A mediados de junio, una noticia sacudió al mundo herpetológico de Costa Rica: un grupo de investigadores estaba anunciando que un año antes encontraron un espécimen de la rana de vientre rojo, que se creía extinta y que había sido avistada por última vez hace casi 30 años.

La rana fue redescubierta en 2016, en Barva de Heredia, por científicos de la Universidad de Costa Rica (UCR) y abrió una nueva pregunta para la conservación tica: ¿Cuánto puede desafiar una rana al cambio climático?

Los anfibios son muy vulnerables a ligeras alteraciones de temperatura o humedad y cada especie necesita unas condiciones muy específicas para reproducirse y hasta para respirar.

Aparte del reto que naturalmente enfrenta la rana, su conservación también supone un obstáculo por vencer para los biólogos que la descubrieron.

“Buscamos estrategias de conservación efectivas que permitan que estas joyas ticas continúen siendo parte de nuestra biodiversidad y que realicen su función en el ecosistema”, comentó Randall Jiménez, uno de los investigadores que formaron parte del redescubrimiento de la rana.

Rana de vientre rojo

El investigador de la UCR afirmó que la supervivencia de la rana de vientre rojo aún pende de un hilo.

“La reaparición de esta especie no quiere decir que se haya recuperado y que va a lograr persistir, ya que aún está al borde de la extinción”, explicó vía correo electrónico Jiménez, quien es estudiante de doctorado en la Universidad de Ulm, Alemania.

Jiménez fue parte del grupo de investigadores que encontró a la rana de vientre rojo (Craugastor escoces) hembra mientras conducían un muestreo de anfibios para otra investigación en el Parque Nacional Juan Castro Blanco.

Esta rana no se observaba desde hace más de 30 años y fue declarada extinta en el 2004. Se cree que esta fue una de las primeras especies en desaparecer por culpa directa del cambio climático.

Los investigadores de la UCR ahora estudian el material genético de la rana y buscan señales de que sea capaz de adaptarse a los cambios en el clima que se avecinan.

Los anfibios son bastante vulnerables al calentamiento global, al punto que uno de cada tres está en peligro de extinción según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN.

Junto con la rana de vientre rojo se declararon extintas al menos otras dos especies de anfibios autóctonos de Costa Rica: el sapo sordomudo (Incilius holdridgei) y el sapo dorado (Incilius periglenes).

Tanto el sapo sordomudo como la rana de vientre rojo fueron vueltos a observar en un tipo de zona que los científicos llaman “refugios climáticos”.

“Podría ser que estas ranas al igual que otras especies de anfibios estén habitando en lugares que llamamos "refugios climáticos" que son sitios donde las condiciones ambientales (microclimas) les permiten sobrevivir a condiciones adversas”, explicó Jiménez.

Por otro lado, el sapo dorado, afectado por los cambios en el clima de su natal Monteverde, no ha vuelto a ser observado (vea recuadro).

¿Qué le duele?

En especies como la rana de vientre rojo o el sapo sordomudo, el impacto del cambio climático toma matices muy específicos.

“Los anfibios realizan su respiración principalmente por la piel. Su piel es fina y permeable, y necesita estar constantemente húmeda para poder realizar su respiración”, explica el investigador de la UCR.

Aparte de condiciones aptas para respirar, los anfibios necesitan de un clima húmedo para su reproducción porque sus huevos necesitan de humedad para absorber agua y gases, que nutren a la cría.

“Para el caso de los huevos de algunas especies y en algunos sitios, se corre el riesgo que no tengan la humedad necesaria para un desarrollo adecuado”, afirmó Jiménez.

Las altas temperaturas generan las condiciones adecuadas para el surgimiento del hongo quitridio que ataca a las ranas. El cambio de clima también afecta el sistema inmunológico de las ranas, dejándolas más vulnerables.

Las múltiples vulnerabilidades que presentan las especies de anfibios complicarían una eventual recuperación una vez que se ven afectados por cambios en el clima.

