Las aguas de la costa de Guanacaste, del Parque Nacional Marino Ballena y de playa Dominical son el escenario de la mayor desaparición de corales en Costa Rica en la última década.

Las zonas, algunas de poca protección ambiental y otras de alta afluencia de turistas, muestran menor resistencia a los fenómenos del blanqueamiento y de mortalidad de los corales, en comparación con otras donde hay mayores políticas de conservación.

Así se desprende de un reciente estudio del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) de la Universidad de Costa Rica (UCR), que encontró tendencias que correlacionan la protección ambiental y el bajo impacto antrópico (de los humanos) con la resiliencia (capacidad que tienen los seres vivos para superar circunstancias traumática) de los arrecifes coralinos.

El estudio también encontró una alta resiliencia de los corales de la Isla del Coco o Golfo Dulce, algunos de los hogares coralinos más importantes del país.

Mortalidad varía por zonas

La investigación del Cimar analiza más de veinte sitios en el Pacífico desde hace más de una década, con el objetivo de observar cómo reaccionan los corales a fenómenos, como El Niño, que generan un aumento importante en la temperatura del mar.

Ese aumento provoca la expulsión de las zooxantelas, organismos vitales para la supervivencia de los corales. Cuando un coral las pierde, “se blanquea” y, si el fenómeno persiste por varias semanas, puede morir.

Las mediciones, por ejemplo, permitieron ver el efecto del “Niño Godzilla”, que aumentó las temperaturas de las aguas durante el 2014 y 2015, y generó altísimos blanqueamientos de corales en todo el globo.

Antes del reciente fenómeno del Niño, las zonas localizadas en el Área de Conservación de Osa, al sur del país, mostraban coberturas promedio de hasta un 20%. Tras su paso, la proporción bajó a un 8%.

Algo aún más grave sucedió con los sitios explorados en Guanacaste, que durante los años noventa alcanzaban coberturas de hasta el 80% y que hoy representan solo una décima parte de lo que había antes.

Sin embargo, la historia es distinta para cada uno de los sitios explorados. Sorprendentemente, los corales de la Isla del Coco sufrieron fuertes blanqueamientos, pero lograron recuperarse e, incluso, aumentaron su cobertura.

Así, la Isla del Coco pasó de tener coberturas cercanas al 10% a cuadruplicarlas, por lo que volvió a las áreas reportadas hacia finales de los ochentas.

“El sistema es muy resiliente, especialmente porque no tiene presiones antrópicas.  La ventaja de la Isla del Coco es justamente esa”, agregó Juan José Alvarado, uno de investigadores del Cimar y encargado del estudio.

Algo similar sucedió en Golfo Dulce, donde, aunque el fenómeno del Niño disminuyó la cobertura de corales, su impacto no fue tan severo.

¿Sinónimo de regeneración?

Para Alvarado, la correlación entre protección marina y la capacidad de regeneración de los corales es vital.

De hecho, a partir de los datos de varias zonas del Pacífico Sur, el Cimar detectó que la cobertura coralina en las áreas no protegidas alcanzaba máximos de hasta un 20%. En áreas marinas protegidas esa área máxima podía duplicarse, y en áreas marinas de pesca responsable (como Golfo Dulce) esa proporción se triplicaba.

“Pensamos que el efecto del fenómeno del niño se intensifica donde la presión antrópica es más fuerte”, explicó Alvarado.

En las zonas como el Parque Marino Ballena, por ejemplo, el impacto de la sedimentación y la alta afluencia de turistas (lo visitan más de 160 mil personas por año) podría estar pasando factura sobre los corales.

"Las colonias que tenemos, especialmente por la cola de la ballena, han presentado el fenómeno del blanqueamiento, en el cual los corales pierden su coloración.”, señaló José David Palacios, biólogo de la Fundación Keto, una organización enfocada en la conservación de los recursos marinos y costeros.

Guanacaste ve morir sus corales

Por eso, los científicos del Cimar encienden sus alarmas por lo que sucede, especialmente, en Guanacaste.

“Situándolo en términos de presión antrópica Guanacaste sería el sitio número uno” resumió Alvarado, del Cimar. “Las descargas residuales, la falta de plantas de tratamiento o las aguas de escorrentía, tienen un impacto importante. Las zonas protegidas en Guanacaste están enfocadas en tortugas, en playas, que está muy bien, pero las zonas de corales no están protegidas”, agregó.

La cobertura máxima en esos sitios hoy representa menos de un 10%, cuando antes se encontraban zonas donde esa proporción podía multiplicarse hasta ocho veces. Para el biólogo, si la tendencia persiste, Guanacaste podría quedarse sin corales en pocos años.

“La Isla del Coco, donde casi no viven personas, tardó en recuperarse casi 25 o 30 años para alcanzar la cobertura que tuvo en los años setentas y ochentas (a inicios de los ochentas hubo un fuerte blanqueamiento en la Isla). Un lugar como Guanacaste, que tiene todas esas presiones, además de todo el impacto antrópico, es difícil que lo logre en ese tiempo”, concluyó Alvarado.

Un reciente estudio publicado por la revista Science encontró que los eventos de blanqueamiento son hoy cinco veces más frecuentes que en 1980. Según la investigación, para el año 1980 estos eventos solían suceder una vez cada 25 o 30 años. Ahora, en promedio suceden cada seis años.

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