“En el 2017 estuvo lo de Nate. Fue lo peor que he visto yo. Nunca he visto yo una cosa peor que esa. Eran vientos que hasta los árboles de guaba se los llevaba. Incluso arrancaba las matas de café. Y el café ni hablar: hasta daba tristeza ver todo el café botado en el suelo”.

Desde su finca en Piedades Norte de San Ramón, el agricultor Vinicio Chaves confiesa que, cuando empezó a trabajar en el campo hace 30 años, jamás pensó en asegurar su cosecha de café. Ahora cuenta otra historia.

A diferencia de años anteriores, Chaves no perdió dinero cuando pasó Nate en 2017. Un seguro agrícola del Instituto Nacional de Seguros (INS) le compensó las pérdidas que sufrió y ahora dice que no se arriesgaría a pasar otra cosecha sin seguro.

“(Antes) cuando llegaba un huracán pasaba lo que Dios quisiera mandarnos. Uno quedaba solo en las manos de Dios”, señala el productor. Ahora, los inspectores del seguro cuantifican los daños, estiman un monto perdido y lo compensan.

Sin embargo, a diferencia de él, la gran mayoría de los agricultores del país continúa “en manos de Dios” ante eventos hidrometeorológicos extremos, ya que nunca han contado con un seguro agrícola. Esto los deja vulnerables ante eventos climáticos como tormentas y sequías –que el cambio climático podría agravar–, lo que implica para el Estado más gastos por atención de emergencias.

En solo tres días en octubre de 2017, Nate provocó pérdidas agrícolas de cerca de ¢26.500 millones, según un informe de la Secretaría Ejecutiva de Planificación Sectorial Agropecuaria.

Las tierras con seguro agrícola nunca han superado el 2% de la superficie cultivada del país. Ese punto máximo ocurrió en el 2015, el año en que hubo una mayor superficie asegurada, según datos suministrados por el INS a Ojo al Clima (ver gráfico: Superficie con cultivos agrícolas en Costa Rica). La mayoría de las tierras aseguradas se concentran solo en arroz.

Ese año, solo 11.500 hectáreas estuvieron protegidas por el seguro agrícola, mientras que la superficie cultivada del país rondaba las 472.000 hectáreas. En los años posteriores el porcentaje fue menor.

Al final, quien asume la mayoría de las pérdidas es el Estado, a través de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE). Pero conforme los eventos extremos se hacen más frecuentes –y con ellos las pérdidas– este modelo se va volviendo cada vez menos viable para las finanzas del Gobierno. Por esto, se hace importante que los seguros crezcan.

El paquete de seguros del INS fue lanzado en el 2015 con la intención de proteger a los agricultores de eventos extremos como huracanes, sequías e inundaciones.

“Ahora tenemos un esquema (de seguros) donde se asegura la cosecha, la planta y la capacidad productiva de la planta”, explicó Karla Huezo, encargada del programa de Seguros Agrícolas y Pecuarios del INS.

Por ejemplo, en 2017, año de la tormenta Nate, el INS pagó ₡161 mil millones en reclamos de agricultores que perdieron sus cosechas y las tenían aseguradas bajo este esquema.

No obstante, para que los agricultores no bajen la guardia, el INS ofrece descuentos a los que apliquen medidas de sostenibilidad en sus fincas como proteger nacientes de agua y no deforestar.

A pesar de ser un programa innovador en la región centroamericana, el seguro continúa con una cobertura pequeña y está dominado por productores de arroz. Apenas una fracción mínima de cultivos clave como piña y café han firmado pólizas.

De hecho, en el 2016 –último año en el que el MAG publica registros de área cultivada– este seguro cubrió un 16% de todas las tierras de arroz. En contraste, el café tuvo apenas una cobertura del 1% de las tierras cultivadas y la piña un 0,5%.

Distribución de las tierras agrícolas con seguro y sin asegurar en el año 2015.

Baja cobertura

Huezo, quien coordina el programa de Seguros Agrícolas y Pecuarios del INS, admitió que la cobertura de los seguros no ha crecido tanto como les gustaría y aseguró que ponen sus esfuerzos en que aumente.

El INS no ha logrado que la mayoría de los productores conozcan los beneficios del seguro, según cuenta Daniela Guevara, economista agrícola de la Unidad de Seguros Agrícolas y Pecuarios del INS.

“Creo que nos falta más coordinación con el sector cooperativo y llegar más a los productores pequeños que están asociados. Nos falta bastante camino para promocionar este seguro”, señaló Guevara.

También hay un problema de percepción de riesgo por parte de los productores de café, quienes deben elegir entre invertir un monto pequeño pero fijo en un seguro de cosechas o “jugársela” y enfrentar a una pérdida mayor, pero incierta.

Los seguros agropecuarios del INS compensan a los agricultores por bajas en el rendimiento de sus fincas provocadas por eventos climáticos extremos.(Créditos: Miriet Ábrego)

La directora ejecutiva del Instituto del Café de Costa Rica (Icafé), Xinia Chaves, aseguró que aunque tradicionalmente los cafetaleros ven el seguro como un gasto innecesario el cambio climático los ha forzado a comenzar a difundirlos.

