El 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, marcó el inicio del Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de Ecosistemas, el cual busca incrementar -a gran escala- la restauración de los ecosistemas degradados para luchar contra el cambio climático y mejorar la seguridad alimentaria, el suministro de agua y la biodiversidad.

"Restaurar la tierra puede brindarnos una mejor seguridad alimentaria y asegurarnos acceso al agua, una reducción de las emisiones de carbono y una calidad del aire saludable. Invertir en tierras saludables para impulsar una recuperación ecológica es una decisión económica inteligente”. Ibrahim Thiaw, Secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación.

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la humanidad ha alterado el 75% de la superficie terrestre y ha empujado a la flora y a la fauna silvestre a rincones del planeta cada vez más pequeños.

De esta forma, además de devolverle su espacio a las especies, la restauración de ecosistemas podría eliminar hasta 26 gigatoneladas de gases de efecto invernadero de la atmósfera; Costa Rica ya se encuentra trabajando en ello.

Al respecto, Carlos Manuel Rodríguez, director del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y exministro de Ambiente, recalcó que es necesario reubicar el carbono que se encuentra en la atmósfera, y el mejor lugar para hacerlo son los bosques.

Metas a 10 años

Mario Coto, director técnico del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC), afirmó que las investigaciones indican que alrededor de 2.000 millones de hectáreas de paisajes forestales y degradados, en todo el mundo, cuentan con el potencial para la restauración.

De hecho, y en el marco específico del Decenio de la Restauración de Ecosistemas, Costa Rica se comprometió en aportar un millón de hectáreas, las cuales, según Coto, se espera rebasar.

El país ya ha venido dando pasos en el tema con restauraciones que abarcan entre 800.000 y 900.000 hectáreas, según Rodríguez. Estas van desde paisajes marinos costeros, pasando por paisajes agropecuarios hasta paisajes urbanos.

“Hay ecosistemas que nunca se debieron asignar para actividades productivas, principalmente del sector agropecuario, debido a que los suelos no tienen la capacidad para producir agricultura o ganadería”, señaló Rodríguez durante su intervención en el webinar organizado por el Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) en el marco del Día Mundial del Ambiente (5 de junio).

Los manglares se relacionan con la estabilidad de los medios de vida de las poblaciones marino-costeras, ya que son recursos de provisión de alimentos y pesquerías. (Foto: Michelle Soto).

Déficit de lluvia y manglares

El cambio climático trae consigo una serie de variaciones en las precipitaciones. Según Claudia Agraz, investigadora de la Universidad Autónoma de Campeche (UAC), el déficit de la precipitación hace que -desde la cuenca alta hasta la cuenca baja- disminuya el agua que llega a los manglares y a los pastos marinos.

La fenología es la relación entre factores climáticos y los ciclos en los seres vivos. En este sentido, el déficit hídrico genera problemas con la reproducción fenológica.  En el caso de los manglares, se producen dificultades con la cantidad de propágulos que se generan.

Un propágulo es una estructura de propagación de la cual puede originarse un nuevo individuo, y generalmente es producido por plantas, hongos, bacterias. Por esta razón, su presencia es fundamental en la restauración.

Según Agraz, al disminuirse la reproducción fenológica, se disminuye la regeneración natural de los bosques y, por ende, estos se irán perdiendo.

“Con el tiempo no vamos a poder tener o mantener los ecosistemas, debido a que no hay esa regeneración natural por la falta de agua, porque los árboles están estresados por esos cambios ambientales y solo están manteniéndose y no reproduciéndose”, comentó la investigadora.

Según Jacklyn Rivera, coordinadora del Programa Nacional de Humedales del SINAC, Costa Rica ha iniciado un proceso nacional para la restauración de ecosistemas de humedales y, en los últimos años, se ha integrado la restauración de manglares.

“Once servicios ecosistémicos que proveen los manglares en Costa Rica están valorados en $812 millones al año, en promedio. Si no tuviéramos estos ecosistemas en su estado natural, perderíamos o tendríamos que invertir esa cantidad de dinero en generarle a las comunidades y a la ciudadanía en general esos servicios ecosistémicos”, destacó Rivera.

Los manglares son uno de los ecosistemas más estudiados en el Golfo de Nicoya. Por esta razón, el país decidió que este es un lugar prioritario para comenzar la restauración, sin dejar de lado otros ecosistemas.

