los grupos de presión de la industria están disfrutando de asientos en las delegaciones estatales, mientras que las comunidades más afectadas por la crisis del plástico luchan por hacer oír su voz. Mientras estamos rodeados de anuncios a favor de los plásticos patrocinados por la industria, los representantes de los Pueblos Indígenas experimentan una falta de acceso, se les da un tiempo extremadamente limitado para hablar y carecen de reconocimiento”, declaró Tori Cress, directora de comunicación de Keepers of the Water y miembro del Caucus de los Pueblos Indígenas.
“Los plásticos han envenenado nuestra agua y lo que le pasa al agua le pasa a la gente. Estos plásticos y sus efectos tóxicos nos afectarán durante generaciones. Se han encontrado plásticos en nuestros alces, alces, ciervos, peces, patos, gansos, plantas y medicinas y en nuestros cuerpos: estamos siendo testigos en tiempo real del círculo tóxico de los plásticos. Ya estamos hartos”, recalcó.
“Seguiremos alzando la voz para pedir el fin de la captura corporativa. Sabemos que hay modelos de conflicto de intereses que funcionan. Tenemos que salvaguardar las negociaciones y dar prioridad a la participación de los pueblos indígenas, las comunidades de primera línea, los científicos independientes y otros titulares de derechos. Nuestros derechos y los de las generaciones futuras dependen de ello”, agregó Radvany.
Un ejemplo de política de conflicto de intereses deviene del artículo 5.3 del Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco, que sirve de cortafuegos para impedir la participación de la industria tabacalera en las negociaciones.
“El artículo 5.3 es un principio fundacional vigente que incluye medidas para evitar conflictos de intereses entre los gobiernos, los organismos de las Naciones Unidas y la industria tabacalera”, explicó Laura Salgado, responsable de campañas del Centro Global para la Buena Gobernanza en el Control del Tabaco (GGTC), miembro de la Alianza Stop Tobacco Pollution (STPA).
Según Salgado, una figura similar podría aplicarse a estas negociaciones y así establecer alcances a la participación de cada actor para evitar una influencia indebida.
El 85% de las personas está de acuerdo con prohibir los plásticos de un solo uso
Una encuesta, respondida por 24.000 personas en 32 países, reveló que el 85% de las personas considera que la prohibición a los plásticos de un solo uso debería estar contemplada en un tratado global para detener la contaminación.
De las más de 430 millones de toneladas de plástico virgen que son producidas cada año, el 60% son productos de un sólo uso. Sólo el 9-10% de este plástico se recicla. De hecho, los plásticos de un sólo uso representan más del 70% de la contaminación por este material en los océanos.
Aparte de prohibir los plásticos de un sólo uso, otras medidas altamente votadas por los encuestados incluyen prohibiciones a productos químicos nocivos utilizados en el plástico (con el apoyo del 90%) y a productos plásticos que no pueden ser reciclados de forma fácil y segura en los países donde se utilizan (87%).
Respecto a temas más específicos, medidas como exigir a los fabricantes que inviertan y proporcionen sistemas de reutilización y de recarga de envases obtuvieron el apoyo del 87% de los encuestados, mientras que el 72% apoyó el establecimiento de garantías para que todos los países accedan a financiación, tecnología y recursos que permitan una transición justa.
La encuesta fue realizada por Ipsos por encargo del World Wild Fund (WWF) y Plastic Free Foundation. En América Latina, se consultó a personas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú.