Para los habitantes de La Mosquitia, una región ubicada en la costa Caribe de Honduras, el riesgo de inundación se hizo muy alto en muy poco tiempo. Lo extraño es que esta región, al estar rodeada de bosque primario, no debería tener estos problemas.

“Cuando me fui a ver lo que sucedía (con las inundaciones) encontré potreros nuevos muy extensivos, muchos edificios con mucha seguridad y ranchos muy grandes metidos en los grandes bosques”, relató el científico estadounidense David Wrathal, quien vivió en la región entre 2004 y 2010.

Ciertamente algo había cambiado. La Mosquitia, es hoy uno de los cinco puntos calientes en Centroamérica de lo que se conoce como narco-deforestación: la pérdida de bosque por actividades relacionadas al narcotráfico.

Así lo explicó Wrathal junto a los científicos Bernardo Aguilar, director de Fundación Neotrópica, y Jennifer Devine, de la Universidad Estatal de Texas, cuando presentaron preliminarmente una investigación conjunta sobre el tema este miércoles 16 de mayo en la Universidad de Costa Rica.

Según el geógrafo estadounidense, el fenómeno afectaría la resiliencia a desastres naturales de las comunidades aledañas a los bosques, ya que funcionan como “escudos” contra eventos extremos.

Foto de Narcopista en el departamento de Olancho, Honduras(Créditos: Kendra McScweeney)

Además, según indicó, la vulnerabilidad a desastres aumentaría aún más cuando los narcotraficantes comienzan a acaparar la tierra.

“En el caso de estas comunidades, su tierra está tomada por narcotraficantes. No tienen espacio para crecer. Todas sus actividades, sus casas, sus carreteras y su uso de la tierra están confinadas a un espacio pequeño. Si hay una inundación, ¡bam! no tienen resiliencia”, indicó Wrathal a Ojo al Clima.

Según un estudio publicado en la revista Environmental Research Letters, el tráfico de cocaína podría ser responsable de cerca de 30% de la deforestación de Centroamérica.

“El tráfico de drogas se ha convertido en un causante de la deforestación en la región debido a que se han establecido rutas de transporte a través de la región centroamericana”, aseguró Aguilar.

“En el caso de estas comunidades, su tierra está tomada por narcotraficantes. No tienen espacio para crecer. Todas sus actividades, sus casas, sus carreteras y su uso de la tierra están confinadas a un espacio pequeño. Si hay una inundación, ¡bam! no tienen resiliencia”

Otro estudio publicado en la revista Science explica que existe una correlación entre la cantidad de deforestación y el número de movimientos de cocaína por año en la región.

Tomado de estudio "<a href="http://science.sciencemag.org/content/343/6170/489.full">Drug Policy as Conservation Policy: Narco-Deforestation</a>"(Créditos: Drug Policy as Conservation Policy: Narco-Deforestation )

Esta investigación, además, indica que los narcotraficantes cortan el bosque para crear pistas de aterrizaje para avionetas, construir caminos clandestinos y lavar dinero en fincas ganaderas.

“Los narcos están lavando cantidades enormes de dinero a través de la ganadería, que es una industria no muy bien regulada en Centroamérica”, explicó la geógrafa de la Universidad Estatal de Texas, Jennifer Devine.

Los principales puntos de narco-deforestación en Centroamérica serían la Reserva de la Biosfera Maya (Guatemala) y La Mosquitia (frontera entre Honduras y Nicaragua). En menor medida también están la región de Jiquilisco (El Salvador), la región de Osa (Costa Rica) y la reserva del Darién (Panamá).

Centroamérica, a pesar de abarcar solo un 2% del territorio del mundo, es hogar para un 12% de la diversidad biológica del planeta.

Gobernanza como solución

En todos los países de Centroamérica, se invierte más dinero en combatir al narcotráfico con rifles que con gobernanza. No obstante, según el reciente estudio, las armas no podrían no ser la solución completa.

“El narcotráfico se aprovecha de los modelos verticales de la gobernanza ambiental. Especialmente en países que tienen instituciones públicas débiles como Guatemala y Honduras”, aseguró Devine.

Según la investigadora, apostar solo por políticas públicas de “guerra contra las drogas” podría tener resultados adversos para los bosques de la región y, como consecuencia, en las comunidades cercanas a ellos.

Para Devine, la solución se ve muy parecido a lo que sucede al este de la Reserva de la Biosfera Maya, en donde los habitantes autóctonos del bosque (en su mayoría indígenas) han tomado la gobernanza de los recursos de la zona.

“Las comunidades establecieron 12 concesiones forestales y, durante los últimos 20 años, los concesionarios han cuidado el bosque, gestionado los recursos conforme a la ley y han denunciado actividades ilícitas en sus áreas”, indicó.

Según la científica, la gobernanza participativa es una forma de manejar el bosque con justicia social y le da herramientas a las comunidades para defenderse de las actividades extractivas del narcotráfico en su territorio.

Esta iniciativa no solo ha sido exitosa en la conservación del bosque sino que ha disminuido la pobreza en sus comunidades “de una manera impactante”, aseguró Devine.

No obstante, actualmente este tipo de acciones reciben poco financiamiento comparado al financiamiento que se le otorga a los ejércitos centroamericanos para combatir al narco.

Según el informe del Estado de la Región, los ejércitos de Honduras, Guatemala y El Salvador duplicaron su cantidad de soldados entre el 2008 y el 2014 para combatir al narcotráfico.

Devine aseguró que es hora de que los gobiernos de la región vean a sus políticas de combate contra el narcotráfico desde otras perspectivas.

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