El 2021 aún no termina y, por primera vez, llovió en vez de nevar cuando la capa de hielo de Groenlandia alcanzaba su pico. También, una ola de calor azotó a Canadá y zonas adyacentes de Estados Unidos, al punto de que Columbia Británica casi llegó a los  50 °C.

El Valle de la Muerte alcanzó los 54,4 °C durante una de las múltiples olas de calor experimentadas en el suroeste de Estados Unidos, mientras que muchas áreas del Mediterráneo registraron temperaturas récord. De hecho, el calor excepcional estuvo acompañado de incendios forestales.

Europa se inundó causando decenas de víctimas mortales y miles de millones de pérdidas económicas. Asimismo, y por segundo año consecutivo, la sequía vivida en Sudamérica subtropical redujo el caudal de poderosas cuencas fluviales y afectó a la agricultura, el transporte y la producción de energía.

Los eventos extremos son la nueva norma", dijo el Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas, y agregó: “Cada vez hay más pruebas científicas de que algunos de ellos llevan la huella del cambio climático inducido por el hombre”.

“Al ritmo actual de aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI), asistiremos a un incremento de la temperatura a finales de este siglo muy superior a los objetivos del Acuerdo de París de 1,5 °C y 2 °C por encima de los niveles preindustriales”, continuó Taalas con motivo de la presentación del adelanto del informe Estado Global del Clima 2021.

Este informe recopila información de múltiples agencias, la cual fue recopilada hasta setiembre de 2021. El adelanto, de hecho, se dio a conocer aprovechando el inicio de la Conferencia de las Partes (COP26) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se realiza esta semana en la ciudad de Glasgow, Escocia.

“La COP26 es una oportunidad decisiva para volver a encarrilarnos”, afirmó Taalas.

Blanqueamiento de corales en Gran Barrera de Coral de Australia.(Créditos: The Ocean Agency)

Indicadores climáticos

El informe da cuenta de una serie de indicadores climáticos como las concentraciones de GEI, las temperaturas, los fenómenos meteorológicos extremos, el nivel del mar, el calentamiento y la acidificación de los océanos, el retroceso de los glaciares y el deshielo, así como las repercusiones socioeconómicas.

En cuanto a las concentraciones de GEI, por ejemplo, en el 2020 estas alcanzaron nuevos máximos. Los niveles de dióxido de carbono eran de 413,2 partes por millón (ppm), los de metano de 1889 partes por billón (ppb)) y los de óxido nitroso de 333,2 ppb. Eso es un 149%, 262% y 123% de los niveles preindustriales (1750), respectivamente. Y el aumento ha continuado en 2021.

Este año, la temperatura media mundial (basada en los datos de enero a septiembre) fue aproximadamente 1,09°C superior a la media de 1850-1900. Actualmente, los seis conjuntos de datos utilizados por la OMM en el análisis sitúan a 2021 como el sexto o séptimo año más cálido registrado a nivel mundial.

Alrededor del 90% del calor acumulado en el sistema terrestre se almacena en el océano. “La parte superior de 2000 metros de profundidad del océano continuó calentándose en 2019, alcanzando un nuevo récord. Un análisis preliminar basado en siete conjuntos de datos globales sugiere que 2020 superó ese récord. Todos los conjuntos de datos coinciden en que las tasas de calentamiento del océano muestran un aumento particularmente fuerte en las últimas dos décadas y se espera que el océano continúe calentándose en el futuro”, se detalla en el informe.

Asimismo, el océano absorbe alrededor del 23% de las emisiones anuales del dióxido de carbono, por lo que se está acidificando. A medida que el pH del océano disminuye, también este reduce su capacidad de absorber dióxido de carbono de la atmósfera.

“El pH de la superficie del océano abierto ha disminuido en todo el mundo durante los últimos 40 años y es ahora el más bajo que ha tenido desde hace al menos 26.000 años. Las tasas actuales de cambio de pH no tienen precedentes desde al menos esa época”, se lee en el documento.

Comunidad en Vietnam tras ser impactado por un ciclón en 2020.(Créditos: UNICEF / Bandyopadhyay)

Desastres interconectados

En el informe Riesgos de desastres interconectados 2020/21, dado a conocer en setiembre, los investigadores del Instituto de Medio Ambiente y Seguridad Humana de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-EHS) analizaron 10 desastres diferentes que tuvieron lugar en 2020 y 2021. Concluyeron que, si bien los eventos se dieron en lugares muy diferentes, existe una interrelación entre ellos.

Los desastres analizados fueron los incendios forestales del Amazonas, la ola de calor del Ártico, la explosión de Beirut, las inundaciones en la región central de Vietnam, la extinción del pez espátula chino, la pandemia por COVID-19, el ciclón Amphan, la plaga de langostas del desierto, el blanqueamiento de la Gran Barrera de Coral y la ola de frío en Texas.

“Cuando la gente conoce las catástrofes en las noticias, le suele parecer algo lejano; pero, incluso los desastres que ocurren a miles de kilómetros, están con frecuencia relacionados entre sí y pueden tener consecuencias para personas que viven en lugares muy distantes”, dijo Zita Sebesvari, investigadora senior de la UNU-EHS y autora del informe.

Los autores pusieron un ejemplo: “en 2020, la temperatura del aire del Ártico registró su segundo mayor valor y el volumen de hielo marino, su segundo menor valor. El aumento de la temperatura del Ártico desestabiliza el vórtice polar, una masa de aire frío que gira sobre el Polo Norte, permitiendo que el aire más frío se mueva en dirección sur hacia Norteamérica. En consecuencia, los cambios en la temperatura del Ártico influyen en lugares distantes del mismo y probablemente también contribuyeron a que se registrasen temperaturas bajo cero en Texas, un estado cuyo clima es generalmente cálido durante todo el año. Alrededor de cuatro millones de personas se quedaron sin electricidad cuando la red eléctrica se congeló y 210 personas fallecieron”.

El informe identificó tres causas que afectaron a la mayoría de los desastres analizados: las emisiones de GEI producidas por el ser humano, la insuficiente gestión del riesgo de desastres y el hecho de subestimar los costos y beneficios medioambientales en la toma de decisiones.

“Las emisiones de GEI provocadas por el ser humano fueron una de las razones por las que Texas quedó expuesta a temperaturas bajo cero, pero también contribuyen a la formación de superciclones como Amphan, por ejemplo, una catástrofe completamente distinta en una parte del mundo diametralmente opuesta. La insuficiente gestión del riesgo en las catástrofes fue una de las razones por las que Texas experimentó pérdidas tan elevadas en vidas humanas y daños desmesurados en infraestructuras durante la ola de frío, de igual manera que contribuyó a las elevadas pérdidas provocadas por las inundaciones en la región central de Vietnam”, se señala en el informe.

“Lo que podemos extraer de este informe es que las catástrofes que tienen lugar en el mundo están mucho más interrelacionadas entre sí de lo que podemos imaginar y que también tienen una relación con nuestro comportamiento individual. Lo que hacemos tiene consecuencias, para todos nosotros”, comentó Jack O’Connor, coautor del análisis, y añadió: “la buena noticia es que, si los problemas están relacionados, también lo están las soluciones”.

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