Tras superada la pandemia, los costarricenses quieren retomar dos actividades en particular: ir a restaurantes y viajar con fines recreativos. Ambas están relacionadas con el turismo y se posicionan como prioridad entre quienes cuentan con ahorros disponibles, según el estudio Consumo y Turismo Post Coronavirus de la firma costarricense GRINN Innovations y la consultora argentina Singerman & Makon.
De hecho, el 40% de los encuestados manifestó estar de mayor ánimo para realizar un viaje tras superado el distanciamiento social, una de las medidas sanitarias impuestas ante COVID-19. Los más deseosos de hacerlo son los jóvenes entre los 17 y 29 años de edad.
Los beneficios recreativos y espirituales que trae consigo el turismo han sido uno de los aspectos que las personas han revalorizado como consecuencia de la pandemia; también es cierto que esta es una de las industrias más golpeadas por la crisis económica provocada por la emergencia sanitaria.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la participación del sector en el Producto Interno Bruto (PIB) de los países en América Latina fue del 4% en 2019. Debido a COVID-19, se espera una caída del 1,9% en el PIB y 2,1% del empleo, esto solo en Centroamérica.
No solo se trata de las pérdidas directas en el sector. El turismo encadena muchas otras actividades económicas relacionadas a la agricultura, la construcción, el transporte y servicios. La conservación de ecosistemas forma parte de este encadenamiento, ya que el turismo genera los ingresos necesarios para financiar tareas de protección de bosque, reforestación, conteos de biodiversidad, entre otras.
Por ejemplo, debido a la pandemia, los grupos de voluntarios mermaron. Estos voluntarios son estudiantes de universidades en Estados Unidos y Europa que vienen al país a realizar cursos especializados o a trabajar en proyectos.
Estas personas hacen uso de las facilidades provistas por el turismo rural comunitario. Se hospedan con familias locales, consumen bienes y servicios en las comunidades rurales y también utilizan servicios de transporte. Según datos de Fundación Neotrópica, la huella comunitaria que dejan estos grupos internacionales en Osa se calcula en $60.000 al año.
Entre 2017 y 2018, según datos de Open Doors, Costa Rica recibió 9.000 estudiantes estadounidenses en esta modalidad de turismo educativo. En promedio, cada uno de ellos invirtió cerca de $1.400 en gastos directos.
Este año, la cancelación de grupos no solo impactó a los emprendimientos turísticos sino también otras labores que estos realizan. La Asociación de Pescadores (ASOPEZ) tiene un vivero en playa Colibrí, en Osa, enfocado a la reforestación del manglar en el Golfo Dulce. Allí se realizaban tanto tours como jornadas de siembra. Aparte de las bajas ventas de productos pesqueros percibidas durante estos meses de pandemia, ya que entre sus clientes se encuentran los hoteles de la zona, las actividades alrededor del manglar también se vieron afectadas.
Post pandemia
En su estudio Construir un nuevo futuro: una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad, CEPAL enfatiza que la recuperación post pandemia debe enfocarse en la búsqueda del bienestar inclusivo y la sostenibilidad ambiental.
En este sentido, los autores sugieren concentrar la atención en siete sectores que pueden ser motores del nuevo desarrollo, ya que juegan un papel estratégico en las emisiones de carbono, la inversión, la competitividad, el empleo y la salud. Uno de estos sectores es el turismo sostenible.
Según CEPAL, el turismo aporta aproximadamente el 5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI). Casi las tres cuartas partes de las emisiones del sector provienen del transporte, seguido del alojamiento. “El impacto ambiental del turismo podría ser sustancial. Si se toman las medidas necesarias para que este sector sea más ecológico, su impacto ambiental podría reducirse considerablemente”, se lee en el informe.
Asimismo, el turismo depende de los ecosistemas pero también contribuye a su agotamiento. La toma de acción para lograr una actividad de bajo impacto no solo beneficiará a la conservación sino que también permitirá trabajar en la resiliencia del sector. Por ejemplo, y según el estudio, el tener en cuenta los escenarios climáticos y riesgo a desastres a la hora de planificar y desarrollar infraestructura turística favorecerá la adaptación al cambio climático.
