Aparte de capturar y almacenar carbono, los bosques también contribuyen a enfriar el planeta, protegiendo a la humanidad del calor extremo, las sequías y otros impactos relacionados con el clima.
“Sin la cubierta forestal que tenemos ahora, el planeta sería más caliente y el clima más extremo. Los bosques nos proporcionan una defensa contra los peores escenarios de calentamiento global”, declaró Michael Coe, director del programa de trópicos del Centro de Investigación Climática de Woodwell y coautor de un estudio publicado recientemente en Frontiers in forest and global change.
Aparte del Centro de Investigación Climática de Woodwell, este estudio reunió a investigadores de la Universidad de Virginia, la Alianza Internacional de la Biodiversidad y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT).
Tras analizar los resultados, los investigadores observaron que todo el planeta se beneficia de la franja de bosques tropicales que se extiende por América Latina, África Central y el Sudeste Asiático. Sin esos bosques tropicales, el planeta sería 1°C más caliente.
“El corazón de los trópicos coincide con el corazón del planeta y estos bosques son fundamentales para nuestra supervivencia”, dijo Deborah Lawrence, profesora de la Universidad de Virginia y autora principal del estudio.
En este sentido, y según los investigadores, cualquier esfuerzo de protección o restauración de los bosques, que tenga lugar entre los 40 grados de latitud sur y los 50 grados de latitud norte, ayuda tanto a nivel local como global.
Por el contrario, la destrucción de los bosques tropicales en la franja de 10 grados al sur del ecuador podría calentar el planeta medio grado; pero la restauración de los bosques en la franja de 10 grados justo al norte del ecuador proporcionaría un 25% más de enfriamiento global de lo que se espera, esto teniendo en cuenta solamente la absorción de dióxido de carbono.
Incluso, los bosques fuera de esta franja aportan una serie de beneficios que justifican su protección, sobre todo con el fin de evitar los peores escenarios del cambio climático.
“Si perdemos estos bosques, llegaremos 10 años antes a los escenarios. Si protegemos estos bosques, ellos nos protegerán de las catástrofes climáticas extremas, las sequías y el impacto en nuestra alimentación y agricultura. En estos momentos nos beneficiamos de que los trópicos nos mantengan más frescos; ya nos están impidiendo sentir estos extremos”, destacó Lawrence.
Servicio ecosistémico
Según el estudio, los bosques ofrecen este servicio de enfriamiento debido a la forma en que transforman la atmósfera físicamente. Estos efectos biofísicos van desde los compuestos químicos hasta la turbulencia y la reflexión de la luz.
En el caso de los trópicos, estos efectos biofísicos suponen un enfriamiento planetario de un tercio de grado Celsius y cuando se combinan con la absorción de dióxido de carbono, el efecto de enfriamiento es de más de un grado Celsius.
En el artículo científico, los investigadores explican que todos los bosques emiten sustancias químicas denominadas compuestos orgánicos volátiles biogénicos (BVOC, por sus siglas en inglés). Por un lado, los BVOC crean aerosoles que reflejan la energía entrante y forman nubes; ambos con efectos de enfriamiento. Por otro lado, provocan la acumulación de ozono y metano, que son ambos gases de efecto invernadero, provocando con ello un efecto de calentamiento. En conjunto, el enfriamiento supera al calentamiento.
Entender las dinámicas alrededor de estos complejos compuestos químicos representa una nueva frontera en la comprensión de cómo los bosques mantienen el planeta fresco en zonas cercanas y lejanas a ellos.
Asimismo, el estudio revela que las raíces profundas de los árboles son las que permiten minimizar la sequía asociada al calor extremo, dada su alta eficiencia en el uso del agua y su elevada rugosidad superficial. Estas cualidades permiten a los árboles disipar el calor y trasladar la humedad a la parte superior de la atmósfera, lo que enfría directamente el área local e influye en la formación de nubes y en las precipitaciones, lo que tiene repercusiones a gran distancia.