Un ejemplo de ello tiene lugar en el Humedal Estero Puntarenas, el cual es un nuevo proyecto que busca restaurar más de 300 hectáreas que han sido degradadas por actividades agrícolas en esta región. El principal objetivo del proyecto es detener la degradación del ecosistema para evitar que el daño se siga expandiendo, y así empezar a reconstruir y restaurar las zonas afectadas.

Según Rivera, la restauración se centra, principalmente, en dos sectores: la desembocadura del río Aranjuez y la del río Seco. Justo en la desembocadura del río Aranjuez hay una acumulación de sedimentos y de árboles muertos, lo cual causa un “tapón” que afecta el flujo hídrico. Rivera afirmó que esta zona será de las primeras en ser atendidas debido a su condición.

El protocolo de restauración técnica que guiará los procesos ya se encuentra listo para ser ejecutado. Si bien, por la pandemia de la COVID-19 hubo distintos retrasos, se espera iniciar en las próximas semanas con los procesos, afirmó Rivera.

Uno de los resultados del proyecto piloto que se ejecutó en el marco del NAMA Ganadería fue un aumento de la rentabilidad de las fincas participantes en alrededor del 26%. (Foto: Alonso Tenorio / imagenesencostarica.com).

Bosques y ganadería

El árbol en la ganadería contribuye a la optimización del microclima para los animales, según Brian Finnegan, ecólogo con experiencia internacional y líder del Programa de Producción y Conservación de Bosques del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE).

Para Finnegan, el árbol también aporta a la conservación de la biodiversidad del paisaje al proveer la conectividad ecológica para el movimiento de organismos silvestres. Además, los árboles abren espacios para agentes de polinización que son fundamentales en los paisajes.

Ante esto, Luis Diego Obando -director ejecutivo de la Corporación Ganadera Nacional (Corfoga)- comentó que las zonas ganaderas en el país abarcan 1,1 millones de hectáreas. Afirmó que, aproximadamente, un 22% del área de fincas dedicadas a la ganadería tienen bosques.

El sector ganadero es uno de los que maneja más bosques privados en Costa Rica y, según Obando, esto ha sido así por decisión de las personas ganaderas.

“Estamos en un compromiso de restaurar el paisaje productivo ganadero por medio del árbol y de sistemas de producción adecuados”, indicó Obando, quien agregó que es de interés de las personas ganaderas mantener las zonas boscosas y restaurarlas, ya que estas ayudan a mitigar el estrés calórico del animal, entre otros beneficios.

Actualmente, se trabaja en una estrategia nacional que busca aumentar la captura de carbono, así como una mayor rentabilidad y productividad con menos emisiones.

Los parques urbanos constituyen la infraestructura verde con que cuenta una ciudad. (Foto: Lenín Corrales).

Una ciudad menos gris

“La Gran Área Metropolitana (GAM) se desarrolló de forma espontánea, desordenada, sin planificación, de forma horizontal y en detrimento de la naturaleza. El resultado es un paisaje mayoritariamente gris y café, a expensas del verde y el azul”, comentó Miriam Miranda, coordinadora del proyecto de Paisajes Productivos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Miranda reconoció que, desde hace unos años, la preocupación por la pérdida de servicios ecosistémicos está presente en la ciudadanía. Sin embargo, la pandemia “encendió la llama” de disponer de espacios públicos saludables y seguros para el bienestar colectivo.

El mejor ejemplo fue el cierre de parques y espacios verdes. “Esto suscitó un interés colectivo, a todo nivel, de no solo mejorar los espacios verdes de la ciudad, sino de también aumentarlos”, indicó Miranda.

Esa valoración y necesidad de incrementarlos también conlleva a la restauración. Según Miranda, a la fecha, se han restaurado más de 130 hectáreas de paisaje urbano, y se tiene la meta de llegar a 300 hectáreas al finalizar el 2022. El trabajo inició con espacios públicos, área de protección de ríos y otros cuerpos de aguas.

Dentro de los proyectos planeados, Miranda comentó que, en agosto, se iniciará la transformación del paisaje del boulevard Los Yoses, incluida la rotonda La Hispanidad.

Mediante el proyecto Conexión Viva, se busca la intervención y rehabilitación urbanística y ecológica del boulevard. De esta forma, se pretende lograr la recuperación de espacios verdes en este transitado punto del Corredor Biológico Interurbano María Aguilar (CBIMA).