Además, mediante oferta y demanda, el sector puede impulsar cambios en otros sectores. “El turismo también puede contribuir a la modernización del sector agrícola, al alargamiento de las cadenas de valor y a la mejora de las condiciones de vida y trabajo de las poblaciones locales.
”El turismo suele tener efectos duraderos en la alimentación local, ya que la disponibilidad de los productos se modifica debido a las expectativas de los visitantes y al surgimiento de productos nuevos. Algunas acciones en este sentido consisten en (re)valorar las dietas y los productos locales, buscar la convergencia entre los ciclos agrícolas y la oferta gastronómica, promover el agroturismo, identificar nichos de turismo gastronómico, fortalecer las mipymes con el fin de mejorar la calidad y la disponibilidad de los productos locales, y transferir el conocimiento de las expectativas turísticas a los productores de alimentos”, se destaca en el estudio de CEPAL.
En el caso de Costa Rica, la Certificación en Sostenibilidad Turística (CST) -que otorga el Instituto Costarricense de Turismo (ICT)- es un buen punto de partida. Creada en 1997, esta herramienta mide la gestión empresarial, social, cultural, económica, ambiental e indicadores específicos según categoría en empresas de hospedaje, gastronomía, tour operadores, parques temáticos, renta de vehículos, bienestar, etc.
CST tiene una validez de dos años y, actualmente, 400 empresas turísticas la ostentan. El fortalecimiento de esta herramienta, junto a Bandera Azul Ecológica, puede ayudar a una recuperación post pandemia gracias al círculo virtuoso que favorece con las comunidades y otros emprendimientos.
El otro paso que dio recientemente el país fue motivar a los turistas nacionales y extranjeros a compensar su huella de carbono resultante del transporte aéreo y terrestre a través del programa de Pago por Servicios Ambientales (PSA), ejecutado por el Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (Fonafifo).
Los turistas solo deben ingresar al sitio web: https://www.fonafifo.go.cr/es/calculadora/ Allí, gracias a una calculadora, se fija el monto y se compra el bono de compensación.
“Este programa es un motor verde para la recuperación económica sostenible de Costa Rica. La llegada de visitantes al país beneficia al sector de ecoturismo y el dinero que ingresa por la compensación de sus emisiones fortalece la conservación forestal y a las familias que dependen de este incentivo. Me parece vital que empecemos a tomar medidas para atender las emisiones aéreas de nuestros turistas y a buscar beneficios adicionales para su compensación”, dijo la ministra de Ambiente y Energía, Andrea Meza, en un comunicado.
El PSA es un instrumento financiero que data de 1997, mediante este se le paga a los dueños de fincas por la conservación del bosque para así evitar la deforestación.
El dinero que se capte mediante la compensación de viajes servirá para financiar la plantación de árboles, la protección de cuencas hidrográficas, la regeneración natural así como siembras en sistemas agroforestales.
Según los cálculos realizados por Fonafifo e ICT, tomando como base la visitación del 2018 y asumiendo que solo el 10% de las emisiones calculadas fueran compensadas, se lograría una captación de $3,5 millones al año. Ese monto permitiría financiar más de 1,5 millones de árboles en sistemas agroforestales, o bien, firmar contratos de PSA orientados a conservar unas 14.000 hectáreas.
Muchos emprendimientos turísticos también son contratistas de PSA, por lo que también pueden beneficiar de estos fondos. Fonafifo e ICT elaborarán un plan basado en indicadores de desempeño y se priorizarán fincas ubicadas en Unidades de Planeamiento Turístico.
El PSA está colmado de buenos ejemplos en todo el país. Uno de ellos es la finca integral El Jícaro, en el Roble de Sarapiquí, que es contratista de Fonafifo desde 2015. En una primera etapa, en este lugar se sembraron árboles de Poró y pimienta como parte de un proyecto de agricultura orgánica.