“La investigación está dejando cada vez más claro que los bosques son todavía más complejos de lo que se pensaba. Cuando los talamos, vemos consecuencias devastadoras para nuestro clima, el suministro de alimentos y la vida cotidiana. Los beneficios de mantener los bosques en pie son claros; es imperativo dar prioridad a su protección”, dijo Lawrence en un comunicado.
Deforestación
Estudios anteriores ya habían alertado sobre cómo la deforestación en bosques tropicales contribuye al cambio climático global debido a la emisión de carbono y la reducción de la capacidad de los ecosistemas para extraer el carbono de la atmósfera.
Este nuevo estudio muestra cómo la deforestación tropical tiene repercusiones climáticas que van más allá del carbono, ya que la deforestación aumenta inmediatamente el calor y el calor extremo a nivel local, y también disminuye las precipitaciones regionales y locales. Asimismo, la pérdida de bosques también altera el clima en lugares lejanos.
“A nivel local, en todas las latitudes, los efectos biofísicos de los bosques superan con creces los efectos del carbono y promueven la estabilidad climática local, ya que reducen las temperaturas extremas en todas las estaciones y horas del día. Las métricas actuales centradas en el carbono no capturan adecuadamente la importancia de los bosques en la mitigación del cambio climático global y la adaptación local de las especies humanas y no humanas, especialmente en un contexto de calentamiento climático en el futuro”, se lee en el artículo científico.
Por ejemplo, la deforestación es responsable de un tercio del aumento de la intensidad de los días más calurosos y también está detrás del aumento de los veranos calurosos y secos. La pérdida de cubierta arbórea ha provocado aumentos de las temperaturas extremas a nivel local, comparables en magnitud a los cambios que provocarían 0,5°C de calentamiento global.
“Dicho de otro modo, la deforestación empuja a la gente hoy en día a una experiencia que estamos tratando de evitar, para llegar a 1,5°C en vez de 2°C de calentamiento”, comentó Lawrence y añadió: “las personas que viven con la deforestación ya están sufriendo los efectos de ese mundo más cálido y extremo. La restauración de los bosques haría que vuelvan a vivir en un clima más habitable”.
Estos resultados recalcan, según los autores, que los bosques son aún más valiosos para los esfuerzos climáticos de lo que se ha tenido en cuenta en los planes y las proyecciones climáticas internacionales.
“A pesar de que cada vez hay más pruebas de que los bosques aportan innumerables beneficios climáticos, muchos responsables políticos del ámbito del cambio climático siguen viendo a los árboles simplemente como palos de carbono. Es hora de que los responsables políticos a nivel local y mundial se den cuenta de que los bosques tienen un valor aún mayor para las personas y las economías, ahora y en el futuro, debido a sus beneficios no relacionados con el carbono. Los bosques son clave para la mitigación, pero también para la adaptación”, dijo Louis Verchot, científico principal del CIAT y coautor del estudio.
Otros estudios refuerzan cuán relevantes son los bosques en términos de servicios ecosistémicos de regulación relacionados al clima:
En un estudio publicado en World Development (2021), investigadores descubrieron que la destrucción de los bosques y otros ecosistemas en las regiones del Amazonas y el Cerrado de Brasil pone en peligro la agricultura local de la soja, y calcularon que el calor extremo cuesta $3.550 millones anuales, además de los $1.000 millones anuales con motivo de las condiciones más secas.
Otro estudio, publicado en One Earth (2021), demostró que el aumento de las temperaturas y la humedad vinculada a la pérdida de árboles ya ha reducido el número de horas del día en que la gente puede trabajar con seguridad al aire libre, y esto solo empeorará si se destruyen más bosques.
Por último, un estudio publicado en Nature Communications, Earth & Environment reveló que, en el caso de Brasil, para el año 2100, unos 12 millones de personas podrían estar expuestas a un riesgo extremo de estrés térmico en el que las poblaciones vulnerables, entre ellos, los pueblos indígenas, serán las más afectadas.