La intervención sustituirá árboles seniles, sobremaduros y enfermos de especies exóticas por especies nativas. Además, se busca la creación de nuevos espacios para la recreación, el tránsito, y la apropiación de peatones y del comercio.

También se colocarán plantas que atraigan polinizadores y aporten a la protección del suelo. Por eso, se pretende que los árboles y arbustos vayan acompañados de plantas de menor altura como heliconias, viboranas y botones de oro.

Según Miranda, la primera etapa se realizará en julio y agosto de 2021, momento en que la Municipalidad de Montes Oca removerá 20 árboles enfermos y plantarán 40 nuevos árboles. Paralelamente se colocará mobiliario urbano para el disfrute de las personas, distintos espacios para la niñez, plataformas para la recreación y áreas para ejercitarse.

En la segunda etapa, que se realizará entre mayo y junio de 2022, se removerán 60 árboles enfermos y se plantarán otros 40. Al final de toda la intervención, se mantendrá la misma cantidad de árboles, pero con una mejor distribución.

La degradación de los ecosistemas terrestres y marinos socava el bienestar de 3.200 millones de personas, aproximadamente el 40% de la población mundial. (Foto: Priscilla Mora / PNUD Costa Rica).

Comunidades y restauración

 “Si la comunidad no se adopta, la restauración no funciona”, comentó Agraz al enfatizar la importancia de las comunidades en los procesos de restauración.

Por su parte, Rivera agregó que, en los proyectos de restauración los resultados no se dan en un año o dos, sino que necesitan un tiempo relativamente más largo para tener condiciones óptimas, por lo que el constante apoyo y compromiso de la comunidad es primordial.

Obando recalcó la necesidad de capacitar a las personas involucradas. Según él, la academia y el gobierno pueden tener un gran papel en las capacitaciones al brindar bases científicas y el acompañamiento necesario.

“El empresario ganadero debe entender por qué puede y por qué debe sembrar más árboles, hacer cortinas rompevientos, mantener más árboles dispersos en potrero, etcétera. Entonces hay que hacer un trabajo fuerte en capacitación y educación”, indicó Obando.

Asimismo, en las zonas urbanas el compromiso de las comunidades es fundamental. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el 80% de la población mundial vive en zonas urbanas, quienes son los habitantes directos de estos espacios, por lo que su salud depende de ellos también.

El proyecto de Paisajes Productivos del PNUD acompaña el reverdecimiento de la ciudad con sensibilización sobre la convivencia con la fauna silvestre en entornos urbanos.

Además, este busca crear capacidades para la sostenibilidad de los procesos durante el tiempo. Esto se realiza a través del establecimiento de viveros municipales y comunitarios.

Una década para sanar el planeta

El Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de Ecosistemas busca impulsar la recuperación de ambientes naturales para aprovechar los servicios que estos brindan y, con ello, encaminar al mundo hacia un futuro más sostenible.

De hecho, el objetivo para los próximos 10 años es restaurar, al menos, 1.000 millones de hectáreas de tierras degradadas -eso equivale a un área del tamaño de China- y añadir compromisos similares para los océanos.

“El año 2020 fue un año de ajuste de cuentas, en el que nos enfrentamos a múltiples crisis, incluida una pandemia mundial y las continuas crisis climáticas de la naturaleza y la contaminación”, dijo Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

“En 2021 debemos tomar medidas deliberadas para pasar de la crisis a la curación y, al hacerlo, debemos reconocer que la restauración de la naturaleza es imperativa para la supervivencia de nuestro planeta y de la humanidad”, agregó.

Al aumentar masivamente la restauración de los ecosistemas degradados y destruidos se está apostando por soluciones basadas en la naturaleza para lidiar con los impactos del cambio climático, evitar la pérdida de un millón de especies y mejorar la seguridad alimentaria, el suministro de agua y los medios de subsistencia.

La próxima década (2021-2030) es el plazo señalado por los científicos como el momento crítico para evitar los peores impactos del cambio climático. También representan una oportunidad de invertir en resiliencia.

Reactivar los sumideros naturales de carbono, como los bosques y las turberas, podría ayudar a reducir la brecha de emisiones en un 25% para 2030, por ejemplo.

La reforestación con especies arbóreas nativas también ayudará a amortiguar algunos de los efectos devastadores de desastres por deslaves e inundaciones, permitirá proteger fuentes de agua y brindará refugio a la biodiversidad, la cual también beneficiará al turismo.

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