En una segunda etapa, el dinero se destinó a la regeneración del bosque y para ello se sembraron árboles a la orilla del río Sarapiquí. En total se plantaron 14 especies arbóreas como almendro amarillo y fruta dorada, cuyos frutos son consumidos por las lapas verdes.
“Lo importante del PSA es que son árboles sembrados para no cortarlos. El árbol de fruta dorada permite a las abejitas hacer perforaciones para convertirlas en sus casas”, explicó Pedro García, dueño de la finca El Jícaro.
Aparte de la agricultura y la conservación de bosque, en este sitio se realizan tours donde se le muestra el funcionamiento de la finca a los turistas y se les da a probar palmito y agua de pipa.
Turismo local
Aunque la reactivación es urgente, el sector demorará en alcanzar nuevamente los indicadores previos a COVID-19. En este sentido, ya el ICT está trabajando en la reapertura aérea.
“Con la reapertura de la frontera aérea se ha intensificado la promoción de Costa Rica particularmente de cara a la temporada alta y aprovechando nuestro prestigio internacional como destino turístico sostenible, de crecimiento limitado (sin aglomeraciones) y sumando el bienestar como un eje transversal”, se lee en un comunicado del ICT.
Sin embargo, y según datos de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA, por sus siglas en inglés), se prevé que el indicador de pasajeros por kilómetro transportado (RPK) será 10% más bajo incluso en 2025.
Ante este panorama, el turismo nacional y el turismo de proximidad (mercado centroamericano) se vislumbra como alternativa para paliar la crisis económica. Según el estudio de Grinn Innovations y Singerman & Makon, el 63% de los encuestados manifestó que su próximo viaje será a un destino en el país, con una estadía menor a tres días.
Un estudio previo realizado por la firma UNIMER en 2019, evidenció que el 65% de los costarricenses entrevistados viajan principalmente dentro del país (93.6%) y por razones de ocio (88.8%). La duración promedio es de dos días a una semana y lo hacen, por lo general, dos veces al año.
La aprobación de la ley que traslada a los lunes aquellos feriados que caen en fin de semana durante 2020 y 2021 se orienta a favorecer ese comportamiento del turista nacional y, con ello, apoyar al sector turismo.
Aunado a esto, el ICT relanzó la campaña “Vamos a Turistear”. En alianza con la Asociación Bancaria Costarricense, se ofrecen descuentos, pagos diferenciados, redención de puntos, financiamiento a un año plazo sin intereses para viajes locales con tal de que las personas vacacionen en el país.
Otra medida impulsada por el ICT se relaciona a los tours al aire libre. Desde agosto, se autorizó el funcionamiento de actividades al aire libre como senderismo, canopy, teleférico, paseos en balsa, así como otras actividades recreativas acuáticas y aéreas.
Lo verde como activo
En el 2018, Costa Rica recibió a tres millones de turistas. Las áreas silvestres protegidas registraron alrededor de 2,1 millones de visitas, el 54% de estas fueron realizadas por no residentes.
De los turistas que ingresaron vía aérea entre 2016 y 2018, el 64% realizaron actividades de ecoturismo en los 29 parques nacionales, 19 refugios de vida silvestre y las ocho reservas biológicas existentes en el país.
Un estudio realizado por el Centro Internacional de Política Económica para el Desarrollo Sostenible (CINPE) de la Universidad Nacional (UNA), que analizó las contribuciones de parques nacionales y reservas biológicas durante el 2018, evidenció que el turismo es una de las actividades económicas que más se benefician de las áreas silvestres protegidas. La existencia de parques nacionales y reservas biológicas representó un beneficio de $1.544 millones para este sector.
Si bien la situación económica es crítica, la flexibilización en acciones orientadas a la conservación puede ser un precio muy alto a pagar a futuro. Por ello, CEPAL recuerda que en los estándares de sostenibilidad en el turismo yace la clave para la reactivación económica tras la pandemia.
También, en estos se encuentra la clave para construir la resiliencia que permita al sector afrontar otras crisis como el cambio climático.