Cuando escucho sobre el sargazo en las noticias, lo primero que pienso es en el maravilloso hábitat que estas algas flotantes del océano Atlántico forman, proporcionando comida y albergue a varias especies marinas como juveniles de tortugas marinas, distintas especies de peces e innumerables invertebrados. No solo es un hábitat “convencional” (entrecomillo porque ningún hábitat es realmente convencional), sino que también funciona como zona de crianza para distintos peces de importancia comercial como el atún y caballa real, haciendo que este hábitat sea esencial para la sostenibilidad de la industria pesquera.

De igual forma, veo al sargazo como un aliado gracias a que, bajo ciertas condiciones, su presencia en las playas ayuda a disminuir considerablemente la erosión de estas. Las playas del Caribe costarricense están sufriendo gravemente por la erosión debido al tectonismo (como el terremoto de 1991 que produjo un levantamiento de esta zona costera) y por la construcción de zonas portuarias como la construida en Moín. 

Ahora bien, sin la presencia del sargazo, las hermosas y turísticas playas del Caribe mostrarían mayores afectaciones por erosión. 

Tampoco se descarta su influencia sobre el cambio climático. Primero debemos de conocer lo que significa el secuestro de carbono, el cual ocurre cuando el dióxido de carbono (CO2) es removido de la atmósfera y se almacena en reservas de carbono como materia orgánica en el suelo. Por ejemplo, los organismos fotosintéticos -como los árboles- remueven emisiones de CO2 al hacer la captura de este, a la vez que liberan oxígeno, por lo que a los bosques se les conoce como los pulmones del planeta.

En realidad, los ecosistemas marinos como los manglares, pastos marinos y marismas son los reales pulmones de nuestro planeta debido a que capturan masivas cantidades de carbono de la atmósfera y lo almacenan en sus tejidos y suelo. En la última década se ha demostrado que el sargazo también es un contribuidor global clave para el secuestro de carbono. Incluso se ha evidenciado que el sargazo retira CO2 de la atmósfera en cantidades iguales o inclusive mayores al de los ecosistemas marinos anteriormente mencionados. Lamentablemente, el debate político inicial sobre el carbono azul (el almacenamiento del CO2 de forma natural en ecosistemas marinos) no tomó en cuenta al sargazo. 

Desafortunadamente, ahora hay una percepción negativa hacia el sargazo debido a que grandes cantidades de estas algas están llegando a distintas playas caribeñas de Latinoamérica, Costa Rica incluida, afectando negativamente al turismo de la zona. Cuando toneladas de sargazo llegan a las aguas cristalinas de las playas caribeñas, cambian el color azul cristal de estas aguas por un color café. No solo cambia el paisaje caribeño: al pasar horas sobre la arena blanca, estas algas empiezan a emitir un pútrido olor a aguas negras que causa no solo desagrado al local y visitante, sino que puede causar también problemas de sanidad en la zona.

Viendo este problema desde el punto de vista biológico, las grandes cantidades de sargazo que llegan a las playas caribeñas también afectan negativamente a la flora y fauna cercana a la costa. Por ejemplo, la acumulación de algas en la superficie del agua disminuye considerablemente la penetración de la luz. Esto afecta gravemente a los pastos marinos y corales que yacen en el fondo, debido a que estos necesitan de la luz solar para poder nutrirse por medio de la fotosíntesis. De igual forma, las algas sobre las playas perturban sitios claves de anidación de tortugas, dificultando y casi imposibilitando la salida de las tortugas bebés (neonatos) de sus nidos hacia mar abierto.

Todas estas situaciones adversas se deben a que se rompe el perfecto balance que la naturaleza ha creado con estas algas. Aún no se sabe con certeza la causa de la invasión por el sargazo, lo que sí está claro es que las masivas llegadas de estas algas al Caribe evidencian la crisis ambiental que estamos afrontando. 

Las teorías principales sobre las causas detrás de este fenómeno son la deforestación e industria ganadera de Brasil que desecha fertilizantes y aguas negras en sus ríos (principalmente en el Amazonas) y la llegada de polvo proveniente del desierto Sahara. Dos situaciones que pudieran percibirse geográficamente distantes, pero -al afectar a las playas costarricenses- nos recuerda que en este planeta todo está conectado.

La llegada de polvo del Sahara es un fenómeno que no se puede evitar, pero la destrucción de bosques y la contaminación causada por nosotros, sí. La llegada de nutrientes como hierro y fósforo, por medio del polvo, es una forma de nutrir al océano y a las algas de una forma natural y balanceada. En cambio, cuando se suma la fertilización artificial por los humanos, es cuando sucede un exceso de nutrientes y se pierde el balance ambiental.

La destrucción del Amazonas y bosques de toda América, más la contaminación de sus ríos, es una crisis ambiental que afecta al mundo entero, siendo las arribadas masivas de sargazo en las costas caribeñas de los países latinoamericanos una de sus muchas afectaciones. Por ejemplo, en junio del 2018 se observó un aumento del 1000% en comparación con el mismo mes del 2011, reportando la llegada de 20 millones de toneladas métricas de sargazo a países como México. 

No debemos de irnos tan lejos -como a Brasil- para pensar en hacer cambios. En Costa Rica los bosques también están siendo deforestados para sembrar monocultivos como la piña o palma africana, cuyos productos son exportados y menos del 50% permanece en suelo nacional. Esto conlleva a la destrucción de bosques y producción de grandes cantidades de desechos orgánicos/nutrientes (sobre todo fósforo y nitrógeno) que son o liberados directamente a los ríos o se filtran por el suelo hasta llegar a estos y luego al mar.

Lo importante aquí es tener claro que la invasión por el sargazo es un problema que seguirá afectando a las costas caribeñas de América Latina, pero que podemos actuar para disminuir los problemas que el desbalance causa. 

Hay que seguir siendo objetivos y seguir viendo al sargazo como lo que realmente es: un hábitat maravilloso, que posee una gran importancia ecológica y comercial. De igual forma, poder entender los posibles impactos del cambio climático sobre las comunidades algales es un desafío central para la ciencia con miras a la conservación de las especies marinas.

Daniela Solís Adolio es estudiante de biología marina de la Universidad Nacional (UNA) y también cursa estudios en la Universidad para la Paz. Este artículo forma parte del proyecto de divulgación científica, Nuevas Plumas, de Ojo al Clima.

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