María Fernanda Meneses es desastróloga. Cada vez que dice a qué se dedica, alguien le pregunta: ¿y eso, qué es? Ella explica que su profesión está relacionada con la gestión de riesgo y la atención de emergencias desde un enfoque psicosocial y por eso entiende, muy de cerca, la angustia que causa el cambio climático y sus consecuencias en otras personas.
Con conocimiento de causa, Meneses asegura que esa angustia puede transformarse en una oportunidad para accionar por el bienestar del planeta.
¿Qué es la ansiedad o angustia climática?
La crisis climática y sus consecuencias son capaces de afectar la salud física y mental de las personas. Recientemente, una encuesta entre 10.000 jóvenes —en 10 países del mundo— reveló que, por esta causa, tres de cada cinco de ellos se sienten tristes, ansiosos o enojados. La afectación emocional que pueden padecer las personas debido al calentamiento global ha popularizado el uso de los términos “ansiedad climática” o “ecoansiedad”.
La “ecoansiedad” o “ansiedad climática” es definida por la Asociación Americana en Psicología (APA, por sus siglas en inglés) como un temor crónico a sufrir una catástrofe ambiental que genera emociones como nerviosismo, miedo, preocupación, desesperación y culpa, entre otras. Debido a ello, la revista The Lancet Planetary Health la describe también como una reacción que nos alerta del peligro, constantemente.
Aunque ambos conceptos son ampliamente utilizados, para la psicoterapeuta Rosemary Randall es mejor utilizar el término “angustia climática”, es decir, los sentimientos de conmoción, miedo, ira, dolor, pena, culpa y vergüenza que a menudo abruman a las personas ante la crisis climática. Todos ellos se consideran reacciones naturales para comprender una realidad difícil de encarar.
La salud mental importa tanto como la física
Para poder enfrentar todas esas emociones y regular la ansiedad por el cambio climático, hay un aspecto fundamental que se debe cuidar: la salud mental. Para Meneses, la salud mental tiene que ver con un bienestar integral, con sentirse tranquila o tranquilo con sí mismo y el entorno.
“La salud mental tiene que ver con una aceptación de las emociones y de las situaciones que vivimos. Aceptar la tristeza, la alegría, el enojo… Cualquier emoción que cause el cambio climático. Identificarlas y canalizarlas de manera adecuada para que no te dañen”, explicó Meneses.
Para hacerse una idea: mantener la salud mental en buenas condiciones es como mantener una vida física sana. Por ejemplo, si una persona hace ejercicio y come saludable, probablemente, le será más fácil recuperarse de alguna enfermedad, aunque a veces tenga que acudir a medicamentos y reposo.
Lo mismo sucede con la salud mental, es fundamental cuidarla para mantenerse sano y saber cómo actuar cuando llegue alguna crisis. Esto implica reconocer qué le hace sentir bien, qué redes de apoyo le rodean y cómo acudir a ellas.
También es muy importante tener una caja de herramientas para detectar y manejar situaciones de estrés y ansiedad para nunca verlas como algo normal que el organismo debe soportar. Una situación que, regularmente, ocurre a quienes trabajan en temas relacionados con desastres naturales y cambio climático es que pueden llegar a acostumbrarse tanto a la adrenalina y al estrés, que normalizan la frustración y el cansancio.
Esto hace que sigan en sus labores diarias en “modo automático” y, con el paso del tiempo, su cuerpo y mente les pasa la factura de sentirse “quemados”, como popularmente se conoce a la sensación de estar sumamente cansado y ni siquiera poder cumplir con su trabajo y actividades cotidianas básicas.
“Hay investigaciones que evidencian que el estrés genera gran cantidad de reacciones en el cuerpo, desde temas emocionales hasta somatización (un mecanismo de defensa inconsciente donde se convierte el malestar emocional en un síntoma físico). Entonces, se empieza a tener más dolor de cabeza, de cuerpo, problemas estomacales y un montón de situaciones que se pueden dar a raíz de no trabajar, a tiempo, estas primeras emociones que aparecen”, señaló Meneses.
¿Cómo me cuido y manejo las emociones?
Para evitar llegar a ese agotamiento máximo y poner la salud mental en crisis, tanto Meneses como José Luis Ramírez, psicólogo clínico de Desansiedad (plataforma de servicios psicológicos), aconsejan transformar esa angustia en acciones.
Lo primero es analizar lo que se está sintiendo y lo que más agobia, así como la forma en que la angustia climática se está manifestando: si le cuesta dormir, pierde el apetito, se siente cansado o cansada.
Seguidamente, se recomienda activar la burbuja de protección y eso se hace al identificar que actividades le hace sentir bien, sus redes de apoyo y sus pasatiempos. Por supuesto, la idea es llevarlas a cabo. Si es necesario puede acudir a ayuda profesional.
También es necesario tomarse un respiro y buscar espacios de desconexión. Para ello es mejor evitar sobreexponerse a información amarillista que no aporta a la salud mental. Es mejor pasar tiempo en espacios que cuenten con elementos naturales como plantas, luz solar y aire fresco. Esto porque la manera en que nos conectamos con el entorno, influye en las emociones.
Una vez pasada la crisis, es momento de reconocer que uno no puede evitar, por ejemplo, que suceda un desastre, pero sí se pueden realizar ciertas actividades desde la propia trinchera para que los impactos sean menores.
“No uses Internet y las redes sociales para angustiarse por cada noticia que aparezca sobre cambio climático. Usa la tecnología, más bien, para buscar y conectar con personas que están generando estrategias de cambio interesantes a las que puedas unirte en tu propia comunidad, país o en cualquier parte del mundo”, sugirió Ramírez.
Es importante recordar que no se es la única persona que pasa por esto y que nadie se salva solo, sino que cada pequeña acción incide y apoya en el bienestar de todos y todas.
Este artículo se publica gracias a una alianza entre Ojo al Clima y La Data Cuenta (www.ladatacuenta.com).