Al igual que el resto de las regiones en el mundo, Centroamérica evidencia un incremento en su temperatura media, según se desprende del más reciente informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC).
Los científicos han observado tendencias significativas de calentamiento entre 0,2°C y 0,3°C por década en los últimos 30 años y es muy probable que la temperatura siga aumentando incluso a un ritmo superior a la media mundial.
En este sentido, se espera que la región se vuelva más seca debido a una disminución en las precipitaciones y al aumento de la evaporación. Eso proyecta no solo un incremento en la gravedad de las sequías, tanto agrícolas como ecológicas, sino también en su duración.
“La magnitud de los cambios previstos varía en función de los escenarios de emisiones, pero incluso con trayectorias de emisiones bajas, se espera que se produzcan grandes cambios en la sequía y la aridez con consecuencias para la disponibilidad regional de agua”, señalaron los científicos del IPCC.
Estas aseveraciones se desprenden del informe titulado Climate Change 2021: the Physical Science Basis, elaborado por el Grupo de Trabajo I del IPCC y, tal como su nombre lo indica, está centrado en analizar las bases científicas del cambio climático. Este informe constituye la primera entrega del Sexto Informe de Evaluación (AR6, por sus siglas en inglés), cuyo ciclo se completará con la presentación de otros dos reportes en el 2022.
En su análisis, el IPCC ubica el territorio desde la península de Yucatán en México hasta Panamá en la región denominada Centroamérica Sur (SCA, por sus siglas en inglés).
Dentro de esta región, las zonas más al norte vivirán condiciones más cálidas y secas. “Bajo todos los escenarios futuros y niveles de calentamiento global, se espera que las temperaturas medias y extremas sigan aumentando con un mayor calentamiento en las subregiones del norte”, se lee en el documento.
En este sentido, no solo se prevén sequías sino también un incremento en la aridez y los incendios forestales, dada la mayor disponibilidad de materia vegetal seca que funciona como combustible para el fuego.
Además, y según indican los autores, la humedad del suelo en su capa superior (10 cm) muestra un secado más generalizado que la humedad total, lo que denota una mayor sensibilidad de la capa superior a la creciente evaporación. De hecho, se prevé que Centroamérica experimente un descenso significativo de la humedad total del suelo.
Estas condiciones, según el IPCC, tienen y tendrán repercusiones para la agricultura, el agua, la salud y los ecosistemas.
Precipitaciones
Los modelos climáticos también proyectan un aumento en el número de días secos, lo cual puede generar cambios en la precipitación anual en los subtrópicos. Según los autores del IPCC, “es probable que las precipitaciones medias anuales y estivales (verano) disminuyan en todas las subregiones, pero con una gran incertidumbre en cuanto a la cantidad”.
“Estos cambios en los regímenes de precipitación, así como el aumento general de la frecuencia e intensidad de las precipitaciones extremas, contribuyen a un aumento global de la variabilidad de las precipitaciones”, se lee en el informe.
En cuanto a la escorrentía, los científicos manifiestan una confianza media en que la escorrentía mundial aumentará con el calentamiento global, pero con grandes variaciones regionales y estacionales.
“Existe una confianza media en que las inundaciones aumentarán, aunque con una variación considerable según la región geográfica y el tipo de inundación. Estos cambios previstos relacionados con el clima se producirán en el contexto de los cambios de uso y cobertura del suelo provocados por el hombre, que también pueden tener una gran influencia”, apuntaron los autores.
Con las precipitaciones extremas también vienen los deslizamientos. “Varias regiones de América Central, así como Colombia y el sureste de Brasil, se consideran zonas de alta incidencia de deslizamientos mortales observados. En estas zonas, las fluctuaciones de la cantidad de precipitaciones impulsadas por El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) y el cambio climático parecen ser factores clave”, se indica en el reporte.
En cuanto a los ciclones tropicales y las tormentas, se espera que sean más extremos. Según el IPCC, “las proyecciones climáticas indican una disminución de la frecuencia de los ciclones tropicales en Centroamérica, acompañada de un aumento de la frecuencia de los ciclones intensos y un aumento de la velocidad media del viento”.
Vulnerables
La información esbozada por el IPCC encuentra eco en lo dicho recientemente por el Sexto Informe del Estado de la Región. Las inundaciones y deslizamientos, por ejemplo, fueron las amenazas más recurrentes en Centroamérica y República Dominicana en el período 1950-2020, acaparando el 86% de los registros.
Asimismo, a partir de la década de 1990, la cantidad de desastres registrados aumentó con relación a 1950-1990, llegando a su punto más alto en el 2010.
Lo cierto es que el sistema climático está cambiando, tal como lo constata el IPCC, y Centroamérica es sensible a estos cambios. La región también es vulnerable debido a condiciones propias de la gestión del territorio y otras de índole socioeconómico.
Por ejemplo, la mayoría de los territorios críticos a desastres coinciden con zonas de densidad de población media o alta (76 o más habitantes por kilómetro cuadrado), situación que se intensifica en las capitales. A eso se suma un crecimiento urbano desordenado.
La capacidad de lidiar con los impactos que auguran las proyecciones científicas yace en el diseño e implementación de políticas públicas con visión territorial, las cuales prioricen la gestión de riesgo, sobre todo en cuanto a prevención y alerta temprana.
“En una región con grandes carencias y necesidades de inversión en infraestructura pública, residencial y productiva, ello es fundamental para mitigar el riesgo y minimizar las pérdidas humanas, económicas y sociales. Este hecho es en especial relevante a la luz de los escenarios de cambio climático en la región”, se lee en el informe.
Se proyecta que las olas de calor marinas se incrementen en este siglo, tanto en intensidad como en duración. Asimismo, se prevé que aumente la acidificación del océano, incluso a lo largo de las costas.
Con respecto al nivel del mar, es muy probable que aumente y, con ello, se contribuya a mayores inundaciones costeras en las zonas bajas así como al retroceso de la línea de costa a lo largo de la mayoría de las playas arenosas.