“Nos dimos cuenta de que la gente que se veía afectada (por eventos extremos) en regiones como Pérez Zeledón o Coto Brus perdían sus plantaciones y volvían a renovar con materiales (variedades de café) totalmente sensibles (a impactos del cambio climático). Ellos asumían un riesgo financiero de un impacto muy grande”, explicó Chaves.

El Icafé, por ejemplo, ha realizado actividades de difusión con expertos extranjeros en el tema de seguros. Sin embargo, según confiesa Chaves, se han quedado cortos para formar una cultura de aseguramiento.

Actualmente, el que termina pagando gran parte de las pérdidas es el Estado. Entre el 2001 y el 2012, por ejemplo, los desastres le costaron más de $100 millones al agro, según un informe del MAG y el Ministerio de Planificación.

En contraste, esta es una cifra significativamente mayor a todo el presupuesto del MAG del 2019 y, según el mismo informe, la mayoría lo terminó cubriendo el Gobierno a través de la CNE.

Esto no sería viable a largo plazo, cuando los desastres se hagan más frecuentes, de acuerdo con un estudio del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie).

El estudio señala que, en un escenario de cambio climático, el riesgo se vuelve constante, por lo que las pérdidas en la agricultura podrían superar “fácilmente” el presupuesto estatal para recuperarse de la emergencia.

Según explica el economista Francisco Alpízar, uno de los autores del estudio, actualmente el modelo está funcionando como un “Estado chineador” y asegura que, mientras se mantengan esos subsidios, los seguros seguirán estancados.

“Mientras el Estado diga ‘yo los voy a proteger‘ nadie va a tomar seguro. Basta con que el Estado muestre una mano temblorosa para que se dispare la demanda. Con que diga ‘puedo proteger a unos cuantos pero no sé cuáles’, ya muestra la mano temblorosa”, explicó Alpízar, quien no aboga por reducir el presupuesto para emergencias, sino en dar señales a los productores de que los seguros son necesarios.

Los seguros podrían solventar este problema, ya que bajo la modalidad actual del INS los propios productores son los que se financian las pérdidas. No obstante, según indica, “aquí en Costa Rica no se asegura nadie”. Las finanzas del Gobierno, de momento, seguirían bajo presión.

Fincas resistentes

De acuerdo con Chaves, asegurar su finca –de unas 15 hectáreas– no fue demasiado complejo. “No hubo demasiado papeleo”, señala.

Más bien él tuvo la opción de aplicar “medidas verdes” en su finca y con esto acceder a un descuento que otorga el INS a fincas con buenas prácticas, que puede llegar hasta a un 15% de la prima. La lógica de este descuento es que las fincas más resistentes al cambio climático son menos propensas a pérdidas.

“Estos cafetales los tengo certificados. Si usted ve aquí cuidamos las aguas, cuidamos la erosión y la basura. Para los recolectores tenemos que tener casitas en buen estado”, explicó.

Los productores deben cumplir con ciertas condiciones básicas para acceder al seguro como saber cuánto ha producido la finca en los últimos cinco años, tener buenas condiciones para el cultivo y no estar sometidos a “riesgos inevitables”.

De acuerdo con este productor, el costo fue “lo normal” y tanto él como Guevara, del INS, dijeron que es un seguro “accesible” para los agricultores de pequeña escala.

De hecho, cuando impactó la tormenta tropical Nate y Chaves tuvo que hacer su primer reclamo del seguro, el trámite fue sencillo.

“No tuve ningún problema en que me reconocieran la pérdida. Más o menos se calcula por hectárea cuánto se pudo haber perdido, le hacen un promedio y le pagan el precio de la fanega” explicó el agricultor.

Vinicio Chaves se prepara para la última parte de la cosecha de café en Piedades Norte de San Ramón. Para abril espera tener todo el café recolectado y para mayo espera estar comprando un nuevo seguro climático.(Créditos: Miriet Ábrego)

Arroz sigue acaparando

Hasta hace poco, los caficultores como Chaves no habrían podido tener este seguro. Por más de 30 años, el arroz era el único cultivo con un seguro agrícola del INS (ver cuadro).

En el 2015 se renovó el seguro agrícola para incluir más cultivos y cálculos que tomaran en cuenta el cambio climático, pero el acaparamiento arrocero persiste.

De acuerdo con Guevara, la economista del INS, a la institución le ha costado expandirse a otros cultivos, ya que muchos productores incluso piensan que el seguro todavía es exclusivo para el arroz.

El dominio de este cultivo queda claro: un 76% de toda el área cubierta por los seguros entre el 2015 y 2018 es de arroz y un 59% del monto total asegurado en esos años se ha ido al arroz.

“Se ha visto un incremento en lo que es la diversificación de cultivos. Antes solo estaba enfocado en lo que era arroz y ahora la cartera está más variada en lo que es piña, café y melón”, aseguró la economista agrícola.

Si se toman solo los datos del 2018, hay un cambio: la piña y el café comienzan a tomar un papel mucho más importante entre todos los montos asegurados ese año, con un 26% y 9% respectivamente.