Amigos de laboratorio

Jiménez afirma que para traer de vuelta a la rana de vientre rojo (así como a otras especies de ranas en peligro de extinción) es necesario un esfuerzo de diferentes ramas científicas, apoyo institucional y de cuido del medio ambiente.

En este momento, investigadores nacionales e internacionales analizan el material genético de la especie. Jiménez explica que el futuro de esta especie depende de su nivel de plasticidad (adaptación).

Esto porque el cambio climático podría estar alterando el curso de evolución de las ranas, como lo muestra un estudio del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.

“A partir de esto (conocer la plasticidad de la rana de vientre rojo) podríamos comenzar a pensar si la especie podrá sobrevivir a los cambios y evaluar la generación de estrategias de conservación bajo un respaldo científico”, aseguró Jiménez.

Según el estudio del Smithsonian, especies como la rana arbórea (Dendropsophus ebraccatus) han alterado su comportamiento al poner sus huevos sobre el agua para adaptarse a la escasez de lluvia.

Pero el ecólogo Alan Pounds, del Centro Científico Tropical, no está tan seguro de que pueda recuperarse una población como la de la rana de vientre rojo.

Según él, los expertos tienen que ser claros con el alcance de las soluciones que puede aportar la ciencia, porque no siempre conducen al restablecimiento de una población sana.

“(La rana de vientre rojo) es útil para investigación y educación pero no le podemos decir al público que estas especies se van a recuperar en un criadero”, aseguró Pounds.

No es de extrañar que después de una desaparición masiva en una especie como la rana de vientre rojo aún queden unos cuantos ejemplares, explica Pounds, y esto podría explicar su redescubrimiento.

Sin embargo, la supervivencia de la especie es algo mucho más difícil.

Colaboró con esta nota: Diego Arguedas Ortiz.

Los investigadores encontraron la rana en el Parque Nacional Juan Castro Blanco.(Créditos: Foto: ODI)

Monteverde: ¿Paraíso de ranas?

En el bosque nuboso de Monteverde, los días soleados son cada vez más calientes y las jornadas lluviosas son más extremas: dos condiciones que las ranas de la zona no manejan muy bien.

Estos ligeros pero paulatinos cambios en el clima de la región están relacionados con la extinción de varias docenas de sapos y ranas de la zona, entre ellas el sapo dorado, una especie única de Monteverde.

Hasta hace unas décadas, este sapo vivía en el bosque nuboso de Monteverde, un tipo de bosque muy escaso en el planeta que representa menos de un 1% de superficie terrestre; pequeño si se compara con el 7% de bosque seco, por ejemplo.

De manera similar a esta especie, otras ranas nativas del bosque nuboso tampoco estarían a salvo de cambios en el clima, ya que el incremento en la temperatura y la disminución de lluvia (pronosticados por modelos climáticos) amenazan a este ecosistema.

“Por ejemplo, hoy llovió y se hacen charcas, entonces vinieron ranas a poner huevos. Pusieron los huevos y a los dos días se secó la charca”, afirmó Yoryinet Méndez, directora de investigación del Centro Científico Tropical (CCT) en Monteverde.

Según la investigadora, los días en Monteverde se han vuelto más calientes y las lluvias más torrenciales. Esto responde a las predicciones de modelos climáticos que advierten sobre fenómenos cada vez más extremos.

Además, el cambio climático no solo afectaría a las especies de anfibios del bosque nuboso. Un estudio de la Universidad de California en Irving descubrió que el calentamiento de los suelos del bosque afecta la distribución de ciertos hongos natales de la zona.

El bosque nuboso es un ecosistema con una riqueza biológica importante, ya que es hogar para el 20% de las especies de plantas del mundo y el 16% de sus animales vertebrados.

Sin embargo, aún es incierto hasta qué punto el cambio climático comprometerá la biodiversidad del bosque y es necesaria más investigación en el tema.

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