Las mejoras en el transporte público, para que este sea más eficiente y bajo en emisiones, no sólo permitirán a los países latinoamericanos descarbonizar sus economías y, con ello, alcanzar sus metas climáticas. En el caso de la región, esas mejoras prevendrían 22.500 muertes anuales debido a enfermedades causadas por la exposición a aire contaminado y 20.000 muertes anuales debido a accidentes de tránsito. Y sí, esa transformación permitirá reducir 110 mega toneladas de carbono equivalente (MtCO2e) en 2030.
Este es tan solo uno de muchos ejemplos en los que la acción climática se perfila como una oportunidad para alcanzar el bienestar. No obstante, se requiere cambiar la narrativa.
“Ver la transición energética, por ejemplo, solo como reducción de emisiones ha limitado progresar en la acción, sobre todo en el sur global”, comentó Gustavo De Vivero, analista de políticas climáticas y energéticas del NewClimate Institute, quien añadió: “se ha tratado de imponer una narrativa que no es nuestra, que no encaja con nuestro contexto”.
Si bien todos los países deben reducir emisiones, lo cierto es que el aporte de las naciones latinoamericanas no es tan significativo como sí lo es la huella de carbono de Estados Unidos, China, Rusia, Alemania, Japón, Reino Unido e India (los siete mayores emisores a nivel mundial).
“Lo que propongo es hacer un cambio de narrativa y entender las razones por las que el sur global tendría que reducir emisiones. La acción climática en el sur global tiene que ver con el desarrollo, con tener aire más limpio, con conservar la biodiversidad, con garantizar la seguridad energética y crear oportunidades de empleo. Es un tema mucho más complejo que necesita una apropiación desde nuestro contexto y nuestra propia narrativa, porque eso es lo que lleva a la acción”, dijo De Vivero.
“Llevamos 30 años hablando de cambio climático y no ha pasado mucho. Creo que una de las principales razones es porque no nos hemos apropiado del tema a partir de nuestras narrativas y, cuando lo hagamos, las soluciones se van a encaminar solas”, continuó.
Hablando precisamente de narrativas, ¿cuán importante es que las soluciones se originen propiamente en los países de América Latina en pro de lograr una identificación?
—Muy importante. La identificación que pueda tener Costa Rica y Colombia, por ejemplo, siempre va a ser más cercana a la que estas naciones podrían tener con un país europeo. Debido a que tenemos contextos muy parecidos, se pueden compartir soluciones.
Nos tenemos que entender como región, más que como países individuales. Si bien la acción es local, tenemos que pensar globalmente y aprender los unos de los otros. Medellín es un buen ejemplo para el sur global. Es una ciudad que se transformó completamente y, aunque aún tiene camino por recorrer, presenta soluciones que son posibles y replicables en otros países. Costa Rica es otro buen ejemplo en conservación de la biodiversidad.
Es importante visibilizar lo que se está haciendo, porque podemos aprender de ello.
Otra narrativa que podría ser pertinente para América Latina es que la acción climática es una buena inversión. Hay ejemplos de empresas que, al realizar sus inventarios de emisiones, lograron optimizar procesos y estos derivaron en ahorros en costos de producción.
—Ese es un excelente ejemplo. Existen casos en que el desarrollo del potencial solar no se hizo solo por reducir emisiones, sino que trajo beneficios de crecimiento económico.
Ese es el cambio de narrativa que tenemos que hacer. Tenemos que entender que estamos hablando de desarrollo y bienestar, no solo estamos hablando de cambio climático.
Hay mucho potencial y el mundo está encaminado en esa dirección: cada vez hay más inversiones y desarrollo tecnológico. Y entre más rápido hagamos la transición, mejor preparados vamos a estar. Entre más nos demoremos, más tiempo y plata se desperdicia; y después nos va a costar más acoplarnos a los requerimientos que demandará el futuro.
¿Cómo trascender la narrativa enfocada en reducción de emisiones?
—Hay que entender que el desarrollo de las energías limpias y renovables no trata nada más de reducir emisiones, son oportunidades que se nos presentan, es creación de puestos de trabajo, es crecimiento económico, es salvaguardar la seguridad energética.
La acción climática nos vuelve más resilientes para el futuro y, al final, el cobeneficio es estupendo, porque estamos reduciendo emisiones y haciendo frente al cambio climático.
No hay que escoger entre cambio climático y desarrollo. Los dos van juntos. Es una relación ganar-ganar.
¿Cómo influye el cambio de narrativa a nivel de políticas?
—El cambio de narrativa vendría a facilitar las decisiones políticas que son necesarias para hacer la transición. Cada vez, las decisiones políticas van a ser más difíciles y, cada vez, habrá menos tiempo para reaccionar.
Si la sociedad no se apropia del tema y no entiende cuáles son los beneficios, se va a generar inestabilidad política y se darán cambios de posiciones, lo que nos pondrá en un lugar que no será sostenible en el futuro.
¿Todo esto que estamos hablando pasa por romper la narrativa colonialista? Lo pregunto en el sentido de que muchos países esperan que les digan qué hacer, en vez de proponer.
—Totalmente y es un problema que va en doble vía. En el caso del norte global, los países desarrollados tratan de imponer una narrativa, que definieron como la solución y promueven que todos la apliquen. Es su forma de empujar el tema.
Pero, a la vez, nosotros en el sur global tenemos que entender e identificar nuestras propias identidades y contextos. Y, a partir de ellos, generar soluciones.
No se trata solamente de mirar hacia afuera en busca de respuestas, porque probablemente esas soluciones no son aplicables a nuestra realidad. Por ejemplo: ahora mismo en Europa se está hablando de descarbonizar los edificios. El caso en América Latina es aún más grave, porque tenemos un gran problema de acceso a la vivienda digna.
De allí la importancia de que las soluciones vengan desde lo local. Ya lo hemos hecho, y hemos aprendido de ello (Costa Rica con los servicios ambientales, por ejemplo).
Si bien el problema es global, las soluciones y su implementación son finalmente locales. Y ahí es donde tenemos que apropiarnos de nuestra identidad, entendernos dentro de nuestras realidades, tanto en las problemáticas como en las soluciones.