Incluso, el café pasó de representar un 4% del total de pólizas otorgadas en el 2015 a alcanzar un 52% en el 2018 (aunque todavía son minoría en cantidad de hectáreas). Esto en gran parte gracias a esquemas de crédito con Banca para el Desarrollo, que ayudan a los pequeños productores.

A pesar de que son más pólizas para el café, los contratos son más pequeños: el arroz sigue representando un 60% de los montos asegurados y continúa superando los ₡8 mil millones asegurados. Es decir, sigue acaparando el dinero.

Un experimento en la región

Los seguros agrícolas como el del INS en realidad son poco comunes en la región centroamericana, según explicó Marco Núñez, investigador del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en el tema de seguros.

“Si bien los Gobiernos han realizado esfuerzos, las hectáreas con cobertura de seguros agropecuarios son insuficientes (en América Central)”, indicó el investigador a Ojo al Clima.

Según un reporte de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) del 2013, a pesar de que la frecuencia de desastres en Centroamérica se ha triplicado en los últimos 30 años, la penetración de seguros agrícolas no superaba el 1% en ese momento.

De acuerdo con Núñez, los seguros agrícolas se han estancado tanto por causa de las aseguradoras –quienes no lo encuentran rentable– como de los productores, quienes lo ven como un costo innecesario.

El INS sostiene que muchas aseguradoras privadas se alejan de estos seguros porque la logística es mucha y la ganancia nula. “Es un seguro al costo. No tiene utilidades para el INS”, dijo Guevara.

La institución, más bien, lo ve como un servicio social, según dijo su director Elian Villegas en una conferencia de prensa en enero.

La propia Huezo, quien coordina los seguros, admite que les “ha faltado experiencia” y que, más bien, han intentado capacitarse en países fuera de Centroamérica como México y Colombia.

Otra modalidad que, según Alpízar, del Catie, podría beneficiar al país, pero no se aplica, es la de seguros indexados. En este esquema, el seguro solo cubre a los productores si el evento es clasificado como “fuera de lo normal”.

Es decir, si hubo lluvias “más fuertes de lo normal”, se pueden hacer reclamos al seguro, pero si no las pérdidas son vistas como descuidos del agricultor. Esto evita que los productores bajen la guardia y comiencen a tener pérdidas para reclamar el seguro.

Esta modalidad, sin embargo, no se aplica y no está contemplada para el país todavía. Por ahora, según Huezo, el INS camina lentamente –tal vez demasiado– hacia aumentar la cobertura de los seguros agrícolas y llegar a más cultivos.

Chaves, por su parte, es un ejemplo de esos pequeños pasos hacia diversificar el seguro. Hoy él se alista para la parte final de la cosecha. Una buena parte de las plantas ya están “peladas”, sin café.

Para abril, según cuenta el productor, ya habrá finalizado de recoger y, para mayo, ya estará asegurándose nuevamente.

Vinicio Chaves se prepara para la última parte de la cosecha de café. Para el mes de mayo, espera estar asegurando su finca nuevamente.(Créditos: Sebastián Rodríguez)

¿Cómo funcionan los seguros contra el cambio climático?

Para agricultores como Chaves este seguro es reciente. Sin embargo, el concepto de un seguro agrícola contra las condiciones climáticas ha existido en Costa Rica desde hace más de 30 años, pero con un funcionamiento distinto. Antes de ser relanzado en el 2015, este seguro estaba completamente restringido a la producción de arroz y era llamado “seguro de cosechas”.

Según Karla Huezo, jefa de la Unidad de Seguros Agrícolas y Pecuarios del Instituto Nacional de Seguros (INS), este era un seguro con solo una modalidad de aseguramiento y muchas limitaciones.

Es por esto que en el 2015 el seguro cambió de nombre; se abrió a más cultivos y se incluyeron más formas de asegurar al productor: una renovación completa. Una de las características principales de este nuevo seguro agrícola es que cubre a los agricultores de tres posibles formas.

La primera modalidad los protege de una baja en la producción causada por un evento extremo; por ejemplo, una sequía que disminuya la cantidad de café producida.

Otra posible modalidad cubre a las plantas que hayan muerto por causa de un evento extremo: por ejemplo, las matas de café que “salían volando” durante el temporal Nate.

Finalmente, la tercera opción los protege contra daños físicos que pueda sufrir la planta por causa de uno de estos eventos. Por ejemplo, vientos huracanados que puedan dañar al cultivo de alguna forma.

Además, según Huezo, el INS también buscó incorporar la variable del cambio climático en estos seguros, ya que este fenómeno podría aumentar el riesgo para los productores.

“Por ejemplo, el café resiste hasta una cierta temperatura. En exceso de esa temperatura ya tendríamos un daño irreversible. Ese es un ejemplo de la información que ahora tenemos”, explicó la jefa de la Unidad de Seguros Agrícolas.

Luego de los primeros tres años, el INS inauguró en Enero dos nuevos seguros contra los impactos del cambio climático: el seguro avícola, protegiendo en su mayoría a granjas de pollo, y el acuícola, enfocado en tilapia.

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